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Obispos ante el 28J

“El día 28 de julio debe ser un día de fiesta democrática”. ¿Quién lo dice? Los obispos de Venezuela reunidos en asamblea plenaria, mediante su mensaje titulado Caminar juntos con esperanza (11.7.2024). Al hacer esta invitación, ellos no ignoran que hay profetas del desaliento (para quienes “nada se puede hacer”, “nada cambiará”) y que el […]

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“El día 28 de julio debe ser un día de fiesta democrática”. ¿Quién lo dice? Los obispos de Venezuela reunidos en asamblea plenaria, mediante su mensaje titulado Caminar juntos con esperanza (11.7.2024).

Al hacer esta invitación, ellos no ignoran que hay profetas del desaliento (para quienes “nada se puede hacer”, “nada cambiará”) y que el acontecimiento de julio “es un proceso electoral atípico, en el que no hay igualdad de oportunidades para todos”. Pero sobre todo manifiestan la confianza en Dios, reafirmada con la cita del profeta Isaías: “No temas, porque yo estoy contigo; no te desalientes, porque yo soy tu Dios. Te fortaleceré” (Is 41,10). Y al final del mensaje invocan a Dios, Trinidad Santísima, y a la Patrona nacional, María de Coromoto, para que inspiren mentes y corazones y así “tomar el camino más certero en los próximos años de vida democrática en nuestra patria”.

Los obispos manifiestan ser bien conscientes de la situación del país al recordar: la “grave crisis que golpea al pueblo”, “deterioro constante en los sistemas educativo, alimentario, de salud, de servicios públicos, de participación ciudadana, de justicia y de libertades tipificadas en la Constitución Nacional” y una autorreferencialidad de instituciones públicas que sirven “sólo a una parcialidad política”. A esto añaden “la persecución y el hostigamiento a quienes facilitan instrumentos necesarios para las concentraciones y la libertad de movimiento de candidatos con opciones diversas a la opción gubernamental”, de modo que “es desleal y falta de toda ética política lo sucedido hasta ahora”. Pudieran haber agregado aquí el drama de los presos políticos, que habían denunciado ya anteriormente.

A dos instituciones públicas claves en el proceso electoral hacen los obispos exigencias muy concretas: a la electoral y a la militar. Al Consejo Nacional Electoral lo emplazan: “Es hora de que ejerza su autonomía e independencia (…) y vele por un acto electoral ajustado a la Constitución Nacional y normas electorales. No pueden quedar dudas del proceso y de los resultados en bien de la paz y serenidad del pueblo venezolano”. Y a la Fuerza Armada, cuyo papel “es fundamental como garante de la institucionalidad democrática (…y) su misión consiste en servir al pueblo soberano, respetando y haciendo respetar la voluntad popular expresada en el voto, y garantizando el orden y la paz en todo el territorio nacional”.

La especial importancia de estas elecciones presidenciales la pone de relieve el Episcopado cuando afirma: “En el próximo período de gobierno hay retos de primer orden para quien salga elegido: la reinstitucionalización del Estado y del país, promover la separación de los poderes del Estado, la promoción y respeto a los derechos humanos, el diseño de una nueva economía que genere puestos de trabajo y salario digno, el mejoramiento de los servicio públicos, reconfigurar el sistema educativo (…) fortalecer el sistema de salud para una atención digna y eficaz a los enfermos, luchar contra la pobreza y la corrupción, promover el respeto a las libertades ciudadanas y de expresión”. A esto podríamos añadir: repoblar el país procurando el regreso de tantos y el cese de la masiva emigración.

Elogio de la democracia y valoración de la política. Son dos aspectos de particular insistencia en el documento episcopal. Y fundamentales para la refundación del país. En este sentido los obispos subrayan la necesidad de una efectiva participación ciudadana y la obligación moral que esto implica; citan oportunamente advertencias y recomendaciones del papa Francisco. Se recalca el reto de un serio compromiso para hacer de la política “una herramienta para el progreso y la convivencia solidaria”.

Cuando los obispos venezolanos invitan a convertir el 28 de julio en “un día de fiesta democrática” no lo hacen en un arranque de entusiasmo y deseo superficiales, sino conscientes de la gravísima crisis nacional y de los desafíos que esta plantea; pero también y sobre todo confiados en el auxilio divino y en las potencialidades de nuestro pueblo para retomar su vocación y obligación de soberano democrático.

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