Tres argumentos demoledores de un historiador mexicano contra las mentiras sobre la Conquista española
Juan Miguel Zunzunegui rebosa energía a sus 49 primaveras. El historiador mexicano, sonrisa al viento, llega a la Fundación Antezana jovial; y eso que ha participado ya en nueve actividades desde que aterrizara en España hace día y medio. Hoy pisa Alcalá de Henares, y lo hace orgulloso: «Es un privilegio visitar el lugar en el que nació Miguel de Cervantes». No es un dato baladí, pues el del ingenioso hidalgo fue el escritor que enarboló como nadie esa lengua que nació entre Cantabria y Burgos, creció en la península ibérica y se extendió luego por toda Hispanoamérica. Porque morir no ha muerto ni morirá, diantre. «En un mundo en el que existen seis mil idiomas, el español lo hablan 550 millones de personas», suscribe. Por eso el título de la conferencia que imparte: 'Soñar en español'. Porque, como bien explica a la audiencia, la historia de un pueblo se puede entender a partir de su lengua. Ya lo dijo Jorge Luis Borges : «Las palabras son símbolos que postulan una memoria compartida». Aunque lo cierto es que la charla del historiador mexicano, autor de una veintena de libros que arremeten contra la Leyenda Negra, podría resumirse de otras tantas formas. Quizás, 'argumentos contra las mentiras que se han vertido sobre el Imperio español y la Conquista de América'. Y es que viene cargado desde muy lejos con decenas de ellos: desde los que destruyen el mito de la barbarie, hasta los que hacen caer la falacia de la colonización. Arranca duro Zunzunegui. Armado con un micrófono, mantiene que, por mucho que se nos haya repetido, «la llegada de los españoles a América no fue una historia de genocidio y vergüenza». Por eso, sostiene, es absurdo que el Rey pida disculpas a México, tal y como exigió hace unas semanas la presidenta Sheinbaum . «No existió tal cosa como la conquista de México porque no se podía conquistar lo que no existía. Hernán Cortés no llegó a un país llamado México, ni siquiera a una zona geográfica conocida de esa forma, completa. Lo que se encontró fue «un territorio en el que coexistían, de forma muy violenta», una infinidad de pueblos «que eran enemigos los unos de los otros». Esos pueblos –totonacas, tlaxcaltecas...– fueron los que, asfixiados por Moctezuma, se unieron en torno a los pocos españoles que habían arribado hasta la Tierra Firme el 21 de abril de 1519 en contra de un imperio opresor. «Se habla de la invasión de América, y es absurdo. Cortés llegó con 400 personas –la mayoría aventureros, constructores y artesanos– y apenas contaba con una docena de cañones, caballos y arcabuces», explica Zunzunegui. Y, para que el público entienda lo irrisorio que es llamar a ese contingente 'ejército', pone en contexto las cifras. «Felipe II envió para invadir Inglaterra 150 naves y decenas de miles de hombres y armamento. Y, a pesar de ello, no lo consiguió», sentencia. Los verdaderos artífices de la caída de Tenochtitlán el 13 de agosto de 1521 fueron, en definitiva, «los 100.000 guerreros indígenas que acompañaban a Cortés» y que, como bien explica Zunzunegui a la audiencia, «celebraron al día siguiente, el 14, la caída de un imperio tiránico que les oprimía». Nadie lloraba, afirma; aquel fue una jornada de jolgorio en la que «empezó a extenderse el castellano por el continente». Y, por si no fuera ya poco, el historiador mexicano carga de bruces contra la falacia de que aquella primigenia España estranguló, durante el siguiente siglo, a los nativos. «¡No se puede llamar invasión! Para mantener una invasión hay que contar con un ejército de ocupación, y jamás hubo en la Nueva España contingentes de ese calibre», completa. Pero el historiador ha venido hoy a hablar de idioma; y no le falta razón, pues en él se halla un argumento de peso para combatir la Leyenda Negra . «España nunca impuso su lengua a los nativos. Jamás obligó a nadie a comunicarse en español», confirma. Los datos son demoledores; en 1821, cuando se consumó la independencia de México, Nueva España contaba con seis millones de habitantes. «De ellos, el 60% no hablaban español, sino náhuatl o algún otro dialecto indígena», confirma. Y añade que fueron los supuestos conquistadores los que se adaptaron a sus nuevos hermanos. «Esa lengua fue la que hablaron los Cortés, Pedro de Alvarado y otros tantos conquistadores originales», completa. En esto se muestra más que tajante. «Un pueblo conquistador no adopta la lengua del pueblo al que conquista», explica. Al final, la realidad es que «los españoles llegaron, se casaron con mujeres locales y adaptaron su forma de hablar» porque tenían una relación cotidiana con los nativos. Y para muestra, la que nos ofrece: «Hay idiomas que los hablan 3.000 personas. El nuestro, 550 millones. Debemos reflexionar sobre ello, porque es lo que conforma la Hispanidad». La guinda es que, según los estudios, en 2050 serán un diez por ciento más de personas las que lo dominen. «¡La mala noticia para ustedes es que allí estamos el 90% de los hablantes», bromea el experto. Y todo ello gracias a que, un 12 de octubre de 1492, Cristóbal Colón pisó tierra en el marco de un viaje que, por desgracia, ha sido denostado. «En México se conmemoraba el Día de la Raza. Estoy de acuerdo en que no suena demasiado bien, pero la idea era que aquella jornada arrancó el mestizaje y nació una nueva raza: la americana», añade. En la península, recuerda, se había apostado hasta hace poco por el nombre de Día de la Hispanidad. «Siempre me ha gustado más. Sé que muchos españoles no están de acuerdo, pero fue la jornada en que su lengua comenzó a expandirse por el Nuevo Mundo», completa. Lo que le entristece es que «llevemos los últimos 25 años cubriendo de ignominia ese hecho». Todavía le queda lo mejor al mexicano. Para sustentar sus afirmaciones, regala una fecha al auditorio: 1503. El año en que la reina Isabel la Católica reclamó al gobernador Nicolás Ovando que impulsara los matrimonios mixtos porque, en sus palabras, «son legítimos y recomendables» debido a que «los indios son vasallos libres de la Corona». Casi nada. «Llegaron a la conclusión de que todos los que habitaban allí eran personas. Gracias a eso somos el mismo pueblo», completa. Y añade un hecho que le parece curioso: «Es curioso que los mexicanos les mentemos la madre a los españoles en castellano y que, luego, nos vayamos a misa a rezar a un dios que trajeron los españoles». Y termina, como no podía ser de otra manera –la Fundación Antezana tiene la sede en el hospital universitario más antiguo de Europa–, enumerando las bondades que la Monarquía hispánica llevó hasta el otro lado del Atlántico: «España en el siglo XVI significaba humanismo, universidades, renacimiento y centros médicos. No era un país medieval, como nos han transmitido, ni dedicado al robo». Zunzunegui invita a sus compatriotas a darse la vuelta cada vez que acusen a la península de ladrona. «Cuando me preguntan dónde está el oro, siempre digo que en los edificios que se levantaron en América. No salió de allí», explica. Porque, no se olviden, cuando Inglaterra se asentó en el Nuevo Mundo, allá por 1609, «en México ya había una universidad española».