Un jardín que no pasa de moda y boca de garbanzos para cerrar el día en San José
Quizás usted pudo asistir a la Jornada de Apreciación de Palomas de la que les conté en la anterior entrega de San José de día y de noche. Si no, pues tiene otra oportunidad para hacerlo por su cuenta, pues me quedé cerca de la Plaza de la Cultura para esta ocasión.
Pensaba en lugares para relajarse, tener un poco de paz en medio del barullo. Nuestra capital se torna particularmente bulliciosa algunos días... y otros, como que la brisa nos calma. Justo un día, caminando, libre de responsabilidades por una tarde y una noche, me detuve a pensar en los jardines del Teatro Nacional. Más tarde, me fui a comer a un segundo hogar. Aquí les cuento.
Los famosos jardines del Teatro Nacional
Quien pasa frente al Teatro Nacional se fija siempre en algún detalle, en esa joya patrimonial donde hasta los portones son interesantes. Pero si asiste a funciones, quizás no siempre tiene tiempo de detenerse a apreciar los jardines, que ofrecen un remanso de paz en plena avenida segunda.
El jardín frontal y lateral da la bienvenida al recinto inaugurado en 1897, orgullo de Costa Rica y sede de múltiples hitos artísticos e históricos. Uno ingresa por los portones frente a la Plaza Juan Mora Fernández, recientemente modificada (hubo controversia por eliminar sus bancas...) y lo recibe la fachada histórica, emblemática de una época muy cosmopolita de nuestro país donde el café nos conectaba con potencias imperiales del mundo, mientras San José dejaba de ser pueblo y se convertía en ciudad.
Incluso, los jardines han sido motivo de discusiones públicas y han inspirado obras artísticas. En los anales del Teatro, se ubican referencias de los años 80 y 90 a actividades organizadas con alguna inspiración en ellos, como las organizadas por el Club de Jardines de Costa Rica, que incluían arreglos, danza contemporánea y música. Los jardines también son protagónicos en las jornadas corales que alegran cada diciembre en el Teatro Nacional.
Hoy luce revederdecido por el cuido y la lluvia, con cipreses, azaleas y hasta arbolitos frutales, sin contar varias florecillas esparcidas entre los arbustos. Contrasta con la versión de los jardines inaugurada en el 2015, más sobria y baja, inspirada en jardines clásicos europeos y con referencias precolombinas.
Aquella transformación fue polémica, sobre todo por eliminar el verdor, una crítica frecuente al diseño de nuestros espacios públicos. De hecho, si algo quisiera agregar al jardín del teatro sería espacio para sentarse; sería aún más un oasis, un sitio para sentarse a leer o ver gente pasar, pasatiempo incomparable, o a conversar, que es mejor aún.
Pero los jardines del Teatro Nacional han vivido muchas modificaciones. “Fue un jardín de rosas que por mucho tiempo hizo falta luego de que se quitó; fue un referente para la ciudad de San José por mucho tiempo”, me comentó Marcia Fallas, encargada de restauración en la institución. Hay fotos y hay recuerdos, pero no tantos como uno creería.
Entre lo más reconocible del jardín está su colección de esculturas, algunas de las cuales datan del origen del teatro y otras son recientes, dedicadas al arte costarricense. Las primeras fueron las esculturas de mármol en los nichos de la fachada: al sur Pedro Calderón de la Barca, en representación del teatro, y al norte, Ludwig van Beethoven, insigne músico, entre ambos contando de lo que el templo artístico albergaría.
Posteriormente, se han añadido un busto de Chopin, un flautista de Jiménez Deredia, homenajes de Marisel Jiménez a Yolanda Oreamuno y Eunice Odio y más... El más reciente vecino del jardín es un busto de Fabián Dobles, obra de Angélica Barquero. Asimismo, se aprecian otros detalles escultóricos en las puertas, y claro que se pueden apreciar las ventanas, la iluminación y los portones, de los cuales los úlitmos añadidos fueron los de la fachada norte, cuando se creó la Plaza de la Cultura.
Al ser tan visibles y visita obligatoria para turistas, los jardines requieren un cuidado especial. Don Mario Alberto Del Valle se encarga de ello desde hace un año, con lo que implica el riego diario, deshierbar, ahuyentar palomas y mantener todo en orden. “Ahí pasa todo el día uno divertido, uno puede hacer cosas distintas todos los días”, dice.
