Israel busca en la guerra lo que el derecho internacional le niega
La llave para una desescalada es un alto el fuego en Gaza y acuerdos de paz con el fin de la ocupación ilegal. Pero Israel apuesta por el marco de la fuerza militar, porque es ahí donde gana
No es la primera vez que los acontecimientos en Palestina afectan a Líbano, y es importante este punto para entender qué se desarrolla ante nuestros ojos. Israel invadió el sur de Líbano en 1978, volvió a hacerlo en 1982, cuando llegó hasta Beirut y, de nuevo, en 2006. Estos tres hechos estuvieron siempre ligados a la cuestión palestina y a la voluntad colonial de Israel. En 2006, al igual que ahora, el inicio de los bombardeos israelíes sobre Beirut apartaron la atención sobre Gaza, más aún.
La invasión israelí del sur libanés en 1978
En 1948 Israel llevó a cabo una limpieza étnica en territorio palestino, con la expulsión de 750.000 palestinos. Una parte de esos refugiados, unos 100.000, se instalaron en Líbano, país que había sido colonia francesa hasta 1943.
En 1967 Israel ocupó ilegalmente Gaza, Cisjordania, Jerusalén Este y los Altos del Golán sirios, con la oposición de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), refugiada primero en Jordania y, a partir de 1970, en Líbano, donde ya vivía un importante número de refugiados palestinos. Desde allí empezaron a operar los movimientos políticos y los grupos armados palestinos, con Yasser Arafat a la cabeza.
En 1978, en plena guerra civil libanesa, 25.000 soldados israelíes invadieron y ocuparon todo el territorio libanés al sur del río Litani, con la intención de expulsar a las milicias palestinas y de controlar una parte del país vecino. Cientos de libaneses murieron bajo las bombas y los palestinos huyeron hacia el norte. Naciones Unidas condenó enérgicamente la acción a través de la resolución 425, que exigía la inmediata retirada del Ejército israelí y envió tropas multinacionales a la zona, la FINUL, que se mantiene allí hasta hoy, comandada por España desde 2022, con un contingente de 650 cascos azules españoles.
El escenario de la guerra, la huida hacia delante, favorecen la política de hechos consumados que practica Tel Aviv
La invasión israelí de 1982
En 1982 el Ejército israelí llegó hasta la capital y asedió Beirut durante dos meses, con la alianza de las milicias falangistas cristianas, lideradas por Basher Gemayel, e inspiradas en la Falange española de Primo de Rivera. Miles de libaneses murieron bajo las bombas y los proyectiles, y miles más tuvieron que huir. En ese contexto de ocupación y guerra nació Hizbolá. Se fundó con la unión de varios grupos islámicos chiíes que buscaban más peso político para su comunidad. Contaron con el asesoramiento y beneplácito de Irán, donde el triunfo de la Revolución Islámica iraní, en 1979, había expulsado al Sha, aliado de EEUU.
En Beirut, el líder palestino Yasser Arafat y sus hombres resistieron en la capital, bajo bombardeos y ataques con mortero que acabaron con la vida de miles de palestinos y libaneses. La comunidad internacional entró en escena enviando una fuerza multinacional con tropas estadounidenses, francesas e italianas que, en agosto de 1982, se encargaron de evacuar a más de 14.000 palestinos, milicianos y sus familiares, entre ellos Yasser Arafat.
Días después, el Ejército israelí ocupó el oeste de Beirut, cercó los campos de refugiados palestinos de Sabra y Shatila y abrió el camino a las milicias cristianas que, bajo observación de las tropas israelíes, degollaron y fusilaron a mujeres, hombres y niños, durante tres días. Murieron entre 2.000 y 3.500 palestinos.
Tras aquella masacre, el Ejército israelí salió de Beirut y en 1985 se replegó hacia el sur, donde operó hasta el año 2000. Allí mantuvo enfrentamientos esporádicos con Hizbolá y lanzó ataques que mataron a numerosos civiles libaneses, incluidos niños. Su retirada del sur de Líbano en 2000, tras años de ocupación, contribuyó a un aumento de popularidad de Hizbolá en territorio libanés.
En 2006, como ahora, la atención se apartó de Gaza para centrarse en Líbano
Hizbolá
Hizbolá empezó a participar en las elecciones a partir de los años noventa, al término de la guerra civil libanesa, con el nombre de Partido de Dios. La alianza de grupos que lidera ha llegado a gozar de mayoría parlamentaria en algún periodo -la perdió en las elecciones de 2022-, tiene diputados en el Parlamento y dos ministros en el Gobierno libanés de coalición.
Además del personal civil del partido, cuenta con comités de salud, de educación y de ayuda social, en los que trabajan enfermeros, médicos, profesores, administradores, economistas y otros empleados. Hay personas que no son integrantes de Hizbolá pero que reciben ayudas de sus comités, en los barrios más castigados por la crisis económica que sufre Líbano. Cuando se nos dice que Israel ha atacado un “feudo de Hizbolá”, no significa que se trate de un área militar. De hecho, los barrios del sur de Beirut, así como las localidades del sur de Líbano, son áreas llenas de civiles.
