Venezuela: una lucha entre principios, estrategias, pragmatismo e inmoralidad
Al ver lo que está ocurriendo en Venezuela, observo cada día nuevas manifestaciones de coraje popular y de heroísmo ciudadano que refuerzan mi fe en la esencial dignidad de nuestro pueblo. Siento profundo orgullo y agradecimiento por la labor que los demócratas venezolanos han llevado a cabo, llegando hasta donde estamos hoy, con un presidente democrático electo por la aplastante mayoría del pueblo.
Al mismo tiempo, observo deprimentes ejemplos de cobardía cívica y de progresivo abandono de los principios por parte de algunos venezolanos y latinoamericanos, quienes –enfrentados a la crisis venezolana– se muestran prisioneros de fracasadas ideologías. Dos de esos ejemplos son (1), Las posturas de Lula, Petro y López Obrador y, (2), la sumisión de los candidatos-alacranes al régimen de Maduro.
Ya los detalles que han generado esta nueva crisis venezolana son bien conocidos. En el más simple de los términos, las elecciones presidenciales del 28 de julio pasado fueron claramente ganadas por Edmundo González Urrutia pero el régimen de Nicolás Maduro le ha dado un palo a la lámpara y se ha declarado ganador, sin presentar documentación alguna que sustente su pretensión, apoyándose en organismos esclavos, como lo son el Consejo Nacional Electoral y el Tribunal Supremo de Justicia. Las pruebas de su burdo fraude, las actas de votación, están en manos del grupo ganador, el cual ya las ha enviado a los gobiernos de los países de la región y a los de la Unión Europea. Esta situación es factual, no es cuestión de opinión. No se trata de creer quien tiene razón o no, se trata simplemente de ver las pruebas, las cuales ya están en manos de todos quienes quieran verlas.
No solo Nicolás Maduro se ha declarado ganador sin pruebas sino que acusa al grupo ganador –el cuál si tiene las pruebas – de haber dado un golpe de estado, es decir, los acusa de ser culpables de lo que él está haciendo, amenazándolos con prisión o hasta con la muerte, como lo ha hecho Diosdado Cabello, el número tres del régimen. Maduro es apoyado por el ministro de la defensa, Vladimir Padrino López, quien es el verdadero dueño del poder.
Sin embargo, ya unos 25 países de la región y de Europa han reconocido que el ganador de la elección es Edmundo González Urrutia. Hasta los presidentes de Brasil, Colombia y México, amigos de Maduro, han dicho que el gobierno deberá presentar pruebas de su posición (aunque ya ellos tienen en sus manos las actas salvadas por el equipo de María Corina Machado).
La inmoralidad de López Obrador, Lula y Petro
A pesar de pedirle al régimen de Maduro presentar pruebas de su pretensión y de tener ya en sus manos la prueba del fraude, los representantes en la OEA de estos tres presidentes se abstuvieron de votar una resolución contra Maduro, al alegar que no estaban de acuerdo con que las actas de votación fueran objeto de verificación por organismos imparciales internacionales. Más aún, procedieron a criticar a los Estados Unidos por haber dicho que reconoce a Edmundo González Urrutia como el ganador, ya que “ello no sería del agrado de Nicolás Maduro y dificultaría toda negociación”.
Estos presidentes se niegan a admitir el fraude cometido por Maduro y se permiten criticar a quienes si lo reconocen. Censuran la sanción contra los criminales porque ella “no les agradaría a los criminales”. Uno pudiera imaginar a estos personajes durante los primeros años de la segunda guerra mundial criticando a Inglaterra por haber denunciado la invasión de Polonia por los nazis, ya que ello antagonizaría a Hitler y “perjudicaría las posibilidades de una solución pacifista”.
Estos tres personajes estarán “negociando” con Maduro
Brasil Colombia y México, cuyos gobiernos apoyan a Maduro porque consideran –falsamente– que representa la izquierda latinoamericana, se han autodesignado árbitros de la crisis, a fin de negociar con Maduro una salida “digna”, que no le haga perder su “autoestima”. Para ello dicen que María Corina Machado, quien es la líder indiscutible del grupo ganador de las elecciones, “no debe estar presente en esas negociaciones” porque ella “no es del agrado de Maduro”.
