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El renacimiento de la leyenda Márquez

Abc.es 
Marc Márquez es un chico de sonrisa fácil. Desde su llegada al Mundial en 2008, cuando apenas levantaba unos palmos del suelo, cuesta encontrar alguna imagen suya en la que no aparezca enseñando la dentadura. Incluso los piques con otros pilotos, que los ha habido y bien gordos, los ha afrontado con esa actitud jovial. Por más que sus palabras lanzasen dardos envenenados, él no perdía su particular mueca en el rostro. [Clasificación del Mundial de MotoGP] Pero hubo un tiempo en el que el semblante del catalán mudó por completo. Desaparecieron los pliegues del mentón y los ojos se le apagaron. Había un porqué, claro. Incluso varios. Para alguien acostumbrado a ganar (56 victorias entre 2013 y 2019, a una media de ocho por temporada), empezaba a hacerse muy cuesta arriba verse de forma reiterada en el suelo o fuera del 'top ten'. Han tenido que pasar más de mil días, 1.043 para ser exactos, para que Márquez vuelva a subirse al primer cajón de un podio. Su victoria en el GP de Aragón pone fin a la etapa más oscura de su carrera deportiva, un trayecto largo y pesado plagado de lesiones y falsas esperanzas, donde la frustración se apoderó de él y lo llevó a tomar varias decisiones drásticas y dolorosas que hoy encuentran recompensa. Algo viejo debe morir para que otra cosa renazca. Es ley universal. En su caso, lo que feneció fue su relación con Honda, el fabricante al que llevaba ligado desde su salto a la clase reina y con el que había logrado sus grandes éxitos: seis títulos mundiales en siete años. El vínculo entre Márquez y la marca japonesa era idílico. En torno al piloto se fue conformando un grupo humano que dirigía y protegía con acierto cada paso, parte imprescindible del dominio aplastante con el que se desempeñó el de Cervera en los años dorados. Tan alto ascendió Márquez que la caída fue morrocotuda. Hay que regresar a Jerez 2020, a esa carrera inaugural de la temporada pandémica en la que el catalán se fracturó el húmero. Es el inicio de todo. Márquez se sometió a tres operaciones en el brazo derecho (aún habrá una cuarta en 2022) y pasó ese curso en blanco. Se llegó incluso a dudar de su regreso, y para cuando al fin lo hizo, demasiadas cosas parecían haber cambiado. Su Honda ya no era la máquina infalible de antaño, los rivales apretaban y a él le costaba un mundo estar delante. Aún gana tres carreras en ese 2021 (Sachsenring, Austin -su circuito fetiche- y Misano). Pero los problemas se sucedían. Al final de ese curso sufre un primer episodio de diplopía, que se reproduce al inicio de 2022 al caerse de nuevo de forma brutal en Indonesia. Para entonces su desilusión con Honda es evidente. Y aún va en aumento en 2023. Entra en un círculo vicioso. Cuanto menos funcionaba su moto, más forzaba para ir rápido. Y cuanto más lo hacía, más caídas y lesiones le dejaban fuera de combate. Esa campaña la termina con un único podio, tercero en Japón, el fin de semana anterior a hacerse público su fichaje por el equipo Gresini. «He renunciado a cosas que pesan mucho en mi corazón», decía el catalán en Alcañiz, con los ojos llorosos tras sentirse de nuevo un piloto ganador. «A mi equipo, al equipo de mi vida y a mis amigos aquí dentro». No hubo críticas por un cambio entendible, por más que el ocho veces campeón del mundo aterrizara en un equipo privado y sin muchas esperanzas de brillar. Necesitaba ese proceso de conversión, para el que mostró la misma fuerza de voluntad que cuando decidió marcharse a vivir a Madrid, lejos de su núcleo familiar. El tiempo ha ido dándole la razón. Enseguida fue rápido con la Ducati, y tres podios consecutivos en Jerez, Le Mans y Montmeló y uno más en Sachsenring anticiparon lo vivido el fin de semana en Motorland. Su rendimiento ha causado tanto impacto que en pocas semanas le ganó la batalla a Jorge Martín por subirse a la Ducati oficial en 2025. Gresini será, por tanto, una estación de tránsito hacia cotas mayores. En Aragón, circuito trampa que volvía al Mundial después de una temporada de ausencia, demostró que sigue siendo el más listo. La lluvia torrencial caída la noche anterior a la carrera dejó la pista casi impracticable, y en esas condiciones tan difíciles emergió su clase. Fue su victoria mundialista número 86, a solo cuatro del récord español de Ángel Nieto . «El contador está a cero», decía Márquez en referencia a esos 1.043 días. O lo que es lo mismo, 53 grandes premios de sequía. Ahora está a 70 puntos del liderato de Martín. Es una diferencia más que salvable, pero no parece ser lo que más le preocupe ahora. «Hay que trabajar en la constancia que te hace luchar por títulos», asegura, más pendiente del futuro que de la próxima carrera. Es todo un veterano, pero con 31 años está lejos de haber dicho su última palabra encima de la moto.

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