Con respecto a su brazo armado, Hizbolá dispone de decenas de miles de hombres, cohetes y proyectiles capaces de alcanzar y dañar territorio israelí, donde ha matado a soldados y civiles. La superioridad militar del Ejército israelí es incuestionable, tanto en soldados y armamento como en número de ataques y bajas causadas.
En estos meses de masacre en Gaza Israel ha invadido zonas de la Franja y se ha anexionado más tierras en Cisjordania
La invasión israelí de 2006
En 2006, poco después del triunfo de Hamás en las elecciones, Israel lanzó varios ataques contra la Franja de Gaza en los murieron civiles, incluidos niños. Las imágenes de la pequeña Huda Ghalia, de 10 años, llorando junto a los cadáveres de sus padres y sus cinco hermanos en una playa dieron la vuelta al mundo. Poco después, Hamás secuestró a un soldado y el Ejército israelí lanzó la operación militar Lluvia de verano contra la Franja, en la que mató a más de cuatrocientas personas, la mayoría civiles.
Ante esos ataques, Hizbolá entró en escena: lanzó varios cohetes desde Líbano contra el norte de Israel, mató a tres soldados israelíes y secuestró a otros dos. Israel consideró aquello suficiente para invadir nuevamente el territorio libanés e iniciar una guerra hasta Beirut, donde aplicó lo que se conoce como Doctrina Dahiya -en referencia al nombre de los suburbios de la capital-, consistente en atacar de forma masiva y desproporcionada zonas urbanas e infraestructuras civiles para causar un gran daño. El general israelí Gadi Eizenkot afirmó posteriormente que lo ocurrido en Dahiya en 2006 “le pasará a cualquier pueblo desde el que se dispare contra Israel (…). Aplicaremos un poder desproporcionado y causaremos un daño y una destrucción inmensos”.
En pocos días las fuerzas aéreas y los tanques israelíes arrasaron barrios enteros de la capital libanesa, destrozaron importante infraestructura civil, incluido el aeropuerto de Beirut, e impusieron un bloqueo aéreo y naval. En un mes mataron a más de 1.100 civiles libaneses. Poco después se firmó un alto el fuego e Israel volvió a retirarse del país.
El marco de la paz y del derecho internacional dificultaría a Israel mantener su ocupación ilegal
Los ataques indiscriminados actuales
En 2006, cientos de periodistas contemplamos desde la capital libanesa imágenes similares a las que se suceden en las últimas horas: la huida de miles de personas del sur al norte del país, cientos de cadáveres, miles de heridos, edificios totalmente derruidos. Entonces, al igual que ahora, Gaza quedó en segundo plano en buena parte de los medios de comunicación y en las declaraciones políticas de gobiernos occidentales.
Tras los atentados de Hamás del 7 de octubre de 2023, en los que murieron 1.200 israelíes y unos 250 fueron secuestrados, Hizbolá e Israel han protagonizado enfrentamientos en la frontera, con un número notablemente mayor de ataques israelíes y de muertos libaneses, entre ellos civiles, como Issam Abdallah, periodista de la agencia Reuters.
Ahora, cuando está a punto de cumplirse un año de masacre continuada, con más de 41.000 muertos en Gaza, Israel vuelve a bombardear Líbano, sembrando el terror con ataques indiscriminados y causando la muerte de al menos 600 civiles. La llave para una desescalada en la región es un alto el fuego en Gaza, acuerdos de paz que contemplen el fin de la ocupación ilegal de Palestina y cumplimiento del derecho internacional. Pero el Gobierno israelí apuesta por la vía de la fuerza militar, porque es ahí donde gana. Así ha ocurrido a lo largo de las décadas.
En el contexto de una escalada regional la cuestión palestina queda diluida, escondida, postergada.
En la guerra de 1948 Israel se anexionó un 24% de territorio que no le concedía el plan de partición de Naciones Unidas. En la guerra de 1967, ocupó ilegalmente el 22% restante de Palestina, además del Sinaí egipcio y los Altos del Golán sirios. En la guerra de Líbano ocupó durante años territorio libanés. En la actualidad, no tiene la voluntad de renunciar a las áreas palestinas que ocupa ilegalmente, ni a los Altos del Golán. De hecho, en estos meses de masacre en Gaza ha invadido zonas de la Franja y se ha anexionado más tierras en Cisjordania.
Varias resoluciones de Naciones Unidas -la primera, de 1967-, exigen la retirada israelí de esos territorios. Desde 2021 el Tribunal Penal Internacional investiga crímenes de Israel en Palestina, entre los que se encuentra la propia ocupación, “el traspaso de población del Estado ocupante al territorio ocupado”. El pasado mes de julio, la Corte Internacional de Justicia emitió un dictamen en el que reitera la ilegalidad de la ocupación de Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este. Además, hace tan solo unos días, la Asamblea General de Naciones Unidas aprobó, por gran mayoría, una resolución que exige a Israel poner fin a su ocupación ilegal de los territorios palestinos en un plazo de doce meses.
El marco de la paz y del derecho internacional dificultaría a Israel mantener esos territorios. El escenario de la guerra, la huida hacia delante, favorecen la política de hechos consumados que practica Tel Aviv. En el contexto de una escalada regional la cuestión palestina queda diluida, escondida, postergada. Israel apuesta por el marco de la guerra porque en ella puede evitar sus obligaciones y ganar lo que el derecho internacional le niega.