Esta posición de los tres presidentes no es estratégica, no es pragmática, es inmoral.
La sumisión de los candidatos presidenciales que le hacen comparsa a Maduro
Con la excepción de Edmundo González Urrutia y Enrique Márquez, todos los candidatos presidenciales que le hicieron comparsa a Maduro acudieron a una arbitraria convocatoria del Tribunal Supremo de Justicia y firmaron un documento acatando la decisión que tal tribunal se digne adoptar, a sabiendas de que este es un organismo que no tiene jurisdicción en el proceso electoral y que está totalmente controlado por el dictador. Estos borregos avalan el golpe de estado que intenta Maduro. Uno de ellos, Ecarri, afirmó que consideraba irregular la participación del tribunal en este proceso pero estampó su firma, convalidando el abuso.
El dilema moral de hacerle concesiones a un narcocriminal, ladrón y asesino
Los venezolanos se enfrentan a un profundo dilema moral frente a la actual crisis, el cual puede definirse así:
¿Con la finalidad de lograr rápidamente una transición democrática y, de esta manera ahorrarle al país posible violencia y muertes, debemos los venezolanos permitirle a Nicolás Maduro y su entorno de delincuentes abandonar el país sin ser enjuiciados, conservando parte o todos los millones de dólares que tienen en el exterior?
Llegó el día de decidir
En este momento Maduro y su pandilla están hoy rechazados por el mundo democrático y carecen del apoyo de un buen 75% de los venezolanos. En lenguaje politológico, cuando esto ocurre, se puede definir al gobierno como ilegítimo, ya que un criterio básico de legitimidad es la mayoritaria aprobación de los gobernados. No solamente existe total rechazo del país al régimen sino que el grupo que maneja el poder está clasificado como una organización criminal transnacional dedicada al narcotráfico y al comercio ilegal del oro, forma una pandilla que ha arruinado al país y cuyos abusos de poder todos hemos sufrido directa o indirectamente.
María Corina Machado ha dicho en claros términos que ella está dispuesta a negociar con Maduro su salida, no su permanencia en el poder. Esto demuestra su determinación a terminar de una vez por todas con la presencia de esta pandilla criminal en Miraflores.
La gran interrogante es: ¿en cuales términos se irá Maduro del poder?
Esta es la prueba del ácido para nuestro país
En una reunión con un grupo de excelentes amigos de muchos años, gente de alto nivel educativo, todos gente honesta y de trayectorias limpias y meritorias en los asuntos públicos en la cual se planteó este dilema, la mayoría se pronunció por hacerle concesiones a Maduro y a su pandilla para que se vayan, argumentando que ya el país no aguanta otra muerte más, otro saqueo más. Para justificar esta opinión el grupo mencionó la experiencia de la transición en países como Chile y España, donde se hicieron importantes concesiones a las dictaduras de esos países, lo cual permitió la instalación de los gobiernos democráticos.
En esa reunión estuve en casi total minoría, al opinar que no debíamos hacerle concesiones a la pandilla de Maduro, ya que ello reforzaría la tesis de que el crimen sí paga y serviría de incentivo para que apareciesen futuros “Maduros y Chávez”, quienes sabrían que si Venezuela se puso de rodillas ante la pandilla de Maduro y la dejó ir impunemente, probablemente volvería a hacerlo en el futuro.
Mi posición fue considerada respetable pero muy rígida. Esto me sorprendió un tanto porque yo la veía consistente con la educación en moral y cívica que nuestros padres y maestros nos habían enseñado en la escuela y en el hogar, es decir, el conjunto de valores éticos universales, según los cuales el bien siempre debe triunfar, el crimen no debe pagar, los buenos no deben coexistir pacíficamente con los malos, una postura ética que era universalmente aceptada en la Venezuela en la cual hemos vivido y cuya adopción nos protegía de las tentaciones de desviarnos de una limpia manera de vivir.
Aunque creo firmemente en mi posición, estoy abierto a discutir los méritos de pensar que la decisión debe tener en cuenta los resultados inmediatos de la decisión frente a quienes piensan, como en mi caso, que la decisión debe aferrarse a los principios y valores que hemos recibido de nuestros padres y maestros, sin hacer un cálculo sobre los resultados de proceder de esta manera, confiando en que este es el camino correcto.
