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¿Por qué cada competición empieza con los tres golpes de un palo?

Abc.es 

No hay nada comparable al silencio que se escucha en un estadio olímpico con capacidad para 75.000 personas. Podría decirse que Saint Denis es el corazón de los Juegos, pero en realidad es la médula espinal de un gigante cuando el público se calla. La tarde que arrancan oficialmente las pruebas de atletismo de los JJ.OO. de París, en apenas media hora las gradas se han llenado para ver el decatlón y aún es posible admirar y despistarse con la fastuosidad de los iconos mientras los deportistas calientan y se suceden animaciones por megafonía, es posible demorarse en admirar el coloso olímpico con su caucho malva en vez del clásico rojizo, con la pista de lanzamiento de disco y jabalina, las colchonetas y el salto de altura y de longitud. Es así hasta que el decatleta más importante de la historia, Dan O'Brien , atraviesa la puerta del estadio. Lleva en la mano un palo de madera del tamaño de un bate. Las cámaras lo enfocan, también lo enfocan los ojos de las 75.000 almas del descomunal templo galo, y es así, al centrar su atención en él, cuando callan y se genera ese silencio bruto e intimidante, ese paréntesis que precede a la tormenta: O'Brien levanta el palo y golpea el suelo tres veces. Pum. Pum. Pum. Y como el trueno, inaugura el chaparrón de gritos, la competición, el movimiento de gigante de Saint Denis. ¿Qué es este rito que marca el inicio de todas y cada una de las competiciones de estos Juegos Olímpicos? «Al diseñar la ceremonia, nos preguntábamos cómo íbamos a hacer entrar a los atletas al escenario donde se celebra cada prueba, y dijimos: como en el teatro, haciendo sonar los tres golpes», explica Leslie Dufaux , jefa de preparativos de eventos deportivos del Comité Organizador de los Juegos de París , a Le Parisien. Y dicho y hecho. Los franceses tiraron de galones culturales y para marcar el inicio de cada prueba rinden homenaje a su pasado escénico hasta encumbrar bajo los aros olímpicos al mismísimo Molière. El bastón se trata del 'brigadier', el instrumento con el que se daba inicio a las obras de teatro allá por el siglo XVII y que se utilizaba para atraer la atención del público, especialmente cuando se iba a levantar el telón. «Además del símbolo cultural, esta tradición quiere imponer cierta dimensión solemne al evento», dicen desde la organización de París 2024 , ya que, estos tres golpes son «un recordatorio de que cada evento es una actuación única que merece la atención y el respeto del público». Pero no solo era una cuestión de escucha. En la tradición del teatro francés, antes de iniciar la función, «el director de escena realizaba doce movimientos rápidos y luego tres movimientos lentos en el escenario; ahí daba esos tres golpes para que los actores y técnicos pudieran señalar que el rey había llegado, y que así pudiera comenzar la representación». Y ahí está ahora de nuevo el rito, cada día, en cada esquina del calendario olímpico, la narrativa recuperada en honor a los reyes contemporáneos, ya sea en zapatillas deportivas o en bañador. Lo hizo Dan Carter en rugby, Basile Boli en antes del partido de fútbol entre Francia y Estados Unidos o la tenista estadounidense Billie Jean King , entre otros, pero también participan personas anónimas y aficionados haciendo esos golpes, incluso lo hacen en vídeo, como se vio en el Centro Acuático justo antes de iniciarse la final de saltos de trampolín el pasado jueves. Los tres golpes sonaran hasta que termine la cita olímpica que, como todos los juegos, son un cordón umbilical con la historia que nos precede; y en el caso de París, además, con el mejor de los teatros, el que recuerda 'El Tartufo' , de Molière, y todo lo que vino después sobre las tablas de Francia hasta llegar al mismísimo Víctor Hugo; la evolución narrativa de un país que ha tenido en el teatro una proyección al mundo, como lo tiene ahora sobre el caucho malva de la pista de atletismo del gigante Saint Denis.

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