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Jesús de la Torre, el alma cordobesa en la frontera junto al emigrante

Abc.es 

El joven cordobés Jesús de la Torre conoce la realidad de la inmigración en El Paso , entre México y Estados Unidos por su trabajo en el Instituto Fronterizo Esperanza. Desde su prisma cristiano analiza la difícil situación de seres humanos que buscan mejorar su vida y se topan con políticas «deshumanizadas». Nació en Córdoba en 1998, estudió Relaciones Internacionales en la Universidad Loyola, y realizó master en Migraciones. Actualmente es director asociado de migración global de Esperanza, una entidad independiente sin ánimo de lucro con valores cristianos fundada por la comunidad católica en El Paso, al ver la necesidad de acompañar a las personas en la frontera . Gran parte de su labor es como investigador y en el trabajo comunitario en Centroamérica. Fue observador electoral de las elecciones en El Salvador. En Guatemala trabaja junto a los movimientos de fe en pro de la democracia y mejores condiciones de vida. En El Paso busca con su equipo soluciones humanitarias para las personas que piden asilo en la frontera y claman por «un sistema migratorio humano justo» que frene el sufrimiento y las muertes. Sobre el sistema migratorio actual reflexiona que «por el mero hecho de tener el pasaporte que tenemos podemos estudiar en cualquier sitio de la Unión Europea sin visado y, sin embargo, la mayoría de la gente en el mundo no tiene ese derecho, esa capacidad. Y es porque intencionadamente lo hemos construido así (los países de Unión Europea, Estados Unidos, Australia, Japón y otros), que discrimina en base al origen, la raza, al género, la orientación sexual muchas veces». Estando acompañando a quienes «han hecho de Córdoba su hogar viniendo de múltiples países», empezó en la Asociación Pro Inmigrantes de Córdoba y después en Brasil estuvo estudiando un tiempo, y se dio cuenta de esta necesidad. Es éste su tercer año en la organización Hope (Esperanza). Primero fue becario trabajando con ellos en Centroamérica , en que nadie se vea forzado a migrar y todo el mundo tenga derecho a migrar. A raíz de ahí se incorporó como investigador y este año, como director asociado. Al estar entre El Paso y Ciudad Juárez, proveen acompañamiento humanitario porque «las familias vienen muy violentadas a la frontera porque México y otros países están intentando detenerlos porque Estados Unidos se lo está pidiendo, llegan después de sufrir muchos abusos. Algunos han sido secuestrados múltiples veces, necesitan acompañamiento psicosocial . Es un contexto en el que todavía no se sienten seguros, están esperando a poder pedir asilo, pero al mismo tiempo hay alegría y esperanza. Parece contradictorio que las haya en estos contextos y las hay de una manera muy fuerte. Es algo muy poderoso en lo que tenemos que trabajar: caminar juntos en la esperanza y cambiar esas políticas que están infringiendo tanto daño a las familias». En medio de encrucijadas tan complejas las soluciones que a su juicio deben aportarse son ser conscientes de la dificultad que tiene lograr un visado en Europa para los de fuera: «Nos damos cuenta de cuán cerradas están las vías legales de migración: la gente apenas puede acceder a visados ni a un estatus regular, adquirir un billete de avión y venir a nuestros países y trabajar». Vemos mucha gente que sale por necesidad y forzada a salir de la manera que puede. El caso de quien procede de África es optar por caminar en ruta o por el mar por Senegal y Mauritania , «con consecuencias terribles porque es la única vía que les estamos dejando. Y los de Latinoamérica se quedan con visado de turistas porque es la única forma que tienen. Ampliar las vías regulares de migración sería fundamental para dar seguridad a la gente en su proceso migratorio y evitar procesos de violación de los derechos humanos de pasar por fronteras fortificadas hechas para matar y reprimir». Y pensar que si se invirtiera el dinero en fronteras en trabajadores que tramiten solicitudes de asilo habría una gran diferencia. En tercer lugar apunta que la detención migratoria «no tiene ningún sentido». Indica que emigrar es una necesidad que viene de siglos atrás y siempre está unida a connotaciones negativas. «Parece que volvamos una y otra vez al mismo debate» y apunta que «los debates de hace cien años eran muy parecidos. En Estados Unidos la gente de Alemania, Irlanda e Italia representaban un peligro en el debate público. Ahora está pasando con la islamofobia». Falta a nivel global un encuentro real para «entender qué necesita la gente, cuáles son su sueños, sus aspiraciones y cómo eso se conecta con los míos. Hay una miopía grande en dos aspectos: el rol de nuestros países de impulsar la migración forzada: en Honduras hay comunidades a las que les han quitado el territorio. Y hay una percepción de que la gente no viene de la manera adecuada, pero es casi imposible tener un visado», explica. Recuerda de la Torre que «el pasaporte y los visados son un invento moderno muy reciente. Tenemos que hacer un sistema humano que responda esa realidad, pueda ordenarla y no reprimirla», apunta. «Para mí la frontera ha sido lugar de encuentro y de riqueza cultural, social, he encontrado una comunidad que acoge. El muro representa una contradicción porque no previene que la gente tenga que huir de sus países».

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