Miradas disruptivas
Imaginar el futuro como una proyección del pasado es una de las formas más comunes en que el ser humano conjetura sobre su porvenir. Incluso una de las grandes corrientes de estudios del futuro basa sus predicciones partiendo de la suposición de que hay grandes fuerzas en la humanidad que dan su forma a lo que aún no ha llegado.
La premisa en esta manera de pensar es que el statu quo es el patrón humano y que el cambio es la excepción. De esta manera se han planteado hipótesis de gran fuerza como que “todo cambia pero los problemas persisten”.
La humanidad vive con una sensación colectiva de que su entorno está en constante cambio y que probablemente esos cambios ocurren de una manera más acelerada que en el pasado. Eso podría justificar la otra sensación colectiva que compartimos hoy: la prisa.
Efecto de la tecnología
Iniciemos con la sensación de cambio. El gran acelerador a lo largo de la historia ha sido la tecnología; aunque claramente hay otros revulsivos, como las técnicas de producción, el comercio mundial o la internacionalización de la cultura.
La diferencia con la actualidad es que el factor de cambio se ha acelerado, pero la adaptación e integración a la vida de las personas son lentas. Un cambio implica el ajuste parcial o total de un patrón, es decir, una ruptura del statu quo, que no ha sido tan fácil para la humanidad a lo largo de la historia.
Observe por ejemplo los cajeros automáticos. Los primeros dispositivos se instalaron en Londres a finales de la década de los sesenta. A Costa Rica, las primeras versiones entraron en funcionamiento a finales de los ochenta.
Aunque su uso está generalizado, no todas las personas les tienen plena confianza. Pero probablemente los cajeros automáticos estén siendo superados por la cultura del “no efectivo” y el hacer las transacciones por internet o con tarjetas.
Si se considera que los cajeros automáticos tienen alrededor de 55 años de existencia y que aún se siguen usando, se constata que lo sucedido realmente es que las funciones de esta tecnología fueron aumentando y las opciones de hacer diferentes tipos de transacciones fueron creciendo, pero el concepto se mantuvo.
Este ejemplo lo que pretende es mostrar cómo la tecnología le ha dado al ser humano muchas maneras de extender sus capacidades para realizar más cosas en menos tiempo; sin embargo, hacerlo parte de la vida diaria ha sido gradual y lento.
¿Qué pasaría si este escenario de cambio fuera diferente? Es decir, si la tecnología siguiera creando innovaciones fantásticas, pero también el ser humano se volviera resiliente y los tiempos de adaptación se acortaran. Se estaría ante uno de los cambios más extraordinarios de la historia.
Chip incorporado
Bueno, la evidencia empírica muestra que estamos ahí, y para muestra un botón. A finales de la primera década del siglo XXI apareció en Europa una plataforma tecnológica para facilitar el transporte. Digamos, para hacerlo más sencillo, Uber.
En menos de cinco años, la plataforma ya funcionaba en la gran mayoría de los países y gozaba de una gran demanda. ¿Podría uno imaginar que iba a confiar su traslado de un lugar a otro a una persona desconocida, en un vehículo privado y pagar a una cuenta bancaria lejana? ¿O imaginar a una persona que se gana el sustento diario poniendo su vehículo a disposición del público?
Esta revolución tecnológica no duró dos décadas en llegar a Costa Rica, como los cajeros automáticos, sino media década. Pero lo más significativo es que contó con la confianza y el uso de la gente, y por supuesto, rompió un patrón.
Se podrían enumerar otras muchas cosas que han seguido una trayectoria similar a la de Uber; sin embargo, el asunto de fondo es que el empuje de las nuevas generaciones, las que se dice que nacieron con el chip incorporado, logró un emparejamiento más equitativo entre el cambio tecnológico y la adaptación de la humanidad.
La alineación de estos dos vectores crea también un efecto muy particular, y es la sensación de prisa constante. Algunas encuestas sobre el fenómeno evidencian cómo centenares de conductores que son detenidos por una autoridad de tránsito por manejar a altas velocidades o adelantar en zonas no permitidas, entre otras infracciones, al preguntarles el porqué de su prisa indican que no tienen ninguna, solo regresaban a la casa o iban a una actividad de ocio.
¿Por qué sentimos prisa? De acuerdo con investigaciones, el aceleramiento de los cambios tecnológicos, la amplitud de cosas que se pueden hacer en minutos y la posibilidad de participar simultáneamente en dos o tres actividades ha creado un patrón de aceleración, esto es, caminar al ritmo del cambio tecnológico, y si se puede ir adelante, aún mejor.
Vaya a un lugar retirado, donde la señal de internet no alcance, y probablemente sentirá el tiempo transcurrir más despacio, incluso puede que observe que la dinámica social es más lenta, a pesar de que el reloj en un lugar y otro avanza a la misma velocidad.
El autor es doctor en Gobierno y Políticas Públicas.