Reconozco que este es un dilema moral que no parece tener una clara respuesta.
Yo he vivido toda mi vida convencido de que el bien no debe hacerle concesiones al mal, que el bueno debe ser premiado y el malo castigado, que los buenos no se sientan a fraternizar con los criminales, que debemos aferrarnos tercamente a nuestros principios porque negociarlos, aún con las mejores intenciones, nos lleva a entregar banderas sagradas, a correr el riesgo de perder nuestra brújula moral. Mi padre me decía que lo difícil de sacar aceitunas de un frasco es sacar la primera aceituna, las demás salen fáciles. La salida de la primera “aceituna”, por ejemplo, lo que Chávez llamó “el primer milloncito”, cuando le pidió dinero al Banco Central para sus políticas populistas, inauguró una práctica que llevó a la ruina al Banco Central y al país.
Las concesiones que hagamos hoy a los criminales pueden tener varios efectos importantes, algunos muy positivos, otros muy negativos:
- Se destrabará el juego político, aliviando la crisis, saldrán los criminales, se podrá instalar el nuevo gobierno democrático, cesará la represión, regresarán miles de compatriotas que desean sentir de nuevo al calor de su gran hogar y se iniciará el período de reconstrucción de un país en ruinas;
- Harán posible una vida tranquila y lujosa para los criminales, quienes tienen importantes sumas en los bancos celestinos del planeta, dice Jaime Baily que hasta en el Banco Vaticano. Los criminales podrán disfrutar de la vida como la disfrutaron Baby Doc de Haití o los Somoza de Nicaragua o Pérez Jiménez. (aunque este estuvo preso por corto tiempo en San Juan de los Morros).
- Crecerá la desilusión de quienes habíamos creído que el mundo estaba regido por la ética, un mundo en el cual hacer el bien era recompensado y el mal castigado. La memoria de las concesiones indebidas a los criminales podría llevar a una sociedad venezolana futura permeada por el cinismo, en la cual prosperen los antivalores y las tentaciones a tomar atajos autoritarios para llegar al poder, los cuales –se dirá– le permitieron a Chávez morir en su cama de La Habana y a Maduro vivir en Estambul a todo trapo.
- Estaremos comprando un presente mejor para un país que ha sufrido mucho pero, al arrodillarnos hoy frente al mal, estaremos sembrando las semillas de nuevos Chávez o nuevos Maduros dentro de unos 20 o 30 años.
- Muchos dirán, resignados a aceptar bajos estándares morales, que “como vaya viniendo, vamos viendo y el que venga atrás que arree”.
Creo deseable, para tener un país digno, actuar hoy pensando en el mañana y honrando la memoria de quienes murieron por defender la democracia y la libertad.
Pienso en quienes han muerto luchando contra la dictadura, en los venezolanos asesinados en Puente Llaguno, en el martirio de Franklin Brito, en los presos asesinados en la cárcel y creo que no debemos permitir que hayan muerto en vano. Por ello pido justo castigo para Padrino López y su entorno de militares de opereta, para los hermanos Rodríguez, Diosdado Cabello, los Maduro, los Chávez, la cúpula chavista/madurista que ha traicionado todos los principios y valores que deben prevalecer en una Venezuela libre, democrática y de gente de bien. No creo justo que puedan salir impunes del desastre que han generado, sobre todo porque exhiben una grosera arrogancia y una total carencia de arrepentimiento.
Venezuela solo podrá renacer plenamente y verse en el espejo sin avergonzarse si limpia a fondo la basura. Será fundamental afirmar la presencia de una Venezuela libre y democrática, honesta y digna, implacable frente al crimen. Si permanecemos como una sociedad de híbridos buenos/malos, de coexistencia con la mediocridad y el crimen, como pretenden quienes hablan en nombre de la hermandad entre todos los venezolanos. Si nos sentamos a la misma mesa con los criminales que han arruinado el país, Venezuela podría permanecer indefinidamente en el foso, junto a los países más pobres y atrasados del planeta.
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