Seb Falk, historiador: “En la Edad Media hubo creencias ridículas, pero hoy hay quien piensa que las vacunas no funcionan”
El profesor de Cambridge defiende en su trabajo 'La luz de la Edad Media' avances científicos capitales durante este periodo, como el astrolabio, y el papel de la península ibérica como motor de desarrollo por “el intercambio entre culturas”
Ni guarros ni caras tiznadas: el daño de 'El nombre de la rosa' a la higiene en la Europa medieval
“No pretendo hacer creer que en la Edad Media sabían de todo o que solo hubo avances; es verdad que también había superstición y creencias ridículas, pero hoy en día todavía existen esas cosas: hay gente que cree actualmente que el mundo es plano, no una esfera, o que las vacunas no funcionan”. La filosofía del historiador inglés Seb Falk es el puro sentido común. Su trabajo La luz en la Edad Media. La historia de la ciencia medieval (Ático de los Libros, 2024), un sugerente ensayo novelado, viene a combatir el tópico (cada vez más desgastado y con menos peso) de una Edad Media oscura que nunca existió. Y no solo contradice esa mentira el legado material —las iglesias románicas o las catedrales góticas—, sino también un cúmulo de avances científicos que sirvieron de base al conocimiento posterior y al actual, que Falk muestra (eso sí) con la pasión de un profesor y un divulgador, sus dos facetas profesionales.
Inmerso en la tarea de coleccionar “luces” científicas en la apagada Edad Media que nos han vendido, el profesor de la Universidad de Cambridge se echó las manos a la cabeza. Cómo era posible que un periodo “de moda” —popularizado por ficciones como El señor de los anillos o Juego de tronos (o incluso el videojuego Assassin´s Creed) y del que no paran de publicarse nuevos libros y novelas— no estuviese asociado a los grandes avances de la ciencia, que él había podido desempolvar a lo largo de su tesis doctoral. “Me propuse escribir un libro, no solo para narrar hechos y destruir mitos, sino también para entusiasmar al público y que la gente buscara por su cuenta”, reconoce. Ese es uno de los motivos por los que va cargado con un astrolabio —el smartphone de la Edad Media— en la presentación de su estudio por España, después de cosechar elogios favorables entre la prensa y los lectores británicos.
Como la empresa de profundizar en las conquistas de la ciencia durante un periodo de un milenio y narrarlas no era tarea sencilla, Falk optó por ceder la responsabilidad a un monje del siglo XIV, de nombre John Westwick, cuyas peripecias vitales van acercando al lector detalles sobre las tablas alfonsíes, las artes liberales o la introducción de los números arábigos. Si el lector ignorara quién es el autor de La luz de la Edad Media, apostaría seguramente por un escritor español. En las páginas del libro se suceden las referencias a Alfonso X “el Sabio” o al llamado atlas catalán, el primer mapamundi que incluyó la representación gráfica de la rosa de los vientos y que fue elaborado por un mallorquín. ¿Tal fue el peso español en la ciencia medieval? “La península ibérica tuvo un papel destacado por ser un sitio de mezcla cultural, de intercambio de ideas entre cristianos y musulmanes”, opina el profesor.
La aparición de un rey “sabio”
Ahora que está en cuestión la identidad de los países europeos frente a los emergentes movimientos migratorios, Seb Falk atribuye, precisamente, a ese roce, a ese contacto, el origen de muchos de los avances medievales. “Había fronteras en Italia y en Tierra Santa, pero España fue el lugar más importante de intercambio de instrumentos, de tablas, de observaciones, de traducción”, sostiene Falk. Hace un milenio, relata el divulgador inglés, España “ganó mucha fuerza como lugar donde se podían encontrar libros de conocimiento muy avanzado”. En este contexto, argumenta el autor, “a Alfonso X ‘el Sabio’ le fue muy sencillo reunir a un equipo de astrónomos y matemáticos para sumar su propia contribución a la ciencia”. De ahí que Falk sitúe entre los grandes avances del momento la elaboración de las llamadas tablas alfonsíes, el primer catálogo que se confeccionó en la Europa cristiana con observaciones y datos muy precisos que, más adelante, permitieron a científicos como Copérnico, Galileo o Kepler desarrollar sus teorías.
