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Muerte asistida: ¿la máxima libertad?

Loïc Résibois tiene 46 años. En septiembre de 2022, le fue diagnosticada la enfermedad de Charcot. Este expolicía de inteligencia y tenista de alto nivel ya no puede hacer nada sin la ayuda de su esposa. Por ello, ha decidido hacer de la muerte digna su batalla personal. Para comprender por qué esta cuestión divide tanto a la sociedad francesa, France 24 fue al encuentro de pacientes y cuidadores que hacen campaña a favor de la llamada muerte asistida y de aquellos que, por el contrario, se oponen a ella.

Muy lúcido, Loïc Résibois explica que la enfermedad de Charcot apaga uno a uno todos los músculos del cuerpo. «Básicamente», continúa, «eres un vegetal con cerebro».

Por ello, está a favor de la muerte asistida y considera que esta es “una libertad que de ningún modo invade la de los demás».

«Si algunos no quieren beneficiarse de ella, es sencillo, simplemente no tienen que pedirla”

¿Hay una ley en Francia para reglamentar la muerte asistida?

Un texto impulsado a principios de año por el Gobierno de Emmanuel Macron y que había comenzado a debatirse en mayo pasado en el Legislativo quedó en el limbo con la disolución de la Asamblea Nacional declarada por el presidente francés, según ha denunciado Résibois.

La iniciativa contemplaba varios criterios para optar a la muerte asistida: ser mayor de edad, residir en Francia o tener nacionalidad francesa, padecer una enfermedad incurable en fase avanzada o terminal, poder expresar con discernimiento su última voluntad y sufrir dolores insoportables.

No obstante, la iniciativa no era bien vista en la Maison de Gardanne, cerca de Aix-en-Provence.

Este establecimiento de cuidados paliativos, cofundado por el doctor Jean-Marc La Piana hace treinta años, acoge a personas que padecen enfermedades incurables. Humanidad y sensibilidad son las palabras claves: no se habla de enfermos ni de pacientes, sino de residentes. Las cuidadoras no usan blusas ni insignias. Las familias pueden estar presentes las 24 horas del día.

Alain Fourneau está siendo tratado allí de un cáncer, y aunque este antiguo director de teatro cree que debería haber una ley para quienes lo deseen, explica que su estancia allí ha cambiado su forma de ver la muerte asistida: «Era algo en lo que no pensaba hasta hace unos meses. Pero es cierto que después de una experiencia así, te pone a pensar de verdad».

Jean-Marc La Piana está convencido de que si los pacientes recibieran mejores cuidados, habría muchas menos peticiones de eutanasia. Por ello, el médico considera que la prioridad debe ser desarrollar los cuidados paliativos y no mezclarlo todo en una sola ley.

La eutanasia como acto último de asistencia

Hoy en día, en Francia, cuando el pronóstico de un paciente pone en peligro su vida a corto plazo, la ley Claeys Leonetti de 2016 le permite beneficiarse de una sedación profunda y continua hasta la muerte, sin llegar a la eutanasia activa.

Bernard Senet es médico generalista jubilado. Es una de las pocas personas en Francia que reconoce haber asistido para poner fin a la vida de pacientes.

En la actualidad, el antiguo médico de familia se encarga de ayudar a los pacientes a obtener pentotal, un barbitúrico prohibido en Francia. Pero no se arrepiente: «Llega un momento en que la enfermedad vence y, en ese momento, no hay que abandonar al paciente y decirle que tiene que valerse por sí mismo».

Al igual que Loïc Résibois, Bernard Senet cree que la ley debería reconocer la eutanasia como un acto último de asistencia. Ambos esperan que se apruebe lo antes posible una iniciativa al respecto.

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