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Roban pero oran, por Jorge Bruce

La mayoría de políticos del mundo están obligados a pronunciar frases para ganarse el favor de la opinión pública. Este es un ejercicio peligroso, pues lo inconsciente, la parte de sombra o de noche como la llama Mariana Enríquez, acecha. Lo acaba de comprobar la ministra de Vivienda, Hania Pérez de Cuéllar, en Juliaca. Ataviada con un traje típico, se dirigió a la gente desde un estrado, en una plaza. Y dijo: “Y yo les pido, con profunda humildad, que oren, que recen, por todas las autoridades, para que no flaqueemos, para que no seamos tentados en (sic) robar”.

Al decir la palabra “robar”, hizo el gesto curioso de levantar el brazo. Imposible saber lo que pretendía enfatizar en ese instante. Lo seguro es que estaba reconociendo, implícitamente, que las autoridades del Estado están robando. En una primera lectura, se puede suponer que está aludiendo al Padre Nuestro, por aquello de “mas líbranos de la tentación”. Sin embargo, su discurso va un paso más allá, pues admite que las autoridades están cayendo en dicha tentación. No está diciendo nada nuevo, como es obvio. ¿Intentaba deslindar del festín descarado en desmedro de las arcas del Estado? ¿Imagina que este asalto del erario público se puede detener a punta de rezos? ¿Envía un mensaje ingenuo a sus colegas de la clase política para que se detengan y dejen de depredar al Perú?

Creer que las organizaciones criminales que han copado el aparato estatal pueden ser detenidas a punta de plegarias se ubica en una difusa línea entre el candor y el cinismo. Se atribuye a la orden de San Benito la locución latina ora et labora (reza y trabaja). Hay quienes piensan que la frase la hizo célebre Martín Lutero, por haberla seguido al pie de la letra mientras estuvo en el monasterio benedictino. La ministra de Vivienda parece haber realizado una condensación, acorde a los tiempos que vivimos, entre esta exhortación y la resignada opción política “roba, pero hace obra”.

Lo cierto es que es la primera vez que un alto funcionario del Estado reconoce en público que muchas autoridades están robando a manos llenas, como todos sabemos. Es un socorrido recurso el de encomendarse a la divinidad, tal como el recordado final de la presentación de Juan Carlos Hurtado Miller en 1990, ante el ‘fujishock’: “Que Dios nos ayude”. En ese entonces era el premier y ministro de Economía. Fujimori había ganado las elecciones a Mario Vargas Llosa y el grupo llamado Libertad, prometiendo no hacer lo que hizo. La hiperinflación desencadenada por las políticas erráticas y populistas de Alan García nos había dejado un país en ruinas. El shock era inevitable, pero no era políticamente rentable anunciarlo antes de la votación. Nuestra economía se estabilizó, así como el hábito de mentirle reiteradamente a la ciudadanía e instaurar un régimen organizado de corrupción.

En una entrevista efectuada por Enrique Patriau a Diego García Sayán, en la edición dominical de este diario, el entrevistado afirma que “no se ha visto algo parecido en el Perú, ni siquiera en los peores momentos de Montesinos y Fujimori”. García Sayán menciona un pacto corrupto y una organización criminal. Al observar las leyes promulgadas a diario en provecho de toda suerte de actividades ilegales, sin que el Ejecutivo las observe ni el Tribunal Constitucional las invalide, está claro que es cierto y que, por el momento, Dios está ocupado en otras actividades.

En el año 1995, Javier Pérez de Cuéllar, abuelo de la ministra de Vivienda, dijo unas palabras en aimara en la misma región en que su hija invocó a los poderes celestes. Fujimori ganó las elecciones, lo que incrementó su colección de derrotas a peruanos ilustres. Suena increíble que lo tengamos hoy libre y amenazando con candidatear de nuevo. Pero es lógico en el contexto que estamos mencionando. ¿Pacto corrupto? ¿Organización criminal? ¡Cuenten conmigo, pues tengo mucha experiencia en esos menesteres!

No dice mucho de nosotros como colectividad que asistamos impávidos a esta repetición en esteroides, humillando la cerviz. Paradójicamente, es desde la Iglesia católica que surgen voces críticas de este régimen violento y corrupto, tal como lo han expresado diversos prelados. Mientras tanto la delincuencia, al ver que tanto el ministro del Interior como la policía están atareados en otras faenas, se está apoderando de las principales ciudades del país. Los sicarios no dudan en asesinar a los choferes de las empresas de transporte público, tal como ha ocurrido con los de las empresas El Mandarino y Uvita, con fines extorsivos.

El país está abandonado y a la deriva. Quienes deberían gobernarlo se dedican a enriquecerse y protegerse, incluso de ellos mismos. ¿Cuál es el pacto con Vladimir Cerrón, por ejemplo? Es evidente que no solo no piensan capturarlo, sino que es posible que él los tenga capturados a ellos. Pues si lo detienen, solo Dios sabe, parafraseando a la ministra, lo que puede revelar el prófugo más visible de los anales de la policía.

Si continuamos paralizados por el miedo, por comprensible que este sea, lo que nos aguarda es aún peor. A los creyentes habrá que recordarles la versión contemporánea del ora et labora benedictino: a Dios rogando y con el mazo dando. Cierto, el flamante ministro del dictador Maduro, Diosdado Cabello (hay nombres que llevan su sino inscrito), tiene un programa de YouTube llamado ‘Con el mazo dando’. En su caso, es una amenaza literal a los opositores de la dictadura. En el nuestro, es una urgencia cívica, que no acontecerá si nos limitamos a arrodillarnos y suplicar.

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