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Análisis de entorno: síndrome de Estocolmo sociológico (o el venezolano que busca rebelarse)

El síndrome de Estocolmo sociológico es un fenómeno psicológico que se desarrolla en situaciones de dominación sociopolítica y económica, donde los sujetos, ya tratados como grupos sociales, tienden a desarrollar una identificación con el actor dominante como mecanismo de supervivencia. El concepto síndrome de Estocolmo fue acuñado en 1973 tras una toma de rehenes en un banco sueco donde […]

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El síndrome de Estocolmo sociológico es un fenómeno psicológico que se desarrolla en situaciones de dominación sociopolítica y económica, donde los sujetos, ya tratados como grupos sociales, tienden a desarrollar una identificación con el actor dominante como mecanismo de supervivencia.

El concepto síndrome de Estocolmo fue acuñado en 1973 tras una toma de rehenes en un banco sueco donde uno de los rehenes se puso del lado del captor, llegando a ayudarlo en su tarea. Se entiende como una respuesta psicológica cuando los rehenes o víctimas de abuso crean vínculos con sus captores o abusadores. Se entiende como una forma que encuentran las víctimas para manejar el trauma de una situación aterradora; especie de mecanismo de supervivencia.

Por un lado, la víctima desarrolla sentimientos positivos hacia la persona que abusa de ella o la mantiene cautiva, al mismo tiempo que desarrolla sentimientos negativos hacia cualquier persona que podría intentar ayudarles para alejarla de su captor, e incluso puede negarse a cooperar contra él. Además, la víctima comienza a creer que comparte los mismos objetivos y valores que su captor.

Desde la perspectiva de los venezolanos que buscan liberarse de la situación actual, el síndrome de Estocolmo adquiere una dimensión particularmente relevante, porque describe cómo ciertos sectores de la población pueden desarrollar una extraña lealtad hacia un sistema que los oprime, utilizando mecanismos de supervivencia psicológica frente a la amenaza percibida de cambio o libertad.

Se llegaron a formar vínculos emocionales y psicológicos con el chavismo, manifestándose en resistencia a la crítica externa y en la negación de la realidad de la opresión. Los individuos afectados pueden mostrar sentimientos de protección hacia el chavismo, incluso cuando sus acciones resulten perjudiciales para la sociedad en su conjunto.

Y hasta llegaron a desarrollar hostilidad hacia quienes intentaron desafiar o exponer las injusticias, incluidos los medios de comunicación independientes, los líderes democráticos y los ciudadanos que buscan el cambio.

En nuestro caso venezolano la liberación de este síndrome de Estocolmo se fue dando por un proceso de deterioro del entorno socio económico según el cual el conjunto de “creencias y valores” de la revolución, el hombre nuevo, se fue enfrentando con una realidad que terminó arropando lo conceptual, llevándolos a cuestionarse su posicionamiento.

El miedo comenzó a ser superado, porque el posible castigo siempre resultaba menor que el daño que les infringía la realidad. Ya no solo los problemas de hambre, falta de acceso a la salud y la educación, sino, y tal vez principalmente la migración de ocho millones de venezolanos, todos, parte de alguna familia que se veía partida y con sueños y proyectos truncados.

Con el daño de tener que arrancar desde cero en algún otro país y de, los que se quedaron, no poder integrarse con los que se tuvieron que ir. Esa parte, la de los migrados, “balseros de tierra firme”, es tal vez el detonante que hizo, y sigue haciendo, a 85% de los venezolanos apoyar cualquier proceso de cambio.

Porque no fue necesario un proceso formal para salir del síndrome y abrir los ojos, sino que la educación y concientización, así como el apoyo mutuo en cada comunidad, se fue experimentando en carne propia por la terrible realidad, y nadie tuvo que convencerlos, porque se dio, y se sigue dando, un proceso de autoconciencia y empoderamiento colectivo, buscando un liderazgo inspirador, que lo encontraron en la figura de María Corina Machado, cuyo discurso integrador, representando valores de libertad, justicia y dignidad, que fueron capaces de inspirar esperanza y acción colectiva.

Como se habrá notado, mientras el chavismo continúa (hasta una semana antes del 28 de julio) con los insultos y descalificaciones, y con la violencia física y detenciones arbitrarias, el nuevo liderazgo opositor emergente, transmite calma y esperanza, incluso en medio de adversidades, recordando que la transformación social requiere tiempo y paciencia.