Claro que todos estos avances han tenido que caminar a lo largo de la historia con una piedra en el zapato. El tópico, seguramente malintencionado, de la “oscura Edad Media”. Pero, ¿qué hacer para dar brillo a sus avances, sino cuestionar y emborronar lo que se había logrado hasta la fecha? Y así germinó esta creencia durante el Renacimiento, cuando se miraba al conocimiento de las civilizaciones clásicas —Grecia y Roma—, a la lucidez de pensadores como Cicerón, poniendo en entredicho lo que estaba en medio, en el medio: la Edad Media. Aquí, precisa Falk, entró en escena también la religión. Para desprestigiar esta supuesta época oscura, los protestantes criticaron sin medida a una de las instituciones que estaba al frente, a la Iglesia, por sus supersticiones y falsedades.
Ahora bien, la pregunta es sencilla, ¿cabían en esa Edad Media, falsamente sucia y oscura, avances como el astrolabio que Seb Falk luce entre sus manos? “Lo comparo con el smartphone actual porque te permitía obtener una serie de conocimientos como saber la hora, orientarte hacia el norte o el sur, identificar una estrella, saber la duración del día o cuándo iba a ponerse el sol, incluso la altura de un edificio”, relata el autor. Es decir, prácticamente todo lo que hace uno de nuestros teléfonos inteligentes (utilizar el GPS, consultar predicciones meteorológicas, descargar información…), salvo llamar. Que, por cierto, es casi lo que menos se hace con un smartphone. “Es cierto que ya existían instrumentos que realizaban estas funciones por separado, pero ninguno las podía hacer todas juntas en un único objeto portátil, que te podías llevar de viaje y que, además, era un símbolo del estatus de la persona”, precisa el escritor. Acaso ahora esto se consiga comprando el iPhone más caro (o quizá, ni aun así).
Artes liberales y números arábigos
En La luz de la Edad Media, habla su autor también de la creación de las primeras universidades o de la consolidación y desarrollo de las siete artes liberales, establecidas en época romana. Así es como se distinguía entre letras (gramática, lógica y retórica) y números (aritmética, astronomía, geometría y música), una estructura que supuso la base de la transferencia del conocimiento durante toda la Edad Media, antes de que irrumpieran nuevas formas de concebir el aprendizaje y modificaran este esquema.
Precisamente, en el terreno de los números hubo un cambio que permitió un avance determinante. “He podido percibir que a mis lectores les ha sorprendido lo que digo de los números romanos, que no eran tan malos como parecían y que permitían hacer fácilmente operaciones como multiplicar”, revela Falk, quien reconoce, no obstante, que los números árabes “son más flexibles, funcionan mejor”. Aún así, los romanos sobrevivieron (lo han hecho hasta la actualidad, aunque se utilizan en ámbitos muy concretos) durante siglos, dado que solo algunas disciplinas especializadas, como la astronomía, precisaba de operaciones complejas. “Hoy seguimos utilizando tres sistemas diferentes, si a los romanos y a los árabes sumamos la escritura de los números con letras, y eso es algo que al lector le sorprende cuando lo piensa”, añade el profesor.
Como todos los periodos, hubo un acontecimiento (mayúsculo) que enterró la Edad Media. ¿Qué supuso el descubrimiento del Nuevo Mundo para la ciencia? “Cuando los europeos viajaron a América, descubrieron un nuevo continente, nuevos animales, nuevas plantas… Esto los indujo a reflexionar y a dudar de la autoridad de los antiguos sabios”, razona Seb Falk. Aunque este hecho no fue el único que hizo tambalear los cimientos del conocimiento. Otro de los más significativos fue, según expone el profesor británico, la irrupción de la imprenta (Gutemberg, siglo XV) que impulsó la producción y circulación de libros, y, como consecuencia, la comparación de saberes y el análisis de contradicciones entre ellos. “Viajar, como aparece en la introducción del libro más importante de Francis Bacon, suponía aumentar el conocimiento; esto era algo nuevo frente a la Edad Media, en la que, aunque se viajaba, se debatían y discutían ideas más hacia dentro”, añade Falk.
¿Acabarán Falk y otros autores definitivamente con la falsa tesis de la oscuridad medieval? “Debemos entender que la realidad de la Edad Media no es de pura oscuridad, ni tampoco de puros logros, es una época complicada”, reconoce el autor. “Pero creo que los autores contemporáneos debemos compartir el empeño de transmitir a la sociedad que cualquier época es compleja, tiene sus avances y sus problemas; de esa manera, lograremos que la gente, por ejemplo, mire los edificios medievales de otra forma y se pregunte el porqué de sus elementos”, añade. Y deja una frase para la reflexión: “Nuestra medicina es mucho mejor que la que se practicaba en la Edad Media, pero sigue teniendo sus problemas y debemos continuar trabajando para avanzar”.