La penúltima baza
Si Puigdemont tuviera tan claro que ahora es el momento de volver, ya lo habría hecho. Pero no lo tiene, pues nadie sabe exactamente qué sucedería si se plantase en la frontera mañana mismo y, por tanto, nadie conoce a ciencia cierta qué impacto podría causarse en las percepciones de la opinión pública y en las estrategias de los principales actores políticos
Puigdemont confirma que regresará a Catalunya para el debate de investidura: “Sólo un golpe de Estado me lo impedirá”
Tres campañas electorales después Carles Puigdemont sigue haciendo de su retorno como President su programa. Como los protagonistas de las campañas navideñas de El Almendro anuncia su vuelta a casa para las fiestas, pero con la diferencia de que él no acaba de llegar y se va enfriando la cena y calentando el cava.
Funcionó bien la primera vez porque se logró preservar la mayoría absoluta, regular la segunda porque se perdió la Presidencia y peor de lo esperado la tercera porque se iba a por la victoria y no se logró ni el empate. Cómo funcionaría una cuarta campaña proclamando la vuelta de Puigdemont se antoja toda una incógnita; especialmente después de haber agotado todos los gestos simbólicos imaginables para acreditar la veracidad de la promesa durante la última. Lo único seguro es que, a estas alturas, Pedro y el lobo se habrían rendido hace tiempo y le habría pasado el testigo de la moraleja.
Si Puigdemont tuviera tan claro que ahora es el momento de volver, ya lo habría hecho. Pero no lo tiene, pues nadie sabe exactamente qué sucedería si se plantase en la frontera mañana mismo y, por tanto, nadie conoce a ciencia cierta qué impacto podría causarse en las percepciones de la opinión pública y en las estrategias de los principales actores políticos. De hecho, esa incertidumbre constituye su principal baza a día de hoy y la está jugando a conciencia.
La incertidumbre juega a su favor, pero el tiempo corre en su contra. La inseguridad del acuerdo entre socialistas y republicanos para investir a Illa le da a Junts un punto de presión que está aplicando a fondo tumbando el techo de gasto y a Puigdemont la llave de paso para apretar con la expectativa de su regreso. El problema reside en que esa capacidad de presión tiene fecha de caducidad, como bien sabe Marta Rovira, quien quiere incluso acortar el plazo legal acelerando el político.
En un mes, cuando haya que proponer candidato o repetir comicios, se habrá acabado la incertidumbre y con ella la patente de corso que le permite hoy a Junts votar con el PP y Vox mientras se queja de que no se esté aplicando la amnistía y acusa a Salvador Illa de ser el candidato del 155. Responsabilizar a Pedro Sánchez de la resistencia judicial a aplicar la amnistía mientras el juez Peinado prepara su raid en la Moncloa no parece una estrategia alternativa viable.
Carles Puigdemont afirmó en campaña que, o volvía para ser President, o se iba a su casa. Ahora es rehén de unas palabras que nadie le pidió que pronunciase. Acaba de jugar su penúltima baza para evitar irse a casa. Le queda la última: plantarse en la frontera y esperar a que los jueces del Supremo acudan puntuales a la cita aunque sea agosto.