La venganza en la báscula de Rodrigo Conde y Aleix García
A veces, dar un paso atrás es el mejor camino para ir hacia delante. Es lo que están viviendo Aleix García y Rodrigo Conde , clasificados en la final de doble scull tras ser segundos en su serie solo por detrás de Países Bajos, después de que el gallego tomara una decisión muy dura hace tres años: renunciar a los Juegos de Tokio 2020. Mientras muchos deportistas de todo el planeta apuraban los plazos para conseguir plaza o ponerse en el pico de forma adecuado para los Juegos de la pandemia, Conde (Moaña, 26 años) anunció en febrero que no iría a la capital japonesa. La pandemia había trastocado todos los planes. De un periodo fantástico de marcas, resultados y velocidad, a un parón y un aplazamiento de torneos y puestas a punto que marcó el inicio del calvario. A pesar de tener una de las preciadas plazas, el gallego no estaba en condiciones de subirse al doble scull ligero con su compañero Manel Balastegui para competir. La razón era de peso: la que exige esta modalidad en la que la embarcación tiene unos límites y los remeros también: 70 kilos. Y a pocos meses de la cita, Conde, al que siempre había costado encontrar el límite, como a todos los de esta disciplina, se encontró con una muy mala noticia: «La dieta me está sentando bien, estoy más fino que nunca y me encuentro mejor físicamente que nunca. Pero he pesado 79 kilos con un 7 % de grasa. Eso quiere decir que me quedan cinco kilos de grasa corporal y tendría que perder nueve», explicaba en aquel momento. Y para llegar a esos 79 ya había hecho de todo, casi hasta perder la cabeza. «La única manera que tengo que llegar al peso es deshidratándome mucho mucho mucho. Eso me produce estar mal conmigo mismo, con los demás. No ser yo. Soy una persona superalegre, feliz. Me he cansando de pasar por estas cosas», confesaba añadiendo que llegó a sufrir insomnio y ataques de ansiedad cada vez que tenía que enfrentarse a la báscula después de todos los esfuerzos. Y esas pruebas médicas todavía le decían que no había logrado su objetivo. Los esfuerzos pasaban por medir cada ingrediente, «reducir el número de comidas, las cantidades, comer mucho menos», hasta que se puso en manos de un nutricionista, pero, sobre todo, los que pasaban por «salir a remar abrigados con dos o tres capas para sudar», pesarse antes de entrenar y beber agua después en función de otro paso por la báscula, y hacer bicicleta en una sala con «la calefacción y el aire caliente a tope, a 40 grados con capas y capas de ropa» para sudar. Unas condiciones por las que no quería volver a pasar porque, por mucho que se exigiera, el cuerpo tiene sus propios mecanismos, y te pasa luego la factura de lo que le haces, sobre todo en excesos como tener que perder tanta masa muscular. Además, mantener más tiempo las locuras como permanecer deshidratado o pensar en cada momento si podía beber un vaso de agua no le garantizaban que cumpliera los kilos y los plazos. «La categoría ligera tiene la exigencia de que tienes que dar un peso, máximo 70. Rodrigo tiene una calidad muscular muy buena que le exigía mucho sacrificio para el peso. Renunció y el tiempo le ha dado la razón», explica a este periódico el seleccionador. Porque el campeón del mundo sub-23, prefirió disfrutar del camino, y no llegar a Tokio «pasándolo mal a nivel psicológico». Se bajó de la embarcación ligera para seguir disfrutando del remo. Se subió al doble scull, con Aleix García y recuperó la sonrisa: plata mundial en 2022, aunque la presión los bajó al quinto puesto en la cita internacional de 2023. Pero le han puesto remedio a esas situaciones de estrés y han puesto rumbo a la final en este París 2024. Tenía una deuda con los Juegos que le apetecía saldar. Hubo tanto sufrimiento físico y emocional que solo podría compensarse con el mejor resultado posible. Por el momento, peleará por las medallas con Aleix García el día 1. Y quién sabe si el remo español volverá a tener una medalla olímpica cuarenta años después. A veces, dar un paso atrás sirve para auparse a cualquier podio.