Un verano de conciertos
Por la orilla sur frente a la morisma, en los chiringuitos, hoy cualquier cosa es un concierto. Sean estos conciertos playeros o los que ve Borrell, no son sino una hipérbole veraniega más, antes se decía una serpiente de verano
En la cola de la carnicería, un natural del lugar con aires de haber votado al PSOE toa su vida y ahora a Juanma el moderado dice que el PSOE es independentista. Nadie se lo discute.
Bueno, es el problema que tiene el PSOE y que tenemos todos, al fin y al cabo, para de lo que hablamos, todos los minoritarios necesitamos que los socialistas se aproximen al acierto. De hecho, lo que piensen los del PP restituto -véase si no, Catalunya o Euskadi, donde ni cuentan- no tiene importancia excepto para formar el lío mariano. Por no hablar de los del tiroriro, una palabra que me enseñó un sanluqueño de Barrameda un día en Jerez de la Frontera para hacerme escarnio y darme señas críticas de un guardia civil que me era próximo.
Pero es que hasta Josep Borrell, al que le ha costado su dios y ayuda ver genocidios en su mandado europeo (mandato es otra cosa), aquende y allende, ahora ve concierto indubitado en Catalunya, con algazara mediática de parte (se ve que recupera la vista, según se trate). El hombre discute las palabras antiinflamatorias de María Jesús Montero, ministra de Hacienda del Reino, con respecto a las inflamadas palabras de los de ERC, a su vez desinfladas por Junts, por otros motivos. It’s a plane, a train or just rain (pronúnciese todo terminado en ein).
La palabra clave es “concierto”, que dice la RAE que, si es económico, es un convenio entre la Hacienda pública y los contribuyentes que reemplaza las normas generales de tributación con otros métodos de cobranza o con un tanto alzado de ingreso. Mis primeros conciertos, escapados de las formalidades de Viena, fueron también benéficos como el catalán, tuvieron que ver con los ambientes ahumados y acampanados de Ravi Shankar, pro Bangladesh, en el cine Trajano de Sevilla, hoy causa olvidada como casi Palestina. Dicen que el original de Nueva York fue el primer concierto benéfico, no lo sé. Dicen que, al final, se beneficiaron unos más que otros. Por la orilla sur frente a la morisma, en los chiringuitos, hoy cualquier cosa es un concierto. Sean estos conciertos playeros o los que ve Borrell, no son sino una hipérbole veraniega más, antes se decía una serpiente de verano.
Juanma, su correligionario, que les ha dado todo lo que puede y la ley permite a los que más tienen y restado más del equivalente a la educación y sanidad públicas, dice que el problema de Andalucía es Catalunya y que va a sacar a la gente a la calle. Quiere calle, como en el 4D, pero ahora por el concierto porque para eso le dio Rojas Marcos la bandera
Tenemos un problema con el PSOE y éste con su gente, con el PP también; ya lo sabemos, al fin y al cabo los del PP son los de la calle es mía de aquel que fue vicepresidente con Juan Carlos, que ya era primero y, entonces, solo preconstitucional, y antes ministro de Información y Turismo con el Caudillo, cuya ley de prensa sigue en vigor sin, al parecer, dolor ni propósito de enmienda. Juanma, su correligionario, que les ha dado todo lo que puede y la ley permite a los que más tienen y restado más del equivalente a la educación y sanidad públicas, dice que el problema de Andalucía es Catalunya y que va a sacar a la gente a la calle. Quiere calle, como en el 4D, pero ahora por el concierto porque para eso le dio Rojas Marcos la bandera, cuyo manual de instrucciones, si es que ha abierto ya la caja, o ha extraviado o no sabe interpretar como si fuera un mueble infernal del IKEA. Como si los que salieron a la calle en aquella fecha tuvieran algo que ver con ellos y los que acudieron extraviados, ahora beneficiarios de sus políticas fiscales, no estuvieran entre la plebe como si se tratara de esos días de la romera patrona en los que el santo es lo de menos. Muy de Andalucía y sus romerías -esto se lo copio a Pepe Fernández, lo vivimos juntos.
El problema del PSOE no es ya el de la cola de la carnicería, es el de la cola del pescado, de los calentitos o la verdulería. Hace no mucho, en cualquier cola, la de la caja pa meter o sacar -cómo añoran las Cajas-, en el sindicato, la patronal, las redacciones de los medios y la tele pública, hoy tornadizos, la Universidad o los institutos… en donde fuera, los socialistas te podían, saltaban por tos laos, te discutían. Ahora, desde la cola de la carnicería a Borrell, están dando el cante en su concierto. Son jacobinos sin reconocerlo. Este partido no es el de antes o quizá sí, y el PP es el de siempre.
Se venia venir, una noche de esas de televisión sabatina y saturnina, un prohombre socialista que había sido presidente de una comunidad autónoma y vagaba como tertuliano de ocasión, soltó que, al fin y al cabo, PSOE y PP se tenían que poner de acuerdo -eran tiempos de gran coalición filipina- porque ambos era hijos de la Revolución francesa; desde entonces, me he temido siempre lo peor.