¿Qué va a pasar?
Es la pregunta que resume la incertidumbre nacional respecto del destino de hacia dónde puede conducir el decantamiento en un sentido u otro de lo ocurrido el 28 de julio. En otras palabras, ¿se consolidará el autogolpe o se abrirá paso, finalmente, al mayoritario deseo de cambio expresado en votos? Esos son los dos escenarios, en términos generales, posibles de materializarse.
Se consolida el autogolpe, con el cual Venezuela, su Estado y su sociedad entran a formar parte, ya sin ambages, del grupo de Estados forajidos: con Cuba y Nicaragua, las dos dictaduras residuales del continente. Superados los tiempos de la dictadura posmoderna, matizado su autoritarismo por la presencia de ciertos elementos propios de la democracia liberal, pero subordinados a la concentración arbitraria del poder en la Presidencia de la República que es lo que le confiere su condición de dictadura; se instala una dictadura pura y dura sostenida por el terrorismo de Estado. Pero lo más grave es que se profundizará la emergencia humanitaria y la descapitalización humana del país por el previsible auge de la diáspora. Harto demostrado está que en la agenda de quienes gobiernan no está la promoción y defensa del bien común.
Una contundente presión nacional e internacional eleva sustancialmente los costos de permanencia del régimen por su incapacidad de gratificación política y material a la sociedad, la toma de conciencia de parte de la FAN (soporte fundamental del régimen) de que el continuismo no tiene viabilidad ni sostenibilidad por ausencia de legitimidad y legalidad, por ser un agravante de los males que afectan al país y por los costos reputacionales que suponen para institución castrense su actual posicionamiento obligan al chavismo a revertir el autogolpe y acceder a negociar una transición.
Proceso en el cual la participación acordada de la comunidad internacional en labores de facilitación, observación y verificación es vital. Es importante la confluencia en esos esfuerzos de los gobiernos de Brasil, Colombia, Chile (incluso hasta el de México, el cual luego del capítulo TSJ se pronunció a favor de la divulgación de las actas) y de otros actores de la izquierda democrática hispanoamericana.
Ese cambio puede concretarse mediante alguna de estas alternativas: 1. El régimen reconoce la victoria de Edmundo González (es la mejor para el país, pero de improbable aceptación por el oficialismo, por ahora). 2 Las fuerzas democráticas y el chavismo aceptan una repetición de elecciones. 3 Cualesquiera otras que faciliten la transición hacia la reinstitucionalización del Estado y la prevalencia de la soberanía popular.
El escenario de revertir el autogolpe y pactar una transición es el más conveniente para los intereses del país y los sectores dirigentes deben hacer todos los esfuerzos y las concesiones necesarias para lograrlo.
Por los momentos, y con el tiempo jugando a su favor el escenario de la consolidación del autogolpe es el que tiene mayor probabilidad de imponerse en virtud de que los rechazos al mismo mediante protesta ciudadana están siendo limitados por la represión, la intimidación, la censura y la violación sistemática de los derechos humanos; y los de la comunidad internacional democrática no trascienden de lo declarativo.
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