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Miguel Moreno Tripp: Regreso al futuro

Hubiera estado bien incrementar la generación de energía eléctrica con inversión en nuevas plantas generadoras (no contaminantes), pero en vez de eso, se le ocurrió al gobierno comprarle a Iberdrola 12 centrales de ciclo combinado y (al menos es verde) un parque eólico, pero él hubiera no existe. Todo para regresar a un pasado estatizado. Ya se decidió … ahora hay que pagarlas. Por las AFORES.

De hacer las cosas bien, existen técnicas para decidir si se acepta o no un proyecto. Sin embargo, al usar la palabra técnica que, de acuerdo con el diccionario de la Real Academia Española, una de sus acepciones es “Perteneciente o relativo a las aplicaciones de las ciencias y las artes” o “Persona que posee los conocimientos especiales de una ciencia o arte”, les da dar roña en esta nueva realidad mexicana.

Hay tres técnicas generalmente aceptadas para evaluar la conveniencia o no de aceptar un proyecto de inversión. Estas técnicas se aplican desde un punto de vista financiero pero, si se aplican correctamente y se incluyen los factores relevantes, fortalecerán tomar una decisión adecuada. Se necesita conocer el monto de la inversión que se llevará a cabo, así como los flujos de efectivo (no utilidades) que generará dicho proyecto en su tiempo de vida útil proyectado. Estos proyectos son tanto de montos muy elevados, como de largo plazo. Precisamente es que por esos motivos se necesitan aplicar técnicas apropiadas para no decidir sobre las rodillas.

Descartemos la primera, aunque desafortunadamente es muy utilizada: el período de recuperación. Simplemente se calculan cuantos períodos (años o meses) se necesitan para recuperar la inversión. Pero hay dos problemas. Por una parte, no considera el valor del dinero en el tiempo y por otra parte se fija arbitrariamente el criterio de aceptación, es decir, si -ingenuamente- solo es 2 o 3 años (si se quieren recuperar en ese período entonces solo considerar proyectos que duren ese lapso).

Los otros dos criterios generalmente concurren en la decisión. El primero es la tasa interna de retorno (TIR) del proyecto. Tal cual lo que implica: que tasa de rendimiento genera por sí mismo el proyecto. Una vez determinada, se compara contra una tasa previamente determinada: la Tasa de Rendimiento Mínima Aceptable (TREMA).

El segundo es el valor presente neto. Financieramente se hacen equivalentes al día de hoy los flujos futuros utilizando la misma TREMA mencionada, se suman y se resta el monto de la inversión. Si el resultado es positivo se acepta. Si es negativo, -es mayor el monto de la inversión de lo que genera- se descarta -en principio- ejecutar el proyecto. Todavía existe la posibilidad de utilizar la técnica de opciones reales para evaluarlo.

Se puede apreciar que el decidir si un proyecto se acepta o no, debiera ser el resultado de análisis fundamentados, buscando el beneficio de tres partes: los terceros interesados a los que beneficia el proyecto; a quienes ejecutaran dicho proyecto (creación de empleo) y quienes aportan los recursos para la inversión. Sería de esperar que las AFORES que decidieron invertir los recursos con los que vivirán su retiro sus clientes que depositaron, tanto su confianza como su dinero para su pensión, hayan realizado estos análisis (y no porque hayan sido amedrentados).

Nos tomó muchos años quitarnos el estigma de “hacer las cosas a la mexicana”. En los ochenta, para compensar la prohibición de importaciones (fantasma que vuelve a rondar) y para contrarrestar malas percepciones, se creó otra campaña: “lo hecho en México esta bien hecho”. Desgraciadamente, regresamos al futuro de los setenta (antes de lo bien hecho).

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