El salario de los privilegiados y el despojo a los trabajadores
El caso de Marcela Cubillos ha generado un justo revuelo en redes sociales y medios de comunicación: la exministra recibía un salario mensual de 17 millones de pesos, un monto que, incluso en países con un costo de vida mayor, sería considerado un lujo inalcanzable para la mayoría de los profesores universitarios. Mientras tanto, en Chile, la mediana de los salarios de las y los trabajadores no supera los $582.559 al mes, una cifra que, con suerte, permite cubrir cuestiones básicas para sobrevivir.
Este contraste evidencia no solo la desigualdad inherente en nuestra sociedad, sino el abuso que se ejerce desde las élites políticas sobre quienes realmente sostienen la economía: los trabajadores y trabajadoras.
En ese contexto, la desposesión salarial es descrita como una situación en la que el trabajador o trabajadora produce mucho más valor del que recibe a cambio en su salario. Esa plusvalía se convierte en ganancia para el dueño del capital, y en este caso, para quienes detentan el poder político. Marcela Cubillos representa un símbolo de cómo el poder no solo otorga privilegios, sino que también perpetúa una estructura donde el esfuerzo y la producción de las y los trabajadores son sistemáticamente desvalorizados.
Así, la derecha política -a la cual pertenece Cubillos- no duda en exigir “esfuerzo” y “austeridad” a las y los trabajadores, insistiendo en que debemos aceptar la realidad de sueldos bajos y condiciones laborales precarias mientras que desde su trinchera de privilegio, disfruta de salarios que son inimaginables para la mayoría. Esta incongruencia es un ejemplo claro del abuso de poder: quienes dictan las reglas y piden sacrificios no están dispuestos a aplicarse las mismas medidas, lo cual revela una enorme hipocresía y desconexión con la realidad de la mayoría de las y los trabajadores.
Esta distribución desigual de la riqueza no es un accidente ni un defecto menor del sistema. Es el corazón de un modelo económico que favorece la concentración del capital y deja a las y los trabajadores sin el fruto de su esfuerzo. Es un modelo en el que aquellos que poseen poder político o acceso a él se aseguran salarios y beneficios que escapan a toda lógica de equidad y justicia social, mientras las y los trabajadores luchan por sobrevivir con un sueldo que apenas llega a cubrir sus necesidades más básicas.
Es imperativo, entonces, que como sociedad nos preguntemos: ¿por qué aceptamos que unos pocos disfruten de sueldos millonarios a costa del esfuerzo de la mayoría? ¿Por qué permitimos que el discurso del “esfuerzo” y la “austeridad” se utilice como excusa para justificar la explotación? La situación de Marcela Cubillos no es un hecho aislado; es la manifestación de un sistema que ha sido diseñado para que la desigualdad persista, para que el trabajo de las personas enriquezca a una minoría mientras esa misma minoría sigue dictando las reglas del juego.
El verdadero desafío radica en cambiar esta estructura, en luchar por una distribución justa. Necesitamos un sistema en el que los salarios no sean solo suficientes para sobrevivir, sino que reflejen el verdadero aporte de cada trabajador y trabajadora a la sociedad. Porque, al final del día, no se trata solo de números, sino de dignidad y justicia para aquellos que son la base y el motor de nuestro país.
Por Eric Campos, secretario general de la CUT.