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La educación es la principal fuente de prosperidad

Al educar a las nuevas generaciones, debemos tener conciencia de que estamos influyendo en el futuro de la patria.

Algunos de nosotros tuvimos el privilegio de estudiar en la universidad. A la mayoría de nuestros padres, en cambio, no les fue posible o quizá las circunstancias les permitieron alcanzar solo algún grado de educación primaria.

Mis padres, migrantes libaneses, fueron acogidos por este maravilloso país a mediados del siglo pasado y, gracias a su esfuerzo y a la generosidad del pueblo de San Ramón, donde instalaron una tienda, nos dieron educación a sus seis hijos: tres hombres y tres mujeres.

Cuando comparo las oportunidades que mis hermanos y yo obtuvimos en la vida con las de mis padres y abuelos, reconozco con claridad el poder de la educación para cambiar vidas y ofrecer condiciones jamás imaginadas por las generaciones anteriores.

La educación nos ha permitido disfrutar de una vida de bienestar y progreso, no solo a nosotros mismos, sino también a nuestros hijos, nietos y otros que nos rodean. Gracias a la educación, hemos aportado a la sociedad en las áreas que cada cual eligió.

La gran mayoría de los costarricenses, en las décadas de los 60 y 70 y más, fuimos a escuelas y colegios públicos, independientemente de nuestra condición socioeconómica; allí recibimos una educación de calidad que nos facilitó el ingreso a la universidad y convertirnos en profesionales. Hago esta referencia porque la educación gratuita y de calidad que nos dieron fue el mayor regalo para una vida digna y de oportunidades.

A veces pensamos que la riqueza de una nación está en sus recursos naturales, la energía que produce, el oro o sus diamantes, la belleza natural de sus montañas, lagos, mares o volcanes. No cabe duda de que eso ayuda a la prosperidad, pero lo más valioso de una nación es su gente. Es la que la hace grande y, también, la que puede hundirla en la decadencia cuando no cuenta con una formación integral para tomar decisiones correctas.

Por eso es tan importante cuidar a la población para que sus miembros ejerzan una ciudadanía educada, acertada, solidaria y responsable. La educación es la principal herramienta que tenemos para que el país alcance un desarrollo que provea al conjunto de la sociedad una vida digna, saludable y en paz.

En años recientes, los análisis y las evaluaciones internacionales muestran un grave deterioro en la calidad de la educación: exclusión creciente, resultados académicos sumamente pobres y desmejora en matemáticas, lectoescritura y lengua extranjera, carencia de instalaciones adecuadas y material didáctico, programas obsoletos y falta de capacitación, ausencia de evaluación periódica y objetiva de la labor docente, y un vacío en la formación cívica, ética y en valores. Parecemos haber olvidado la inmensa relevancia de la educación.

Si nos preocupamos por brindar educación de calidad, enfocada en el éxito de la comunidad estudiantil, si les ofrecemos la mejor manera de aprender y una formación integral que incluya arte, deporte y, sobre todo, valores humanos y cívicos, la ciudadanía se convierte en la verdadera y más poderosa fuente de riqueza nacional. Pero solo es posible si contamos con una política educativa consistente, si ponemos el sistema de educación en el centro de los planes de desarrollo, con una visión a largo plazo, de manera que no esté sujeta a cambios en cada período gubernamental; y si nos aseguramos de que los educadores estén bien formados, bien remunerados, comprometidos con la enseñanza y la formación de valores, que tengan vocación, sean evaluados periódicamente y estén dispuestos a mejorar su trabajo cada día.

Sin duda, los educadores son pieza clave en el desarrollo, ya que, después del hogar, son quienes guían a nuestra niñez y juventud hacia un futuro prometedor para ellos y el país. En Costa Rica, hubo un tiempo no muy lejano en el cual maestros y profesores gozaron de gran respeto en nuestra sociedad. Existían las escuelas donde se preparaban para su misión docente.

El término maestro es muy significativo: el que comparte conocimiento, conociendo las fortalezas y debilidades de los alumnos. Independientemente de si es en la educación primaria, secundaria o universitaria, es quien nos motiva a pensar críticamente sin esperar que el alumno repita lo que el docente dijo en la clase y ofrece ejercicios para que el alumnado descubra también el conocimiento.

De esa manera, le permite fallar y lo ayuda a levantarse haciéndole comprender que el caer es una manera de aprender, ayudándole a conocer sus propias limitaciones y sus fortalezas, y a apoyarse en las condiciones personales para crecer y superarse.

El maestro es aquel a quien el alumno respeta y considera un mentor y modelo, no solo por sus conocimientos, sino sobre todo por sus valores y comportamiento. El maestro es consciente de que tiene como alumnos a los líderes del futuro y debe inculcarles el respeto mutuo, la capacidad de respetar otras opiniones y que en vez de competir deben apoyarse unos a otros para la superación de todos.

La enseñanza entonces va más allá de educar en las materias tradicionales. Consiste en formar integralmente al estudiante e inculcarle los valores fundamentales que debemos tener como seres humanos para vivir en sociedad de manera civilizada, como la honestidad, el respeto y la capacidad de aprender de nuestras diferencias, la solidaridad y el amor, que es el valor más grande y que nos puede proteger del odio y la violencia.

Al educar a las nuevas generaciones, debemos tener conciencia de que estamos influyendo en el futuro de la patria. El educador y, mejor, el maestro, es pieza clave de nuestro mañana.

Costa Rica era alabada por la abolición del ejército y por su ejército de educadores. Hoy debemos reafirmar su papel. Si los educadores están comprometidos, bien preparados y son apoyados para realizar su labor, se convierten en la principal fuente de bienestar social, paz, progreso y oportunidades para todos. La buena educación debe llegar a todos los rincones, especialmente a las regiones marginadas económica y socialmente.

Deberíamos tener instalaciones adecuadas y educadores formados con excelencia y comprometidos con su noble profesión. Si logramos tal formación de excelencia, nuestro porvenir está asegurado. No hay mejor inversión que aquella que hacemos en la educación del pueblo. Costa Rica tiene un 8% asignado a la educación; deberíamos asegurarnos de que esos recursos sean bien invertidos y que la educación pública sea de la mejor calidad. Esto nos salvará de la debacle.

jzaglul24@gmail.com

Presidente emérito de la Universidad Earth y presidente de Global Confederation of Higher Education Associations for Agriculture and Life Sciences.

La educación es la principal herramienta que tenemos para que el país alcance un desarrollo que provea al conjunto de la sociedad una vida digna, saludable y en paz. Foto ilustrativa.

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