¿Hay algo que sueña con sembrar en estos jardines? “Rosas... estamos tratando de volver a tener rosas. Se veían muy lindas, varias rosas de distintos colores”, comenta. Ojalá que lo logre: será una manera de recuperar nuestra memoria tan maltratada. Por cierto, otra planta que podría volver es el café, que antes era muy visible dentro y fuera del Teatro Nacional. Nos hablaría de su historia y de la identidad que su construcción quiso celebrar.
A veces olvidamos que San José sí continúa resguardando mucha memoria...
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Bocas en cantina La Bohemia
Hablando de historia, una obsesión personal es la memoria de los bares y cantinas de San José. Hasta en eventos de arte sobre el tema he participado, exposiciones fugaces dedicadas a locales irremplazables.
Como ámbitos de socialización, caos y encuentros fortuitos (y planeados), algunos sobrevivientes son recintos de cierta identidad josefina y tica que se oculta o invisibliza por mojigatería o desprecio de esta rama de la cultura. Sí, hay vicio; también hay una tradición gastronómica, por ejemplo, ya perdida. Dedicaré más líneas a este tema más adelante...
Pero tras pasar la tarde deambulando por los jardines del teatro, quería algo reconfortante y cálido para cenar, así que me dirigí a La Bohemia (calle 5, avenida 12). Soy vecino, así que es costumbre de hace muchos años. Fundada en 1936, es la más cinematográfica de nuestras cantines: según mis cuentas, aparece en al menos cinco cortometrajes y dos largometrajes. Pero de seguro me equivoco y hay más.
Es sabido que en La Bohemia hay un dueño y una pizarra muy elocuentes, gran selección musical con el ocasional intérprete en vivo, y un menú de bocas conciso y protagonizado por las albóndigas. Todo lo que se dice de ellas y del arroz que las acompaña es cierto. Pero hoy quería detenerme en los garbanzos.
Primero, sí, son deliciosos. Son comfort food en su máxima expresión. Pero además me ponen a pensar en todo lo que las cantinas resguardan, más allá de malos ratos o clientes molestos. Hay muchísimo más, de hecho. Hay una tradición musical que se ha diluido, pero también las bocas han ido desapareciendo. En muchos sitios les dicen “bocas” a palanganas de comida (¡eso no se hace!). Muchas recetas ya no se preparan o solo en uno o dos sitios.
Es raro que La Bohemia se me pareciera tanto ese día a los jardines del teatro. Un sitio curioso donde hasta el rumor de las conversaciones y el exterior calman, de alguna manera. Un lugar donde se puede descansar en medio San José. Quisiera creer que sobrevivirán muchos por décadas. Alguna persona dirá: ¿por qué habría que “preservar” las cantinas? Bueno, en Reino Unido a menudo hacen campañas para salvar el pub del barrio. Por algo será.
Qué hacer en San José esta semana
En San José de día y de noche recomendamos eventos, sitios, curiosidades y personajes de San José. Esta semana, empiezo con tres recomendaciones de qué hacer del 19 al 26 de julio del 2024.
Festival Shorts Costa Rica (hasta el 27 de julio en Sala Garbo): Un festival dedicado al cine en formato de cortometraje, un medio flexible en el que se cuentan las más sorprendentes historias. Lea sobre Shorts Costa Rica y disfrute de cine local.
45 años de la Compañía Nacional de Danza (domingo 21 en el Teatro de la Danza): La Compañía Nacional de Danza cumple 45 años y los celebra con una coreografía de su actual director, Grei Quezac, titulada Ensayo sobre la urgencia. Vea cómo asistir al Teatro de la Danza.
Fiesta Nacional de la Lectura (26-28 de julio en la Antigua Aduana): La Fiesta Nacional de la Lectura reúne a múltiples y diversas editoriales, ventas de libros, librerías y más. Se celebrará en la Antigua Aduana.
Próximamente en San José de día y de noche: muchas mariposas, algunos parques por redescubrir y reimaginar, y mucha historia de la vida nocturna. ¡Nos vemos en Chepe!