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La España espontánea

Abc.es 
Casi todas las tardes, por estas fechas, aquellas televisiones culoncias emitían corridas de toros en el fúnebre blanco y negro que amortiguaba el rojo de la sangre. Mientras trasteaba con alguna novela de Karl May o así, mi madre nunca se las perdía. Sólo despegaba la napia del papel según la intensidad de los grititos maternos. Un grito ronco de puro miedo indicaba que el cornupeta había volteado al matador hacia la órbita de Marte. Otro que segregaba un tono como de emoción contenida reportaba una embestida furiosa que había arrollado al caballo blindado junto al picador, mandándolos a besar la arena. Pero el gritito agudo que alcanzaba la frontera del barrio afirmaba que un espontáneo había saltado al ruedo... Ver Más

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