Por otra parte, la solidaridad internacional y la colaboración de organizaciones y gobiernos dispuestos a apoyar el proceso de cambio democrático en Venezuela, sigue siendo un condicionante que mantiene, dentro de todo, y a una semana de la elección presidencial, vivas las tres tarjetas de la oposición,  y el liderazgo opositor, más el candidato presidencial, Edmundo González Urrutia en libertad y, aunque no siempre fácil, circulando por el país levantando gigantescas convocatorias de apoyo que deberían convertirse en votos.

Más allá del deterioro y aislamiento internacional al que está sometido el chavismo, dentro de la comunidad internacional, hay tres países que han mostrado apoyo irrestricto a unas elecciones libres, que entienden que se resolverán a favor de la oposición. Esos países son:

  • Estados Unidos, como fuerza influyente en casi todos los aspectos de la vida diaria de Venezuela, en lo cultural, económico, político y social, que tiene a las sanciones como herramienta formal de política exterior, y que entiende que Venezuela es “una amenaza inusual y extraordinaria para su seguridad interior”, inició, un par de semanas atrás, un “diálogo” con el gobierno, que pudiera entenderse como una especie de garantía de buen comportamiento; contando con que el Centro Carter será observador de las elecciones presidenciales de Venezuela;
  • Brasil, con un gobernante de extrema izquierda, Lula da Silva fundador con Fidel Castro del Foro de Sao Paulo, al que no le conviene la mala reputación que el gobierno de Venezuela le transmite a la izquierda latinoamericana, además de tener, como el país más grande de la región, ínfulas de liderazgo, a quien no le conviene la inestabilidad regional que el chavismo terminó trasladándole a la región. Él le recomendó a Maduro, si pierde la elección, que entregue y vuelva a presentarse como candidato en el futuro, como le tocó hacer a él mismo. Mandará una misión de veeduría electoral; y
  • Colombia, con Petro como presidente, izquierdista radical, exintegrante de la guerrilla del M-19, a quien tampoco le interesa que el chavismo repita, por la amenaza de una nueva ola de migrantes, que las estimaciones calculan en dos millones más, los cuales, casi sin duda, saldrán por Colombia, y muchos de los cuales se asentarán allí. El gobierno no enviará una misión técnica oficial, aunque algunos colombianos asistirán como invitados para observar el proceso electoral. Dicen que “Colombia prefiere mantenerse prudente y sin protagonismos, y contribuir en lo que sea necesario, según lo soliciten el Gobierno y el pueblo venezolano”.

En resumen, desde la perspectiva de quienes buscan un cambio de régimen, el síndrome de Estocolmo cada vez tiene menos peso, porque abrieron los ojos y ya saben que su “captor” no era lo que siempre habían creído que era. Hoy hay mucha desconfianza e incredulidad en las promesas de campaña, y prefieren, mayoritariamente darle una oportunidad a una opción diferente y superadora.

No obstante, aún quedan “cautivos” del síndrome que son los que siguen apoyando al chavismo y que se constituyen en la base de votación con la que cuentan para la próxima semana; ya queda poco tiempo, y es difícil que las tendencias y proporciones cambien en una semana.

González Urrutia
Masiva concentración en Anzoátegui recibió a María Corina Machado y a Edmundo González Urrutia

Político

A una semana de las elecciones los escenarios posibles serían:

  1. no hay elecciones (lo cual puede significar que se aplazan o que se suspenden). Sería una maniobra de mucho riesgo porque sería percibido como un movimiento desesperado, lo cual podría generar protestas populares que se sabe cómo empiezan, pero no cuándo ni cómo terminan. Por otra parte, obligaría a una radicalización del gobierno para la cual no cuenta con el apoyo necesario para una medida de ese calibre. Porque hasta el mismo chavismo se sentiría engañado, y ni que hablar la comunidad nacional e internacional. Es el escenario de más baja probabilidad de ocurrencia porque mostraría una debilidad extrema con las consecuencias correspondientes;
  2. hay elecciones y el chavismo las “gana” (de cara adentro del gobierno dicen que sacarán seis millones de votos y que la oposición sacará cinco millones). Casi como el primer escenario, volveríamos al 2018, donde el gobierno no sería reconocido internacionalmente, lo cual podría pensarse como que para el gobierno las cosas no cambiarían, porque ahora tampoco los reconocen. La diferencia con el 2018 es que perdieron las bases de sustento que se pasaron para el otro lado. No porque se hayan convertido en escuálidos, sino porque con ellos en el gobierno el futuro se ve más negro que el presente. Es el escenario que la gente, en general, cree que va a ocurrir, asumiendo que siempre sería con trampa, como si esta vez pudieran repetirse situaciones del pasado; y
  3. hay elecciones y la oposición las gana (según las encuestas sería con una diferencia entre 20 y 30 puntos). Es el escenario natural que explicaría porque es que el gobierno permitió que María Corina Machado avanzara y siguiera avanzando, desde las primarias hasta el tarjetón, y permitiendo las manifestaciones masivas de apoyo en cada pueblo y ciudad del interior, y por supuesto en las grandes capitales como Caracas, Valencia y Maracaibo. Es el escenario novedoso, que respondería a la realidad y a las tendencias, aquí, en la región y en el mundo occidental que usamos como referencia; porque al chavismo lo colocan en el escenario 2, siempre pensando que el entorno, nacional e internacional, no ha cambiado. Sin embargo, el país sí ha cambiado y existe una posibilidad real de que este escenario se cumpla.

