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Simone Biles vuelve a tocar el cielo en el salto

Abc.es 

Nada más caer, Simone Biles (27 años) ya sonreía. Sabía que le había salido bien ese primer salto, su Biles II, con el que deslumbró al personal, como suele hacer siempre esta gimnasta superior. Es tan expresiva que se le nota enseguida cuándo le va bien y cuándo le va mal. Si en Tokio todo eran caras largas, en París empieza a dibujar una sonrisa de oreja a oreja porque son tres oros ya, volviendo al lugar que le corresponde, recuperada la primera posición en este elemento, y del que salió hacia tres años empujada por los fantasmas, no por las rivales. Que duele más porque la recuperación es más difícil. Biles también es expresiva en cuanto sale al pabellón. No por lo que dice, sino por lo que no dice. A su rollo, de pocas palabras, sin demasiada interacción con sus compañeras esta vez, que el oro es individual, y se centra en lo que puede hacer. Que tiene suficientes demonios encima de la cabeza como para estar pendiente de cualquier otra cosa. Es ella contra la gravedad, contra la presión, contra un potro con el que se impulsa en el primer salto hasta el cielo, recoge el oro, y cae con una recepción doble porque la energía la lleva medio metro para atrás. Se puede calibrar la diferencia con sus rivales por dónde apoya las manos en el potro y por dónde cae en ese salto estratosférico con su nombre (Biles II) que puntúan con 15.700 (6.4 en dificultad y 9.4 en ejecución, con una décima de penalización). Es el ejercicio más difícil de la gimnasia artística femenina y se explica de forma técnica así: Yurchenko con doble carpado, pero que se escenifica con la altura, casi tres metros, y con esos apoyos de las manos y los pies. Casi le falta elemento en el que coger altura, tan atrás como pone las manos. Casi le falta elemento para hacer la recepción, más allá de la segunda colchoneta en su primer golpe con los pies, y casi la tercera por esa inercia que la arrastra hacia atrás. El segundo salto conlleva menos dificultad (5.6) y lo ejecuta un poquito peor que el primero. Ya se ha demostrado quién vuelve a reinar en este elemento y no quiere preocuparse por más. Un 14.900 que es más que suficiente para una nota final de 15.300. Y que lleguen las siguientes. También en este segundo salto sonríe antes de que la gravedad se imponga. Porque se ha deshecho de sus rivales internos y sabe que es mejor que los externos. «Estoy superemocinada de lo que estoy logrando. Me encanta que haya atletas que me hagan sacar lo mejor de mí, que pueda exprimir mis mejores aptitudes», comenta la estrella estadounidense: rivales que la fuercen a ser mejor, y dos oportunidades más para llevarse a casa los oros que se le quedaron en Tokio. Para ser más Biles todavía. Aunque menos, que no necesita alcanzar los 15.966 de Río, que hace apenas un año que comenzó a volver a entrenar en serio. Y que hay cosas más importantes, como saber dónde está el suelo y el techo, y disfrutar del paisaje. Incluso con una Rebeca Andrade que se acerca y se acerca a sus locuras. Impecable en su ejecución (9.5), aunque con menos dificultad (5.6), por lo que se queda en un 15.100 que nota Biles en la nuca. También en la segunda actuación, que la brasileña tiene una referencia que alcanzar y ella solo tiene el infinito por delante. Un 14.966 al final. Todavía lejos, sí, pero no tanto. A medio punto también aprende rápido Jade Carey, cómo no hacerlo con Biles en la misma pista de entrenamiento.

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