Decir que escribes novelas románticas puede salvar tu vida en Irán
El escritor francés François-Henri Désérable relata en 'El deterioro de un mundo' los 40 días que estuvo en Irán antes de ser detenido por los Guardianes de la República
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Finales de 2022. Un escritor francés espera a que su avión despegue. Todavía no ha desconectado el teléfono cuando recibe una llamada. Es el centro de crisis del Ministerio de Asuntos Exteriores. Saben que está a punto de viajar a Irán. Le piden que renuncie. “El riesgo de arresto y detención arbitraria es muy elevado. Si lo hacen, le abrirán un expediente completamente inventado y le condenarán por cualquier cosa. Encontrarán un motivo. Le convertirán en un peón, en moneda de cambio. No podremos hacer nada”, intentan disuadirle. La advertencia llega demasiado tarde. La tripulación le pide que apague su móvil. Lo hace sin despedirse. Horas después, aterriza en Teherán.
Así fue como François-Henri Désérable inició los 40 días que logró estar en el país de Oriente Medio antes de que le arrestaran y le dieran 48 horas para abandonarlo; y que ha plasmado en el libro El deterioro de un mundo (Cabaret Voltaire). El autor de Muestra mi cabeza al pueblo (2013) y Évariste (2015) estará este viernes en Segovia, donde participará en una conversación en torno a su publicación en el Hay Festival.
Fue otro escritor, Nicolás Bouvier, el que inspiró al francés a realizar su expedición. El autor suizo recorrió en 1953, cuando tenía 24 años, Yugoslavia, Turquía, Grecia, Irán y Pakistán; y recogió lo sucedido en el ejemplar Los caminos del mundo. François-Henri Désérable quedó muy impactado cuando lo leyó; tanto, que tiene una fotografía de su artífice en la estantería situada al lado de la mesa desde la que trabaja y atiende desde el otro lado de la videollamada a este periódico. Decidió que algún día seguiría sus pasos, y lo cumplió.
Quiso marcharse en 2020, pero la pandemia truncó sus planes y acabó retrasando la aventura a 2022. Llegó mes y medio después de que la joven de 22 años Mahsa Amini fuera asesinada a golpes por la Policía de la Moral por llevar mal puesto el velo. Su muerte desencadenó una oleada de protestas en el país que fueron recibidas con una violenta respuesta policial. “El grito de 'mujer, vida, libertad' desde el cementerio atravesó Irán”, recuerda Désérable, que fue jugador profesional de hockey antes de iniciar su carrera como escritor.
Las protestas continuaban cuando el autor francés llegó a Irán, aunque como explica, su modus operandi es muy distinto al de las movilizaciones que estamos acostumbrados a ver en Europa o Estados Unidos.
“No son como en París o Madrid, donde tú convocas a la gente a las dos de la tarde, por ejemplo, y sabes de qué plaza a qué plaza iréis caminando. Allí parten de un pequeño grupo que acude a una calle, empiezan a gritar: '¡Muerte al dictador!'. Y esperan a ver qué pasa. A veces nada, otras hay más gente que se une y acaban formando una multitud, que se va a los 10 minutos porque cuando llega la policía salen corriendo porque nadie quiere ser detenido”, describe, “es difícil verlas, pero a la vez puede ser que te las encuentres dando un paseo”. Eso sí, siempre se organizan cerca de alguna ubicación que les permita disiparse corriendo para evitar las temidas detenciones.
“No tienen miedo de morir, tienen miedo a ir a la cárcel. Y a pesar del riesgo que corren, siguen manifestándose. Es un acto de valentía, me impresionó muchísimo el coraje de la juventud iraní”, reconoce Désérable. El escritor detalla en El deterioro del mundo las torturas a las que se somete a los presos. Están las palizas, el colgamiento prolongado por los pies, los dedos rotos, las uñas arrancadas, la privación de agua, alimentos y cuidados, los electroshocks y los simulacros de ejecución.
También se practica el aislamiento en celdas minúsculas con tubos fluorescentes de luz cegadora en el techo, encendidos día y noche, justo encima de los ojos. La conocida como la 'tortura blanca'. Y las violaciones. “Cuentan casos de jóvenes implorando que les dieran la píldora ya que no quieren, encima, quedarse embarazadas de sus verdugos. Hay víctimas que, al salir de la cárcel, se suicidan o no se atreven a salir a la calle”, relata.
La novela romántica como salvavidas
Durante su viaje, nadie debía enterarse de sus intenciones. Diría que era escritor, ya que la República Islámica no concede visados a los periodistas. Debía esconder sus notas y cualquier otro indicio que pudiera levantar sospechas sobre su cometido. En ese momento pensó que simplemente armaría varios artículos relatando sus experiencias pero, a su regreso, consideró que tendría que extenderse más y decidió que plasmaría sus vivencias en un libro, en parte para contrarrestar la imagen, “muchas veces errónea”, que existe sobre la población iraní a nivel global.
“La mayoría no son antiestadounidenses ni antisemitas. En Estados Unidos tienen muy mala opinión sobre los iraníes. No son lo que pensamos que son. Se piensa que son terroristas. Y claro que no”, defiende, “la principal razón por la que escribí el volumen fue dejar constancia del coraje de la población iraní”. “Me emocionó tanto su valentía que sentí la necesidad de contar lo que estaba pasando ahí, sobre todo porque la mayoría de la información que nos llega desde Irán viene de periodistas que no están en Irán. No es su culpa, ya que el problema es que no se les conceden visados para poder ir”, valora. Él, al decir que era escritor y entrenador de hockey, logró tener la coartada para que le abrieran las puertas.
La mayoría de los iraníes no son ni antiestadounidenses ni antisemitas. Mucha gente piensa que son terroristas y claro que no. La principal razón por la que escribí el libro fue dejar constancia de su coraje
Désérable quería haber estado en el país durante, al menos, dos meses, pero fue detenido por los Guardianes de la Revolución antes en un restaurante. Supo que corría peligro cuando comprobó que le llevaban a un garaje e hizo lo posible para borrar las conversaciones que pudieran comprometerle y demás archivos que conservaba en su teléfono móvil. Consiguió librarse de las torturas y que le dieran permiso para marcharse, alegando que era escritor de novelas románticas. Que este fuera el género de su última publicación, Mi dueño y mi señor, le sirvió para corroborarlo. “Pensé que así no me verían como peligroso. Fue una buena idea, ya que si no, no estaría aquí hablando contigo”, continúa celebrando ahora. Regresar no está por el momento dentro de sus planes: “Nunca sabes qué puede pasarte”.
El escritor francés cuenta que hace poco conoció a la jugadora de ajedrez iraní Mitra Hejazipour que en 2019 fue expulsada del equipo nacional por querer competir sin velo en un campeonato mundial en Moscú. “Me dijo que puede ser que publiques en Facebook algo contra el régimen y que no te pase nada, pero a la vez podrían multarte e incluso detenerte. Nunca sabes. Y esto es algo que hacen para mantener a la población en un estado de miedo perpetuo en el que siempre exista el temor a lo que pueda ocurrirles”, indica. Un contexto que aplica a él mismo. “Si vuelvo a Irán puede que no me pase nada, pero también puede que me arresten y es un riesgo que no me apetece correr ahora”, asegura.
Désérable es optimista respecto al futuro que le depara a Irán. “El 90% de la población quiere un cambio y eso es muchísimo. No sé cuándo ocurrirá, pero estoy segura de que pasará. La gente está demasiado en contra como para que la República no acabe cayendo”, vaticina.