La derrota de Maduro y la ética de la comunidad internacional
A Gustavo Petro, Luiz Inácio Lula da Silva, Andrés Manuel López Obrador
La reciente derrota electoral de Nicolás Maduro en Venezuela es un hecho que no puede ni debe ser ignorado ni maquillado por líderes regionales como Gustavo Petro, Luiz Inácio Lula da Silva, Andrés Manuel López Obrador, ni por aquellos que puedan seguir sus pasos en el futuro. La insistencia en sostener un régimen ilegítimo bajo el pretexto de evitar una supuesta guerra constituye un chantaje moral inadmisible y una amenaza directa a los principios éticos fundamentales que rigen la convivencia democrática y el respeto a los derechos humanos.
La legitimidad de un gobierno se basa en la voluntad soberana del pueblo expresada a través de elecciones libres y transparentes. Según John Stuart Mill, en su obra On Liberty, la libertad de un pueblo está intrínsecamente ligada a su capacidad para elegir a sus líderes sin coerción ni fraude. Mill sostiene que «la libertad de elegir a los gobernantes es esencial para el bienestar y la autonomía de los individuos». Cuando esta libertad es violada, la comunidad internacional tiene el deber moral de no reconocer a un régimen ilegítimo y de apoyar al pueblo en su lucha por recuperar su soberanía. Mill argumenta que un gobierno que no refleja la voluntad de su pueblo es inherentemente tiránico y su legitimidad es nula.
El argumento de que mantener a Maduro en el poder es necesario para evitar una guerra es un chantaje moral que recuerda las tácticas de los delincuentes y secuestradores. Este tipo de razonamiento se alinea con lo que el filósofo alemán Immanuel Kant denomina en su Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres como un «imperativo categórico negativo», donde se justifica una acción inmoral por la supuesta necesidad de evitar un mal mayor. Kant nos enseña que «la moralidad debe basarse en principios universales que no admitan excepciones, incluso ante la amenaza de consecuencias adversas». Permitir que un tirano se mantenga en el poder bajo amenaza es ceder al terror y traicionar los principios de justicia y verdad. En palabras de Kant, actuar bajo amenazas es «actuar contra la razón y la moralidad», comprometiendo así la integridad ética de la comunidad internacional.
La comunidad internacional tiene un papel crucial en la protección de los derechos humanos y la promoción de la democracia. La filósofa estadounidense Martha Nussbaum, en su teoría de las capacidades, sostiene que la dignidad humana requiere de un entorno político que garantice la participación política y el respeto a los derechos fundamentales. Nussbaum argumenta que «la capacidad de participar en la política es una de las más esenciales para el florecimiento humano». Cuando un régimen como el de Maduro viola estos principios, la comunidad internacional debe intervenir, no solo por el bienestar del pueblo venezolano, sino también para preservar los estándares éticos globales. Ignorar estas violaciones es aceptar una realidad en la que los derechos humanos pueden ser sacrificados por conveniencia política.
Líderes como Gustavo Petro, Luiz Inácio Lula da Silva y Andrés Manuel López Obrador tienen la responsabilidad ética de no legitimar un régimen que ha perdido su mandato popular. Hacerlo sería equivalente a legitimar la tiranía y el abuso de poder. En palabras de Hannah Arendt, en La condición humana, el poder genuino surge del acuerdo mutuo y la acción colectiva basada en la libertad y la justicia. Arendt subraya que «el poder real se origina en la acción concertada de individuos libres e iguales». Cuando estos líderes apoyan a un dictador, están socavando la propia base de su legitimidad y traicionando los principios democráticos que dicen defender. La complacencia con la tiranía no solo erosiona la confianza pública, sino que también establece un peligroso precedente para la gobernanza en la región.
Es imperativo que la comunidad internacional actúe con firmeza y sin ambigüedades. No se trata solo de una cuestión política, sino de una cuestión ética. Permitir que Maduro continúe en el poder es permitir que la injusticia prevalezca y que el chantaje se convierta en una herramienta política aceptable. La comunidad internacional debe hacerse respetar y apoyar al pueblo venezolano en su legítima lucha por la democracia y la libertad. Al igual que Martin Luther King Jr. afirmó en su famosa carta desde la cárcel de Birmingham, «la injusticia en cualquier lugar es una amenaza a la justicia en todas partes». El silencio y la inacción frente a la tiranía equivalen a complicidad con el opresor.
La derrota electoral de Nicolás Maduro es un hecho que debe ser reconocido y respetado. Maduro perdió y debe entregar el poder que reside en el pueblo. Su chantaje de violencia civil debe tener una respuesta de parte de la Comunidad Internacional. No podemos permitir que el miedo y el chantaje moral dicten las acciones de la comunidad internacional. Es momento de actuar con integridad y firmeza, en defensa de los principios éticos que sostienen nuestra civilización democrática. Los líderes y organizaciones internacionales deben recordar que su legitimidad se basa en su capacidad para defender la justicia y los derechos humanos sin ceder a las amenazas y el miedo. Dejar que Maduro se salga con la suya nuevamente, es en realidad el principio del fin de la democracia en nuestra región. Tal vez, estarían legitimando a los militares descontentos de los demás países de América Latina, a despojar a los presidentes constitucionales del poder, por evitar un mal mayor.
Ya hubo elecciones, Maduro perdió, y la insistencia en repetirlas sobre la base de un chantaje representa una grave traición a los principios de la democracia y la libertad. Si permitimos que este chantaje dicte nuestras acciones, habremos fallado como sociedad internacional de hombres y mujeres que valoran y defienden estos principios fundamentales. Es imperativo que mantengamos nuestra integridad y rechacemos cualquier intento de socavar la voluntad soberana del pueblo venezolano.
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