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Alain Delon en dos películas: “A pleno sol” y “La piscina”

Alain Delon (1935 – 2024) no solo fue un icono del cine francés, también una referencia de la Europa cultural de los sesenta y setenta, años en los que a buen galope construyó su prestigio y, también, su leyenda.

Delon falleció en la madrugada de este domingo 18 a causa de un linfoma (cáncer del sistema linfático) y debemos señalar que con él se va igualmente una era de actores cuyos inolvidables personajes están marcados por la épica existencial y la gesta cotidiana. Delon empezó a actuar para el cine desde muy joven, a los 22 años, en Quand la femme s’en mêle (1957) de Yves Allégret y conoció los excesos de la fama, que barnizaron los grises ecos de una niñez dura, en la que fue abandonado por sus padres, lo cual influyó en la formación de una personalidad difícil, de la que ya se ha documentado lo suficiente tras enterarnos de su muerte.

Protagonizó muchas películas y abordó casi todos los géneros. Pensemos en Rocco y sus hermanos (1960) de Luchino Visconti, proyecto en el que nuestro actor la rompió histriónicamente y dejó el aviso, para el mundo, de que él era algo más que una cara bonita, uno de los prejuicios que más tuvo que enfrentar y que encendió más de un exceso de su parte a manera de autodefensa.

Ahora que su nombre suena, y pensando en un público más joven que no ha tenido la oportunidad de ver en todo su esplendor a este actor de raza, consignaremos dos trabajos que tranquilamente podrían conectar con ellos. Uno de ellos data también del año en que actuó en la película de Visconti: A pleno sol, bajo la dirección de René Clément.

Basada en la homónima novela de Patricia Highsmith, la cual forma parte de la saga del embustero y mitómano personaje Tom Ripley (no olvidemos que hay también otros legendarios Ripley de otra novela de la misma saga, como el encarnado por Dennis Hopper en El amigo americano (1970) de Wim Wenders, o el Ripley de John Malkovich bajo la dirección de Liliana Cavani en el 2002). Esta adaptación de Clément estuvo pensada para que Delon la protagonice. Delon ofrece una actuación no menos que magistral y bajo todo punto de vista memorable. Delon pasa de la maldad a la manipulación, del cálculo a la vesania. Al Ripley de Delon no solo le seduce el dinero, sino el poder y la aceptación social. Además, Delon tuvo como compañeros de reparto a los estupendos Maurice Ronet (Philippe Greanleaf) y Marie Laforêt (Marge, novia de Philippe).

Esta película, según declararía en más de una ocasión la renombrada figura francesa, le permitió explorar los lados oscuros de un personaje luciferino dispuesto a todo.  Al Ripley de Delon, la suplantación de la identidad de Greanleaf y el control que ejerce sobre su novia, obedecen a un plan que le sale a la perfección. A diferencia de los otros Ripley, el de Delon aparenta inocencia, un calculado engaño que le ayuda a camuflar su peligrosidad. La escena en altamar entre Delon y Ronet, no es menos antológica. El Ripley de Delon mantiene el control incluso en los tramos en donde se halla acorralado. Por algo, esta pequeña joya del cine francés y europeo ostenta un inquietante final abierto.

La otra película que protagoniza Delon es La piscina (1969) de Jacques Deray. En esta ocasión, Delon interpreta a Jean Paul, un escritor que ha dejado de escribir y que pasa un verano, en la Costa Azul, con su novia Marianne (Romy Schneider). Ambos esperan sin esperar a que sus vidas adquieran un sentido tras la estabilidad económica conseguida y mientras llega ese momento de iluminación, se solazan en una dinámica erótica, pero esta se quiebra con el sorpresivo arribo de un conocido de ambos: Harry (Maurice Ronet), quien viene con su hija de dieciocho años: Penelope (Jane Birkin). Harry no solo es amigo de la pareja, sino también fue amante de Marianne antes de que ella conociera a Jean Paul.

Cada cual es una bomba de tiempo debido a los celos, la envidia, el sexo y la venganza, que forman un solo canal de explosiones sensoriales. La competencia de dominio territorial resulta patente entre Jean Paul y Harry. Este último no tarda en obnubilar, otra vez, a Marianne, pero Jean Paul encuentra una manera de vengarse mediante Penelope, que también guarda un resentimiento hacia su padre.

Si bien el ambiente naranja, propio del verano, contribuye con la atmósfera erótica que exuda la película, es en Jean Paul en el que recaen todas las transmisiones de la interacción. El asesinato, porque una película así lo necesita, es solo un punto ya presupuestado. Lo que eleva a La piscina es la pulsión contenida de Jean Paul, quien transita entre la humillación y el empoderamiento, metáfora absoluta de lo que puede generar la inseguridad masculina.

A pleno sol y La piscina, que podrían ser catalogadas como películas de verano, nos dejan a un Delon en pleno dominio de su talento. Si bien en su momento fueron recibidas como trabajos aceptables y atendibles, el tiempo las ha posicionado como trabajos imprescindibles. Es decir, son proyectos que no han dejado de crecer y que nos muestran del mismo modo la madera de la que estaba hecho este actor que siendo divo nunca se portó como tal en lo que importa: su trabajo actoral.

Para quienes aún no tienen la oportunidad de conocer, fuera de la leyenda, a Delon, pues aquí hay dos excelentes puertas de entrada a su obra.

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