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28 de julio: el día "V", por Ramiro Escobar


                                 28 de julio: el día

“Si el sentir ciudadano venezolano mantiene su olfato, mañana Maduro perderá los comicios”.

Mañana son los comicios presidenciales en Venezuela y, si las encuestas no fallan y el sentir ciudadano mantiene su olfato, Nicolás Maduro va a perder. Es muy poco probable que voltee la tortilla, o que protagonice una remontada milagrosa. Y es muy tarde para que ponga en marcha una maniobra de último minuto. Si lo hace, se expone al ridículo regional y global.

Tan inminente parece su derrota que incluso Lula, Petro y Boric, quienes nunca han criticado a Maduro de una forma ‘mileista’ (es decir, rabiosa), han tomado distancia de él. El gobierno bolivariano se está quedando sin amigos, sin aliados, sin devotos. Nadie se quiere comprar su paquete, su prédica. No es negocio político, ni siquiera para la izquierda más ilusa.

¿Qué hay al otro lado del Arauca vibrador si, finalmente, el madurismo queda pulverizado en las urnas? Lo que se vendría entonces sería una transición, que va a ser dolorosa y difícil, aunque necesaria. Previendo el escenario, el candidato de la oposición, Edmundo González Urrutia, ha dicho que no habrá revanchismo. Tal entrelínea hay que leerla con calma.

Que no haya retaliación no significa que no tenga que haber justicia. Ha habido tal manto de secretismo en estos años, tal captura del poder, que los chanchullos del ‘Socialismo del siglo XXI’ deben ser multitud. La oposición, en caso de que triunfe, tiene que ser generosa, aunque haría mal en negociar una total impunidad. Sería un papelón internacional.

Quizás sea inevitable que haga algunas concesiones, pero no borrón y cuenta completamente nueva. Tiene que hacer la diferencia no solo promoviendo un comportamiento limpio en la administración pública; al mismo tiempo, naufragaría si pretende tumbar los programas sociales del chavismo, que hasta ahora generan una lealtad social que nunca supo entender muy bien.

Una oposición bolivariana, además, será durísima. Tan dura que la transición se puede tornar invivible con un gobierno herido. Pero incluso si, por un prodigio de los espíritus, Maduro tiene su último balón de oxígeno electoral -cosa improbable-, el día después no puede ser igual para Venezuela. El fin del régimen ha llegado. De un solo porrazo electoral o en cámara lenta.

(*)Profesor de la Pontificia Universidad Católica del Perú

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