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Regreso al Monumento a la Mariposa, 2024

Hoy hemos visitado el Monumento a la Mariposa de Peguerinos, nuestro principal objetivo. Sin embargo, algo extraño ha sucedido a lo largo de la ruta: Nuestro amigo Fer se ha transformado en La Araña



La mañana se presentaba más fresca de lo habitual y muy tranquila, aunque puede que los vecinos cercanos pensaran lo contrario al escucharnos celebrar el encuentro.

Sin tener indicios de lo que más tarde sucedería, en el Paseo Rivera de San Rafael, flanqueados por longevos cedros y con el monumento a Rafael Alberti como testigo, nos hemos encontrado:

Andrés, Ángel, Asanta, Enrique, Fer, Jesús, Luis Ángel, Miguel Ángel, Nacho, Paco, Patrick, Pedro y Alfonso.  (Nunca ha habido supersticiosos en el Grupo)


Para las intenciones de hoy, era inevitable recorrer de nuevo la Cañada Real Leonesa y alcanzar el Collado Hornillo (1637 m), donde, tras agruparnos, un viento suave parecía susurrarnos un “tuporaqui” irónico.


Muchos de los senderos recorridos hoy ya eran conocidos por la mayoría, pero “cada maestrillo tiene su librillo” y cada chef sus condimentos preferidos, aquellos que dan un toque especial a sus guisos. Hoy era Fer el que cocinaba y no ha dudado en añadir salsa picante en algunos tramos.

¡Atentos! porque la inercia de otras rutas nos puede llevar a cruzar el arroyo de Collado Hornillo, pero hoy vamos a seguir adelante, adentrándonos en un bosque de pinos, pero atravesando algunas zonas que parecen devastadas por desastres naturales.

La transformación ha sido inmediata, apenas perceptible. La Araña ha entrado en acción, tejiendo a nuestro alrededor una auténtica red de senderos de la que, en algún momento, hemos llegado a pensar que no podríamos escapar.


Tendremos un respiro al acercarnos a zona conocida como Pinar Llano en Peguerinos y reagruparnos junto al Monumento a la Mariposa. Momentos de relajo y de risas.

El siguiente destino: La Casa de la Cueva. Un albergue de montaña que ya hemos visitado en otras ocasiones y que te invita a seguir ruta, en ascenso hacia el puerto de Malagón o en descenso hacia el embalse de la Aceña, pero seguimos atrapados por La Araña. Una alegría encontrarte, José María.

Seguir un sendero marcado parece fácil, pero cuando te confías, el guía atraviesa sin más una pradera o nos lleva a una zona de antiguos campamentos juveniles. Allí, encontramos el edificio que en su día acogía la cocina, restos de instalaciones deportivas e incluso porterías de futbol, frente a las que han crecido retoños de pinos que actúan como rudos defensas.

Poco más adelante, la Araña nos engatusa y atrapa con un nuevo tejido enmarañado.

Rodar sin perderse se vuelve complicado. Te esfuerzas por seguir al compañero que va delante, confiando en que no se equivoque, mientras giras ligeramente la cabeza para comprobar si te siguen. Lanzas miradas rápidas, casi furtivas, al GPS, y no es raro que te indique que te has desviado. Y puede que tengas suerte si te libras de tener que contestar al walkie. Alarde de equilibrios.

¿Te detienes? No, porque estás disfrutando de verdad recorriendo los senderos técnicos y revirados y solo quieres seguir pedaleando, aunque no sepas con certeza a donde te diriges. La adrenalina y la tensión se entrelazan.

Sientes alivio cuando finalmente ves la salida y tus pulsaciones bajan, pero casi lamentas que aquello haya terminado.



A partir de ahora, de vuelta a la “normalidad”, por recorridos más familiares pero aderezados, ya lo dijimos, con algo más de picante. Hacia el pequeño embalse de Prado Toril, al que alimenta el arroyo del mismo nombre, con muy poquita agua en estas fechas.

Apenas fotos en movimiento, pues el recorrido no invita a soltarse de manos y menos cuando rodamos por el senderillo trialero junto al arroyo Chubieco hacia el Collado de Gargantilla (1647 m). Algún día te daremos gusto, Andrés y te acompañaremos en el esfuerzo hasta el refugio de Cueva Valiente (1903 m).


Mejor no amontonarnos en un descenso que sabemos complicado, pero que cada vez afrontamos con más destreza. La fuente de Juan Bellver queda a nuestra izquierda, pero ya no queremos agua… preferimos las cervezas que nos aguardan.


Y las bicicletas parecen descender solas, como si se conocieran el camino de regreso mejor que nosotros.

No cabe otra que felicitar al chef por el guiso que nos ha cocinado. Yo lo he disfrutado. ¿Y tú?

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