La elección de Estados Unidos: pesimismo vs superficialidad
“El populismo, la polarización y la posverdad son la norma y pueden darse en ideologías muy diferentes”
Moisés Naím
En las elecciones presidenciales de 2024, Estados Unidos se encuentra en una encrucijada política marcada por dos narrativas que reflejan los extremos del espectro emocional y político del país. Por un lado, la campaña de Kamala Harris se presenta como una versión política de Barbie, con un enfoque en la alegría superficial y un optimismo vacío. Por otro lado, Donald Trump encarna la energía oscura y destructiva de Oppenheimer, que ofrece una visión apocalíptica de un mundo al borde de la catástrofe, la tercera guerra mundial. Esta dicotomía, que el historiador Niall Ferguson denomina la «elección de Barbenheimer», plantea interrogantes cruciales sobre el rumbo de la democracia estadounidense.
La candidatura de Kamala Harris ha sido criticada por su falta de profundidad y sustancia, una campaña descrita como «vacía sin precedentes en la historia de la política estadounidense». Harris, según esta crítica, ha evitado la confrontación de ideas y ha preferido mantenerse en un espacio de confort para proyectar una imagen de alegría y optimismo, «joy», que, aunque atractiva para algunos, resulta insuficiente ante los desafíos complejos que enfrenta la nación americana. Esta estrategia, a la que Ferguson equipara con la estética plástica y fantasiosa de una casa de Barbie, podría alienar al electorado independiente e indeciso que buscan respuestas reales y liderazgo en tiempos de crisis.
En el extremo opuesto, la visión de Donald Trump evoca el sombrío legado de Oppenheimer y la amenaza de destrucción nuclear, se centra en los peligros globales que, según él, son más acuciantes que cualquier otra preocupación, incluido el cambio climático. En su reciente entrevista con Elon Musk, el expresidente reiteró su temor de que el mundo esté al borde de la tercera guerra nuclear, una amenaza que, en su opinión, ha sido subestimada. Esta narrativa, aunque alarmante, resuena con una parte del electorado que comparte sus miedos y su visión del mundo como un lugar cada vez más peligroso y caótico.
La comparación entre estas dos campañas revela no solo las diferencias en las visiones políticas de los candidatos, sino también en cómo cada uno percibe y maneja la realidad. Mientras Harris se presenta como una figura casi idealizada, evitando los problemas más espinosos, Trump no duda en confrontar los peores escenarios posibles, usando el miedo y la indignación como herramientas para movilizar a sus seguidores. Esta polarización extrema no es solo una cuestión de estilo; refleja las profundas divisiones en la sociedad estadounidense, en la que los votantes se ven obligados a elegir entre la evasión optimista y la confrontación con una realidad sombría.
Además de estas diferencias estilísticas y narrativas, la frustración del candidato republicano ante el tratamiento que recibe Kamala Harris por parte de los medios es palpable. Ha expresado su indignación por lo que percibe como un trato indulgente. Rechaza la imagen casi de princesa Disney que los medios han proyectado de ella en contraste con la de él, marcada por la controversia y la confrontación.
Según la reciente investigación del Media Research Center (MRC), la cobertura de Harris ha sido abrumadoramente positiva, con 84% de comentarios favorables en los noticieros vespertinos de ABC, CBS y NBC. El contraste con la cobertura abiertamente negativa de Donald Trump, que alcanzó 89% de comentarios desfavorables, subraya un problema persistente en el periodismo moderno: el sesgo mediático. El estudio también revela que la cobertura del compañero de fórmula de Harris, el gobernador Tim Walz, ha sido significativamente más positiva que la del senador republicano J. D. Vance. Mientras Walz recibió 62% de comentarios positivos, Vance obtuvo 92% de cobertura negativa.
Esta diferencia no solo exacerba la rivalidad entre los candidatos, sino que también subraya cómo la percepción mediática puede influir en la narrativa política, moldeando las opiniones del público y afectando la dinámica electoral a través de la posverdad.
La «Elección de Barbenheimer» es, en última instancia, un reflejo de las oscilaciones emocionales y políticas de Estados Unidos. Por un lado, una campaña que busca evadir las duras realidades con optimismo y superficialidad, y por otro, una que se deleita en las sombras de una posible catástrofe global. Esta dicotomía plantea una pregunta fundamental sobre la naturaleza de la política en la era moderna: ¿es preferible una política que tranquiliza y entretiene (espectáculo), aunque carezca de profundidad, o una que enfrenta brutalmente las realidades más duras, aunque a costa de sembrar miedo y desconfianza?
En resumen, la elección presidencial de 2024 en Estados Unidos no es solo una contienda entre candidatos, sino entre visiones radicalmente diferentes de lo que la política debería ser. La campaña de Kamala Harris, con un relato en la alegría y la superficialidad, contrasta fuertemente con la sombría y alarmista narrativa de Donald Trump. Esta polarización refleja las profundas divisiones en la sociedad estadounidense y plantea desafíos significativos para la democracia. Los votantes se enfrentan a una decisión difícil: optar por una visión que evite los problemas más duros en favor de un optimismo vacío, o por una que los enfrente con una cruda realidad, aunque sea a través de la lente del miedo. La elección entre «Barbie» y «Oppenheimer» no solo definirá el futuro político de Estados Unidos, sino que también revelará qué tipo de narrativa prevalecerá en una nación cada vez más polarizada.
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