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Hollywood, el Midas al revés

Aunque la película No hables con extraños resulta entretenida, vale la pena pensar en el poder que tiene el cine en inglés para reconstruir cualquier historia y reducirla a su mínima expresión. Y es que por más que No hables con extraños se vende como estreno, se trata en realidad de la adaptación de una brillante película danesa: Gæsterne, escrita por Christian Tafdrup y su hermano Mads Tafdrup.Con esta adaptación pasa lo mismo que con La maestra de jardín, obra israelí que dirigió Nadav Latip en 2014 y que Hollywood desfiguró en 2018 con La maestra de Kinder. O cuando el novelista John Ajvide Lindqvist se volvió tan famoso por la adaptación de su novela Déjame entrar que pudo vender sus derechos para que Estados Unidos construyese una pútrida película de terror.En fin, que pensando en este poder para destruir las historias personales de tantos artistas y fabricar con ellas filmes de sabor artificial, llega uno a la conclusión de que son pocos los artistas que no se venderían a sí mismos. He escuchado a dos directores mexicanos que consideran un triunfo el hecho de que se les haya aproximado un productor estadunidense para ofrecerles dinero por los derechos para adaptar películas que además les atañen mucho a sus creadores. Y lo peor, finalmente los productores californianos ni siquiera continuaron las negociaciones. Se desistieron de los directores mexicanos por los que habían mostrado interés como un comprador de carne que siente que está pagando mucho por un chamorro que no está suficientemente jugoso. Y, aun así, los creadores de ambas películas nacionales se sentían orgullosos de haber recibido la oferta. Ambos lo presumen todavía. Y levantan sus caballitos de tequila. Hollywood, presumen, es como Midas.Yo sospecho que es exactamente al revés. Así lo confirma esta adaptación de No hables con extraños, pues —lo dicho— es entretenida pero sólo porque queda algo allá en el fondo de la historia original que gira en torno a una familia muy convencional que durante un viaje a Italia se encuentra con una pareja que tiene a un niño que no puede hablar porque nació con una lengua demasiado pequeña. Y la familia convencional está a punto de meterse con el niño de estos nuevos amigos en un viaje que los lleva desde la ciudad hasta el campo, desde la civilización hasta la barbarie, desde los temores de la burguesía hacia la realidad de una naturaleza salvaje.En la película danesa, por ejemplo, la mujer de la familia poco convencional está prácticamente disfrazada de Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea. Con este detalle se produce, desde la imagen, una parábola política dirigida a quien cree que Europa es un Edén sin entender que también es el Hades. Ahora bien, narrar el final sería un acto demasiado brutal porque sí, si lo que uno desea es pasar una tarde lluviosa en el cine, No hables con extraños no está mal, pero si uno consiguiera ver la original de Christian Tafdrup se encontraría con algo tan bizarro pero importante como Funny Games, esta crítica del cine de terror y de la gente que gusta de verlas.El chiste con Funny Games llega hasta el extremo de que cuando se aproximaron a Michael Haneke los estadounidenses para pedirle una adaptación, él se las concedió a cambio de dirigirla él mismo. Este es el único caso en que un creador ha conseguido burlarse de la inocencia de quien piensa que sólo el cine de Estados Unidos tiene valor, tomar el dinero y salir airoso tras venderse a sí mismo.AQ

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