De los tres escenarios, ahora que estamos más cerca del 28 de julio, pareciera que cobra peso y relevancia el escenario número 3, que venimos sosteniendo, en el que la institucionalidad del chavismo, al permitir el camino desde las primarias hasta el tarjetón y la campaña, estaba mostrando una voluntad política, no hablada y no escrita, de entregar el poder al perder las elecciones.

Pero claro… está esta otra ala del chavismo, la radical, que no opina lo mismo y que haría lo necesario para no abandonar el gobierno. Todo indica que sí habrá elecciones, y que, dependiendo de quién gane la pulseada a lo interno del chavismo es que se entrega o no se entrega el gobierno. Hasta ahora va ganando la institucionalidad, y todo dependerá de lo que vaya ocurriendo en esta semana que queda por delante; hay que estar atentos a los sucesos, que ya no serán subliminales ni parabólicos, sino que serán hechos concretos con acción y reacción inmediata.

El tema militar fue puesto sobre la mesa con la presentación pública del ministro de la Defensa declarándose, él y sus generales, como profundamente chavistas. Habrá que ver hasta dónde están dispuestos a llegar y si la obediencia debida funciona en un ambiente donde el perfil socio económico de la fuerza es un reflejo de la sociedad venezolana como un todo, con 85% de pobreza.

Parece mentira, que sigamos mirando a los militares como el elector de última instancia, para un evento que debería ser eminentemente civil.

Social

Posiblemente el tema más fuerte que electoralmente hace que la gran masa vote por la oposición sea el de la diáspora, que, al estar empaquetados en un solo número de ocho millones de venezolanos, hace que se pierda de vista el impacto negativo que tiene sobre la gente tomada individualmente. Y toda la responsabilidad, le es atribuida al chavismo y su manera de hacer las cosas, que no les salió bien.

Son ocho millones de casos individuales que van desde jóvenes por su cuenta pedaleando en un delivery en bicicleta, hasta que juntan el dinero que se pusieron como objetivo del día, hasta familias –casi todas muy jóvenes– tratando de adaptarse a cada país, a cada modo de vida, a los rechazos como en Perú, o a la aceptación fraterna y respetuosa de Argentina; dos extremos que marcan un abanico de vivencias inesperadas e injustas a las que se tuvo que adaptar 30% de la población del país.

La ruptura de los grupos familiares, quedando los mayores en el país y exportando los que tienen la fuerza para trabajar, hace que enfrenten realidades muy crudas, donde el expatriado se encuentra con una sociedad nueva de costumbres diferentes, y tener que trabajar jornadas extenuantes hasta que logran la estabilidad económica, que en esos lugares si es posible lograrlo. Y a partir de allí, comenzar a ayudar, semanalmente, con remesas, a sus familiares en casa.

El hecho de que, a esa parte de la sociedad, alrededor de cuatro millones de empadronados, no se le haya permitido la inscripción para votar, dejando en el orden de solo 60.000 votos en el exterior, es la primera de las trabas que se intentarán, como abrir o no abrir centros de votación, cortarles la luz, amedrentar con puntos rojos o azules, o con pandillas de motorizados, generando un clima que ha hecho que el soporte de la sociedad se haya movido desde el chavismo hacia el Mariacorinismo, palabra nueva que habrá que acostumbrarse a usar.

Hasta hace unos meses cuando las encuestadoras preguntaban “quién cree usted que va a ganar” la respuesta de 60% era a favor de Maduro, aunque ese entrevistado no fuera a votar por él; pero daba por hecho que de alguna manera –casi siempre non sancta– iba a quedarse. Hoy ese panorama ha cambiado y la gran mayoría cree que quien va a ganar es Edmundo.

