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Un altar para Franco en suelo público: el culto al dictador que pervive ante su tumba

A las 15.30 de un jueves de julio en plena ola de calor solo se escucha el sonido de las chicharras en el cementerio de Mingorrubio. Apenas hay nadie, solo una pareja de jóvenes sale del recinto tras dejar flores a un familiar y los conductores del autobús interurbano que acaba el recorrido justo a la puerta se dan el cambio de turno. La calma reina en el camposanto de Mingorrubio (El Pardo, Madrid), donde desde 2019 está enterrado Franco junto a su mujer, Carmen Polo, en el panteón familiar. La mañana, sin embargo, ha sido diferente. “Ha venido mucha gente hoy porque debe ser algo”, cuenta un trabajador de la limpieza.

Está en lo cierto. No es este un jueves cualquiera. Es 18 de julio, aniversario del golpe de Estado franquista, una fecha que los sectores que aún reivindican al dictador celebran por todo lo alto como el día “del glorioso Alzamiento Nacional”. Al cementerio “vienen sobre todo en las fechas señaladas” como esta o el 20N, aniversario de su muerte, dice el conductor de autobús que acaba de terminar su jornada laboral. No son actos ni mucho menos multitudinarios, incluso en ocasiones ha habido más prensa que franquistas, pero el enterramiento sigue siendo un epicentro de culto al dictador que convive con la mirada de los curiosos.

Pasadas las 10.30 de la mañana de este sábado, un grupo de no más de diez personas entona brazo en alto el Cara al Sol frente al panteón. En la reja de hierro que protege una de las vidrieras, que está permanentemente decorada con insignias, estampas y flores, han colgado la bandera preconstitucional con el escudo del águila y otra con el rostro de Franco. Han sido convocados por el Movimiento Católico Español, un habitual del universo franquista en España que ha alargado la celebración del 18 de julio hasta el fin de semana.

La próxima parada del grupo será el cementerio de San Isidro, donde está enterrado Primo de Rivera, pero el periplo empezó el jueves con una misa en el Valle de Cuelgamuros oficiada por el prior Santiago Cantera para dar “gloria y honor a aquellos héroes que se levantaron por Dios y por España”. El acto en Mingorrubio apenas ha atraído a ultras, pero los cánticos y vivas a Franco y al fundador de Falange o los “España una, grande y libre” rompen el silencio del cementerio, titularidad del Ayuntamiento de Madrid. La cripta del dictador, sin embargo, es de la Administración General del Estado, que paga 829 euros al mes por su mantenimiento, según informó el Gobierno en 2023.

Ofrendas a Franco

El panteón, del que solo tiene llave Delegación del Gobierno, Patrimonio del Estado y el propio cementerio, está a las puertas del mismo, nada más entrar a mano izquierda. Vista desde fuera, nada haría sospechar que esta edificación de granito y techo de pizarra es el sepulcro de la familia si no fuera porque uno de sus laterales está plagado de banderas de España, multitud de flores y todo tipo de estampas religiosas, oraciones y loas a Franco. Un auténtico altar al dictador que, según el trabajador de la limpieza, “suele mantener y cuidar un único hombre que viene casi todos los días”.

“Esto sería impensable que pasara, por ejemplo, con un terrorista. ¿Cómo es posible que se permita? Vengo aquí con muchos extranjeros que estudian temas de memoria y para ellos es inconcebible”. Quien habla es Emilio Silva, presidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH), que se conoce el camposanto casi como la palma de su mano: “Franco fue el responsable de la desaparición de personas que están todavía en una cuneta mientras él está aquí siendo adorado. Eso explica muchas cosas de España, entre otras, que es una astilla que aún no ha conseguido sacarse”.

Una corona de flores rojas y amarillas con una banda que reza “Caudillo de España” ocupa el centro de la escena. Hay oraciones y muchas imágenes de vírgenes e incluso un busto de Franco anclado al suelo. También varios textos, entre ellos, el credo legionario o el considerado último mensaje del dictador “a los españoles” antes de morir: “No olvidéis que los enemigos de España y de la civilización cristiana están alerta”, les dice. Para Silva no hay duda: “Es claramente apología del dictador” perseguida en la Ley de Memoria Democrática, por la que el Gobierno solo ha puesto una sanción desde que entró en vigor.

La exaltación a Franco se da aunque, a diferencia de lo que ocurría en Cuelgamuros, no se pueda llegar físicamente hasta la tumba. Allí la lápida ocupaba un lugar preeminente en el centro de la basílica. Ahora para entrar al interior del panteón hay que pedir autorización. Dentro, una capilla y unas escaleras bajan hasta la cripta en la que hay dos sepulturas, la de Carmen Polo y la de Franco, que hasta 2019 llevaba lustros vacía aunque ya con su nombre. En el techo, se puede leer la expresión 'Yo soy el Alfa y la Omega' de la Biblia, según contó a EFE Gabino Abánades, que fue director de los cementerios de Madrid.

Un cementerio para los franquistas

Para llegar a este cementerio de pequeñas dimensiones hay que seguir una carretera que se va estrechando hasta alcanzar Mingorrubio, una colonia a las afueras del casco urbano madrileño que no llega a las 400 viviendas y que fue construida en los años 60 para alojar a la escolta oficial de Franco y sus familias. El nombre de la mayoría de sus calles lo dice todo: Armas, Batallón, Fortaleza, Heroísmo... Venir aquí desde Madrid implica dejar a la izquierda el Palacio de El Pardo, la residencia oficial del dictador desde el final de la Guerra Civil hasta su muerte.

El cementerio, que cuenta con una pequeña iglesia y unos 2.000 enterramientos, fue un regalo del entonces alcalde Carlos Arias Navarro a Franco. Está situado sobre terrenos de Patrimonio Nacional, pero fueron cedidos a la empresa municipal de servicios funerarios, es decir, al Ayuntamiento de Madrid, que lo gestiona. La titularidad de la cripta del dictador recae en la Administración General del Estado desde abril de 2019, un traspaso vía Real Decreto que “facilitó” los trámites de la exhumación.

A Silva le indigna especialmente este extremo: “En este caso la exaltación franquista se está produciendo en suelo público. ¿Cómo puede ser que todos tengamos que pagar la tumba del dictador?”, se pregunta el presidente de la ARMH, que ha exigido en varias ocasiones al Gobierno que “deje de obligar a las víctimas del franquismo a sufragar el panteón con sus impuestos”.

El acto de los franquistas en Mingorrubio apenas dura media hora. Algunos de ellos, bandera de la Falange en mano, acuden al terminar a la tumba de Carrero Blanco. Y es que Franco no es el único franquista enterrado aquí. El cementerio está lleno de figuras ilustres del régimen: desde Arias Navarro a varios ministros pasando por José Banús, uno de los constructores más poderosos de la dictadura, y el dictador de República Dominicana Rafael Trujillo.

Cuando todos los convocados por Movimiento Católico Español se han ido, en el panteón solo queda una mujer que ha acudido al acto y quiere hacerse una foto y una familia de turistas que merodea por los alrededores. Padre, madre y tres hijos vestidos con camisetas del Real Madrid han venido a ver la tumba de Franco “por curiosidad” aunque afirman no compartir sus ideas. Tampoco les importa mucho lo que acaba de ocurrir ahí. “¿Vosotros sois franquistas?”, les pregunta la mujer. “Franco ha sido el hombre que más ha hecho por España”, añade. La familia intenta salir del paso con un tímido “nosotros no lo vivimos”. El hijo mayor posa frente a la cámara, también quiere llevarse una foto de recuerdo frente al altar a Franco.

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