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La "fábrica de dólares" puede tener un nuevo horizonte, pero necesita señales

La Argentina puede tener una macroeconomía ordenada. Suena a milagro, pero no es imposible. Luis Caputo asegura que ese objetivo está cada vez más al alcance de la mano, y por eso ahora su mensaje apunta a despertar el interés del sector privado para animarlo a invertir.

Lo que sucede es el historial de incumplimientos de nuestro país no se borra tan fácil. Es esa la razón, y no otra, por la que el riesgo país está en torno a los 1500 puntos, muy lejos de las cifras que tienen nuestros vecinos de Latinoamérica (Brasil, 220 bp; Chile y Uruguay, menos de 100).

Luis "Toto" Caputo

Pese a ser un enemigo declarado de los subsidios, el gobierno de Javier Milei también propuso un esquema que ayude a neutralizar el mayor costo de financiamiento que enfrentan los inversores. Aunque a diferencia de las gestiones anteriores, que apuntaba a una norma por sector, la Ley Bases creó un régimen uniforme, donde el "premio" esté en función del monto invertido (está reservado para los proyectos que superen los u$s 200 millones).

El resto del empresariado alzó su mano para no quedar afuera. La industria quiere garantizar que haya lugar para los proveedores locales. Y las pymes ya se entusiasman con el diseño de un Mini RIGI.

La agroindustria también busca su lugar en este nuevo mapa. Lo hace a modo de advertencia, ya que todos los años se espera que el campo que provea al resto de la economía de los dólares necesarios para financiar la balanza comercial, y de alimentos a precio razonable que no empujen la inflación.

Pero la fábrica de dólares argentina se está desinflando. Al decir de Gustavo Idígoras, titular de Ciara, la gallina de los huevos de oro (léase la soja) cada vez pone menos huevos, el oro escasea y la gallina en cualquier momento va a tener destino de puchero.

El cinturón del Gran Rosario, emblema de las inversiones exportadoras de los '90, ya no está en el mapa de las grandes cerealeras. De hecho, hace 15 años que no recibe nuevos desembolsos. La industria importa oleaginosa de Paraguay porque garantiza mejor los estándares de calidad de la harina. Y con la Hidrovía a media máquina, los graneleros completan su carga en Brasil. Si a eso se le suman los precios internacionales en baja (producto de un cambio en la oferta global), el panorama no es bueno.

Pero hay una buena noticia. La transición energética demandará una nueva ola de biocombustibles hidrogenados, que serán de uso imprescindible para el transporte aéreo y marítimo. La Argentina podría subirse a ese tren y recuperar algo del "oro verde" que hoy va a Brasil y a EE.UU. Pero hacen falta señales.

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