Porque el común denominador de todo, pasa por lo social, por la creciente pobreza y por el empobrecimiento y restricciones presupuestarias de la clase media (o lo que queda de ella) venezolana. El perfil de sociedad cambió para poeor, y la esperanza está puesta en revertir esa tendencia.

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Foto: EFE/ Rayner Peña R

Económico

Las medidas económicas que se han tomado en las últimas semanas están orientadas positivamente a mejorar la oferta agregada. Pero si se ve desde el punto de vista de la recesión, cualquier expansión de la producción terminaría convirtiéndose en inventarios y secando los flujos de caja del sistema empresario.

Lo anterior porque el nivel de ingresos sigue deprimido, y la gente no cuenta con los recursos como para poder acceder a los productos. Es curioso como con un nivel de inflación mensual bajo, el nivel de precios se haya establecido a un nivel muy alto, que hace que la brecha se amplíe cada vez más.

El elemento crítico para la economía como un todo, es la recesión; que en general se convierte en mayores índices de pobreza, dando como resultado una sensación de estancamiento que se vincula con las posibilidades reales primero, y con el proceso electoral y las expectativas de cambio después.

Y el tema económico, por primera vez en los 25 años de chavismo, se convierte en una referencia para la decisión de por quién votar, y por quién no hacerlo. Hoy la gente está esperando un cambio, que solo puede ofrecer la oposición. Porque si bien es cierto que el lunes 29J el chavismo seguirá en el poder, si llegara a haber un presidente electo de oposición, las expectativas podrían cambiar; y la misma realidad, percibida como un punto, haría que el punto siguiente sea visto como positivo, rescatando la esperanza. Y de no ser así, se continuaría en la misma situación puntual, pero con una perspectiva negativa.

Hoy, el factor crítico de éxito no está solo en las medidas que se tomen (o que no se tomen), sino en las expectativas de la gente, que pueden hacer que la salida de la recesión sea una posibilidad concreta, que hoy parece difícil de lograr… hoy la expectativa ceteris paribus, es de más recesión.

El FBI lleva a cabo una investigación sobre el ataque a Donald Trump.
Donald Trump y Thomas Mathiew Crooks, presunto atacante del expresidente. FOTO:
AFP y cadena de noticias CBS

Internacional

Dos temas que han ocupado espacios en la prensa, fueron el intento de magnicidio contra Donald Trump, y la amenaza del gobierno de Irán contra la vida de Javier Milei.

Un francotirador, a 150 metros de distancia cuerpo a tierra sobre una azotea, le disparó y solo un movimiento afortunado de su cabeza hizo que solo le rozara la oreja derecha. Porque si no movía la cabeza para leer algo, esa bala le habría atravesado el cráneo. El tema va más allá, pues el servicio secreto y su guardia personal no lo anticiparon, y la policía local, con sus propios francotiradores, esperaron a que disparara, antes de abatirlo. Uno se pregunta si fue un lobo solitario, o si respondía a algún tipo de organización… local o extranjera.

Y uno debería pensar en quienes son los que hacen este tipo de ataques, y muy posiblemente tengamos que investigar por el lado de Irán… que es el sospechoso de siempre. Y lo más probable es que termine estando relacionado de alguna manera. La cadena de complicidades hace que quien estuvo detrás contara con que abatieran al tirador, pero solo después de haber cometido el magnicidio… que la providencia hizo que no fuera exitoso.

Ese hecho, parecido a lo de Bolsonaro con la puñalada en el estómago que casi le cuesta la vida, prácticamente le garantiza la victoria y el regreso a la presidencia de Donald Trump. Para bien o para mal, parece que ese será el escenario para las elecciones de noviembre.

Casi en paralelo, el editorial del periódico Iraní Tehran Times, manejado por el gobierno de Irán, amenazó a Javier Milei, con una fuerte amenaza para el gobierno argentino en la que cuestiona su acercamiento a “la primera línea del escenario anti-Irán de la red sionista internacional”, y le advierte que el régimen teocrático “le hará lamentar” su enemistad “en el momento adecuado”.

Lo cual, tratándose de terroristas, no puede ser tomado a la ligera y debería generar algunas acciones protectivas, con énfasis en Bolivia y Venezuela, dos países que tienen lazos muy cercanos con Irán, especialmente en el ámbito militar y de inteligencia.

