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¿Por qué las tortugas son tan lentas?

Abc.es 
A pesar de su lentitud, las tortugas siempre encuentran la manera de disfrutar de cada momento. Mientas se desplazan lentamente por la orilla de una laguna observan con atención el mundo que las rodea: las mariposas que revolotean de flor en flor, los pájaros que rompen el silencio con sus trinos, los peces que saltan en el agua cristalina… Con su ritmo pausado, las tortugas pueden apreciar la belleza de la naturaleza en todo su esplendor. El caparazón de estos quelónidos está compuesto por placas óseas cubiertas por escamas, cuya función principal es proteger a la tortuga de sus enemigos. Para soportar el peso de su caparazón las tortugas han desarrollado músculos y huesos más cortos y densos que otros reptiles. Estos músculos les proporcionan la fuerza necesaria para mover su cuerpo , pero a costa de la velocidad. Las tortugas son animales ectotérmicos, lo que significa que su temperatura corporal depende de la temperatura ambiente. Al ser de sangre fría, su metabolismo es más lento que el de los animales de sangre caliente, lo que les permite sobrevivir con menos alimento y les dota de una mayor longevidad, pero a cambio les limita su capacidad para realizar actividades que requieran un gran gasto energético, como puede ser correr a gran velocidad. Imaginemos por unos segundos que nos hemos convertido en una tortuga y que llevamos sobre nuestra espalda una casa móvil, un caparazón que nos protege de nuestros posibles depredadores pero que, a cambio, nos provoca un peso extra. ¿Seríamos capaces en esta situación de correr una maratón? En modo alguno. El hábitat de las tortugas también juega un papel crucial en la velocidad. Las tortugas acuáticas y terrestres tienen diferentes adaptaciones que afectan su movilidad. Las tortugas marinas, por ejemplo, son más rápidas en el agua que en tierra, gracias a sus aletas adaptadas para nadar. Sin embargo, incluso en el agua, no son particularmente rápidas en comparación con otros animales marinos. Las tortugas terrestres, por su parte, están adaptadas para moverse lentamente a través de su entorno, lo que les permite buscar alimento y refugio de manera eficiente. Incapaces de correr más rápido que sus depredadores se han visto obligadas a desarrollar otras estrategias de defensa, como pueden ser tener colores y patrones que les permitan camuflarse en su entorno, mientras que otras pueden liberar sustancias químicas desagradables para disuadir a los depredadores. Uno de los mayores desafíos que enfrentan las tortugas hoy en día es la pérdida de hábitat. La urbanización, la agricultura y la deforestación han reducido drásticamente los espacios naturales donde las tortugas pueden vivir y alimentarse. Estos hechos las deja vulnerables y con menos opciones para encontrar refugio y alimento. Además, el aumento de la temperatura global afecta de forma significativa a las playas donde las tortugas marinas ponen sus huevos, alterando la proporción de sexos de las crías y reduciendo, así, las tasas de supervivencia. Por último, la introducción de especies invasores y la presencia de nuevos depredadores ha aumentado de forma significativa las amenazas a las que tienen que hacer frente. En resumen, la lentitud de las tortugas, que alguna vez fue una adaptación evolutiva beneficiosa, ahora se ha convertido en una desventaja.

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