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‘Spirit of Japan’, viaje inmersivo al arte nipón que más influyó en Occidente

Abc.es 

Japón ya no está al otro lado del mundo. La influencia nipona , primero de forma lenta y constante, y después de manera conquistadora, se ha hecho con los lugares más remotos. El arte japonés de la estampa es canónico, y pocos saben que los cuadros del salón de casa, orientados al sol naciente, forman parte de una cuidadísima escuela del pincel , el movimiento denominado Ukiyo-e. Por aquí se reflejan instantes de inmortalidad, como propusieron maestros de la talla de Hokusai, y otros no tan voceados como Utamaro o Kunisada, responsables de obras que están en el hipotálamo de todo aquel que disponga de una mínima sensibilidad artística. Es lo que se conoce como un «mundo flotante», la felicidad de un momento fugaz en contraposición a las sombras. El Ukiyo-e usa las técnicas del grabado, con una delicadeza de la que Europa aprendería, especialmente tras el periodo histórico de la Restauración Meiji , en 1868, cuando se popularizó el uso de planchas con la implementación de tecnología fotográfica y de impresión. Cierto que los nombres pueden no sonar, pero son un nutrido grupo de autores los incluidos en la muestra ‘Spirit of Japan’ los que reconquistan, desde el pasado 24 de este mes, un espacio; un espacio más allá de las pupilas, el de la conexión espiritual con el país asiático. El proyecto expositivo que propone el Nomad Museo Inmersivo (Gran Vía, 78) está conformado por cerca de 400 obras, replicadas a tamaño gigante, y procedentes de veinte pinacotecas alrededor del globo. Y si la pieza evoca, los organizadores, con todos los avances posibles, contribuyen a una experiencia que trasciende a la propia pintura. Una pintura que, hay que recordar, dejó su huella en el impresionismo europeo, en las vanguardias y en otras artes. Un detalle que no dejará indiferente al ojo bien entrenado. En Nomad, el visitante podrá asistir a todo un viaje que principia en la naturaleza lírica de los maestros del pincel con proyecciones ultrasensoriales que evocan los cerezos en flor, el océano reflejado en la conocidísima ‘La gran ola’ de Hokusai, la que se exhibe en el Metropolitano de Nueva York, mientras que suena ‘La Mer’, de Debussy. Japón, su arte, refiere no sólo a su naturaleza, y así se lleva al espectador por el ancestral país de las geishas, por el baile de guerra de los samuráis al son del sempiterno tambor que atruena para que todo sea más hiperrealista si se puede. Llamas en la oscuridad, el sonido envolviendo el lugar. Japón fijó sus tipos en la segunda mitad del XVII, y así nació lo que la Historia del Arte, más adelante, conocería como japonismo. Los turnos de acceso van de diez de la mañana a tres y media de la tarde, y de cuatro a ocho y media. Las entradas, de las que el costo individual es de 19,50 euros y la reducida de 16,50, dispone de paquetes especiales para involucrar a los restantes miembros de la familia. Spirit of Japan, se ha insistido, conforma una sinfonía en la que Japón, al menos el Japón icónico que conocemos, aparece en su esencia. Y lo permiten tecnologías de última generación reflejando una cosmología pictórica en la que se adivinan, ya, las influencias del manga. Esta instalación ha recorrido medio mundo; desde Tokio a Sao Paulo. De Montreal a Milán y Shanghai.

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