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El nuevo cardenal

El país se regocija con el nombramiento del gran canciller de la PUCP y arzobispo de Lima, Carlos Castillo, como nuevo cardenal. Se trata de una designación del papa Francisco que reconoce las cualidades pastorales y teológicas que ha mostrado el flamante purpurado en los tiempos recios que le ha tocado vivir en el Perú, marcado por la pandemia y los 220.000 muertos; así como aquí debe ir algo de los últimos gobiernos, no solo Dina y la prepotencia de sus socios en el Congreso.

Monseñor Castillo es una voz en el desierto que ha clamado por los asesinados del inicio del régimen de Boluarte, por las víctimas del mal manejo económico que ha multiplicado el número de pobres, por el abuso y la prepotencia de la agrupación Sodalicio contra tres periodistas a los que se ha querido acallar a punta de ridículos juicios y, recientemente, con las iniciativas en el Congreso a favor de la criminalidad.

Siempre ha sido la voz firme de Carlos Castillo la que ha mostrado que la Iglesia católica no puede ser sorda y muda frente a la vileza de los actos políticos con fines estrictamente particulares. La defensa del bien común ha estado en el centro de sus preocupaciones y ha mostrado que es labor de los católicos construir un mundo más justo, solidario e inclusivo.

El nuevo cardenal recibirá el birrete de las manos del papa Francisco, el próximo 8 de diciembre, junto con otros 20 prelados del mundo entero que se incorporan al Colegio Cardenalicio de Roma. En palabras de Francisco, quien hizo el anuncio tras el ángelus del domingo en la plaza de San Pedro, se trata de la demostración de la universalidad de la Iglesia y muestra de la misericordia y el amor de Dios a todos los hombres de la tierra.

Con su designación, monseñor Castillo es el sexto cardenal peruano en recibir tan alta investidura. Se suma al cardenal Pedro Barreto, también nombrado por el papa Francisco. Apenas conocida su creación como nuevo cardenal, Carlos Castillo reconoció la enorme responsabilidad del cargo. En relación con el contexto político nacional, pidió la derogatoria de la ley procrimen porque en ella hay “indiferencia y signos de complicidad con el mal”. Todo un ejemplo de coherencia cristiana de nuestro nuevo cardenal.

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