Habrá que ver cómo reacciona el gobierno argentino con respecto a Bolivia y su relación con Irán, más ahora que ingresó como miembro pleno del Mercosur. Ahí debería haber unos límites, así como lo es la democracia; la alianza con Irán debería ser un límite para pertenecer al Mercosur.

Pero claro… ahí está Brasil cuyo presidente, sostiene posiciones ambiguas, pero de apoyo a Rusia, China e Irán, y se caracterizó por un enfoque de cooperación y diálogo, defendiendo el derecho de Irán a llevar a cabo investigaciones nucleares pacíficas y manteniendo relaciones diplomáticas normales a pesar de las sanciones internacionales. Sabiendo, como sabemos todos, que lo que quieren es una bomba para hacer desaparecer a Israel.

Si bien la relación de Brasil con Irán no es tan cercana como las de Bolivia y Venezuela, hay que estar atentos y cuidar también esas fronteras porque ellos no van a hacer mucho para proteger al presidente argentino; como sí lo harán Paraguay y Uruguay que se han manifestado en contra de ese terrorismo. El mismo terrorismo que voló la AMIA y la embajada de Israel, ambos en Buenos Aires, fue el del ataque del 7 de octubre pasado en Israel.

En cuanto al pueblo palestino que el mundo progresista defiende y coloca como víctimas de Israel, no debe perderse de vista que Hamás funciona como si fuera la fuerza armada de Palestina. Porque todos los que atacaron Israel en forma sangrienta el año pasado fueron palestinos. Y en su propia tierra son protegidos por los civiles que les dan cobijo y les permiten y ayudan a que usen como escudos, hospitales y escuelas. Y no se ve que hagan nada para denunciarlo o evitarlo… porque, en definitiva, esa diferenciación entre palestinos civiles inocentes y palestinos armados y terroristas, es un eufemismo que, si Israel lo “comprara” pues lo atacarían una y mil veces más.

En cuanto a la situación de Joe Biden sobre si continúa o no su carrera a la reelección, es posible que en este mismo fin de semana ya se produzca la decisión. Las posibilidades de retirarse parecen más altas que las de quedarse. Y allí tendrán que decidir quién queda en la carrera, que será difícil que en tan poco tiempo logre posicionarse para enfrentar a Trump, quien, por cierto, abrió el abanico de base al incorporar como su vicepresidente en la fórmula al joven senador de Ohio J.D. Vance, político conservador, ex veterano militar, empresario inversor de capital de riesgo y autor del best seller «Hillbilly Elegy».

Para Venezuela, la presidencia de Trump profundizaría las sanciones si para ese momento Maduro hubiera sido reelegido. O sea que, en este momento, el rol de EE UU es como una transición, con capacidad de hacer algunas propuestas protectivas al chavismo si se dispusiera a entregar el gobierno; porque si ganara Edmundo, el apoyo de Trump a Venezuela sería importante y el país, casi milagrosamente, podría comenzar a despegar.

Tal vez esa sea una razón de peso para que Maduro logre algún acuerdo personal ahora que son más abiertos a escucharlo que lo que ocurriría si Trump tuviera que tomar esa decisión. Pareciera que los planetas se alinean para que gane la oposición.

Recomendación

  • Al gobierno: que prepare una propuesta de reestructuración del Estado, para que sea aplicada a partir del 10 de enero del 2025. De forma tal de comenzar a transitar el camino al equilibrio fiscal, al conjunto de pasos y alcabalas, trámites, registros y solvencias que hacen que el estado sea excesivamente burocrático e intervencionista, y flexibilice el flujo de la actividad privada, personas y empresas. Para tener un estado más pequeño y que funcione mejor y que cueste menos;
  • a la dirigencia opositora: que revise su plan B, por si el escenario es el número 2, y se prepare para asumir las acciones correspondientes en caso que se presente alguna situación que no refleje la voluntad popular, que todo indica que no será favorable al chavismo. Revisar el caso de Capriles vs Maduro en 2013, para identificar las lecciones aprendidas. Qué es lo que se debe hacer y también lo que no se debe hacer; y
  • a la dirigencia empresarial: que haga un compendio de las medidas económicas que debería tomar quien gane las elecciones, y las coloque sobre el radar en esta última semana. Que se aleje de la política y se concentre en mantener la integridad del sector empresario. Porque si se diera el segundo escenario, seguramente vendría acompañado de radicalización económica. Y si se diera el tercer escenario, es bueno que el empresariado ya haya presentado su hoja de ruta. El momento es ahora.

 

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