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El turismo flipaba con el mercadillo de Campoamor

Madrugón, carro de la compra y el bolsillo lleno de monedas. Así pasaban las semanas en el Mercadillo de Campoamor de 1974, un descampado transformado en hervidero de personas de manera sistemática cada jueves y sábado. Estos últimos, más multitudinarios y repletos de niños que, al paso de sus mayores, buscaban la distracción entre alguna mandarina caída en el suelo a modo de pelota entre un reguero de piernas en continuo movimiento. Allí, en el solar que hoy ocupa el ADDA en la avenida de Alcoy, se concentraba el punto neurálgico de la economía diaria de Alicante, en tiempos donde las grandes superficies y las cadenas de supermercados todavía no habían aterrizado.

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