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Noche de jazz y arte: Max Esquivel presentó ‘Formas’ en el Teatro Nacional

En San José decide dejar de llover cuando quiere. La noche, después de la llovizna gris del día, está mucho más fresca y fría que de costumbre.

Al teatro no se debe llegar tarde y, al igual que nosotros, del mismo parqueo -que además estaba a tres cuadras- corrían varias personas para llegar a tiempo. Ingresamos al Teatro Nacional por la puerta trasera, en el buen sentido de la frase, pues teníamos acceso a los camerinos y más cercanía con la vivencia de los músicos tras bambalinas.

Entramos, buscamos nuestros asientos y dio inicio el concierto. No convivimos mucho.

Nos encontramos a Max Esquivel, eso sí, cuando salía del backstage, de camino a la tarima, a escasos cinco minutos de empezar. Caminaba sonriente con una camisa azul de botones y saco negro. Estiró los brazos, tomó las esquinas de su saco, lo extendió unos centímetros hacia abajo y al mismo tiempo preguntó a los que caminaban por el pasillo: “¿Qué pasó?¿Estamos listos o qué?”.

Algo más conversó y algunas otras cosas le preguntaron sus compañeros y equipo de producción. No alcanzamos a escuchar la conversación, seguimos hacia los pasillos laterales del recinto; los que llevan a las galerías y que dan a los baños.

Se apagaron las luces y la palabra “formas”, con una tipografía poco habitual, hecha a mano, empezó a tomar lugar en la pantalla del escenario.

A cargo de esta tipografía y las artes visuales, estaba el pintor costarricense Pablo Vargas Unfried, reconocido por su habilidad en murales y formatos a gran escala.

De hecho, nos topamos con Vargas en la entrada y ahí caímos en razón que el concierto podría ser diferente. Es sabido que desde hace unos años para acá, el artista colabora con su distinguido “live painting” en la escena musical, e incluso a veces lo podemos encontrar en funciones del Teatro al Mediodía.

Salieron los músicos y empezó el descontrol. Parecía que se armaban las piezas del rompecabezas tirado en la mesa. Unas por aquí, otras por el suelo y aquella que todavía no aparece. Todo muy ecléctico.

Pero empezó el fuego; el quiet fire, que llaman. La tarima se tiñó de rojo, morado y azul; y con la música avanzaron las figuras en la pantalla.

Los primeros aplausos vinieron después del solo del baterista Nomar Negroni, quien siguió de manera magistral a lo largo de todo el concierto y aunque no fue el único solo que desató, fue el primero que se llevó la admiración del público. Ya la gente estaba feliz, justo para terminar la canción que le dio inicio al asunto.

Y sí, al inicio no hubo introducción “formal”, pero al terminar este primer tema, Max saludó a la audiencia y explicó que Wiköl, nombre de la canción, es una palabra BriBri que significa el alma del ojo derecho.

“Ellos creen que Wiköl es el alma que ronda el mundo cuando soñamos, y que por eso soñamos”, comentó.

Una versión distinta de Abril, de Malpaís, fue la segunda pieza. La melodía principal la interpretó Chris Ferrari con su sax tenor y, en definitiva, no tuvo nada que envidiarle a la voz original. Olvidemos que la banda reinició el tema porque perdieron la cuenta al entrar. Todo bien, hasta las cosas más sutiles tienen su grado de complejidad.

El concierto empezó a tomar un tono más personal a partir de la tercera pieza, cuando Max le cuenta al público que es una dedicatoria para sus tres hermanos y para sus mejores amigos, que particularmente son trillizos.

Pero también se tornó personal cuando el ganador del Grammy Latino, Felipe Fournier, con un solo excepcional, cual gambeta de Ronaldinho contra todo el Bernabeú en noviembre del 2005, explotó el vibráfono y puso a la tribuna a gritar.

Por favor insertar ovaciones, gritos, cánticos y chiflidos de los buenos.

La presentación del álbum continuó dentro de una exploración sonora que generaba a veces la sensación de transportarse por diferentes culturas. Con Cafezinho, finalmente vimos a Max, él solito, deslumbrar con sus primeras improvisaciones de la noche en el bajo, pero también pudimos disfrutar de los primeros desplantes repentinos del virtuoso pianista Gabriel Chakarji.

“Y nos fuimos para Brasil”, gritó el bajista.

Nosotros lo vimos todo desde la luneta, sentados hacia la izquierda y acompañados, a ratos, por el fotógrafo del evento.

Tulipán disminuyó un poco la velocidad de las cosas. Max comentó que era una canción de amor para Irene, su esposa.

“Este es un tema dedicado a las dos mujeres más importantes de mi vida; mi hija y mi esposa”, resaltó el músico.

Además, para este momento, ya habían bajado las luces y casi se podía sentir la briza de afuera. Como esperar sentado y sereno a que pase la lluvia en el cobertizo de la casa. Y no sería nada raro que Chris Ferrari y su sax jugaran un papel importante otra vez con una melodía romántica.

Más adelante, mientras avanzaba el espectáculo y gracias a las habilidades del pintor en vivo, el escenario semejaba un enorme lienzo pintado con acuarelas desbordadas. Con celestes, amarillos y blancos que tomaron la decisión que quisieron, casi que en un movimiento improvisado.

Y así, conforme se acerca el final del concierto, comprendemos que el álbum Formas combina la complejidad rítmica de la música latina con los elementos de improvisación del jazz, enriquecido por los ritmos funk y las melodías emotivas de la música mundial entregados en las composiciones originales de Max Esquivel.

Esta combinación crea un sonido único que es tanto atractivo como innovador. Ofrece algo para cada oyente, especialmente para los amantes del jazz y los entusiastas de los géneros musicales diversos.

La presentación en vivo de Formas, nuevo material de Max Esquivel, fue un recorrido por el museo mientras escuchamos a Pat Metheny en los auriculares. Tal vez, fue como ver la portada de sus discos. Una recopilación de sonidos del mundo. Un collage de figuras, formas y colores.

Como expresó el bajista, “una forma de conectar con las personas”.

Max Esquivel es un productor, músico y compositor latinoamericano aclamado por la crítica, quien ha deslumbrado a la escena musical internacional durante más de una década. En el 2012 y con 25 años, lanzó su primer disco como líder, titulado Max Esquivel Quintet y por el que levantó el premio ACAM al Mejor Álbum de Jazz 2012 - 2013.

Ahora, su nuevo proyecto incluye en la banda a reconocidos artistas como Yorán Vroom en la batería, Itai Weissman en EWI, Julia Perminova al piano, Siebren Smink en la guitarra y Hila Hutmacher en la voz.

Igualmente, es de suma importancia mencionar que este álbum cuenta con una estelar alineación de músicos invitados internacionales como Fareed Haque en la guitarra, Antonio Sánchez en la batería, Claudia Acuña en la voz, Diego Urcola en la trompeta y Chad Lefkowitz a cargo del saxo tenor.

Formas no solo destaca la improvisación y la esencia del jazz, sino que también realiza una profunda declaración artística. Desafía los límites convencionales y avanza en la expresión musical de Centroamérica. Desde el 1.° de junio, la nueva producción está disponible en todas las principales plataformas digitales desde el primero de junio.

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