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Mazón, dirigentes varios, señores del IBEX, es la bolsa o la vida

Hay desgracias inevitables pero, igual que si la Generalitat hubiera reaccionado como tocaba el pasado 29 de octubre se podrían haber evitado muchas muertes, si las políticas urbanísticas y de protección del territorio y de las personas pusieran la vida por delante de la economía podríamos prevenir mucho sufrimiento

Mapa - El mapa de la costa mediterránea inundable: por qué la DANA se cebó con València, Utiel o Letur

Fui Secretario Autonómico de Medio Ambiente de la Generalitat en el primer Gobierno valenciano del Botànic, allá por 2015. Déjenme que les cuente.

Cuando llegué al cargo no tenía experiencia en política institucional, pero sí sabía las medidas de protección del territorio a desarrollar ya que las habíamos comprometido en campaña electoral. Las decisiones debían ir a favor de la biodiversidad, de la adaptación y mitigación del Cambio Climático y de cuidar la vida de la gente. En caso de duda, alejarse de la depredación territorial teñida de corrupción que había perpetrado durante 20 años el Partido Popular iba a ser una guía infalible.

Encontré sobre mi mesa, por ejemplo, la construcción de un macrocentro comercial, de nombre Puerto Mediterráneo, en el bosque de Les Moles, en Paterna. Llegaron a decir que eran 1.500 millones de inversión y 8.000 puestos de trabajo. Imprescindible, aseguraban, para la economía de la comarca y del País Valenciano entero. El PP presionó con todo para que se hiciera. El alcalde de Paterna, del PSOE, otro tanto. Los principales periódicos valencianos me acusaron reiteradamente, de mil maneras distintas, de integrismo ambiental.

Sin entrar en más consideraciones, la pretendida obra se levantaba en buena parte sobre el barranco d’Endolça, cuyo desbordamiento ya había inundado más de una vez la zona de la Feria de Muestras de València. No pasaba nada. Estaba previsto desviarlo. Se había hecho en otros sitios. No era un barranco peligroso. Se reubicaría junto a la autovía CV-35, la Pista de Ademuz, una de las principales vías de acceso y salida de València, y ya estaba. El nuevo centro comercial suponía impermeabilizar más de 1’5 millones de metros cuadrados. De bosque a cemento. En zona inundable. Recibí presiones del mismo gobierno del Botànic, “vamos a perder las elecciones por esto”, textual. Pero, finalmente, gracias al buen trabajo y a la sensatez de un grupo de funcionarios, el proyecto se paró. Hoy, Les Moles siguen siendo un bosque que, sin llegar a la importancia ecológica de la selva tropical del Amazonas o la taiga siberiana, hace su papel en el área metropolitana, permite disfrutar de la naturaleza a quien se acerca a sus caminos y protege a los habitantes de la zona. Por cierto, la economía valenciana no se ha hundido y el Botànic volvió a ganar las elecciones.

Tuve que hacer frente también a una carretera que el PP tenía previsto construir dentro del Parque Natural del Turia para desviar el tráfico que pasa por la pequeña y hermosa localidad de Pedralba. Discurría por un espacio de apenas 400 metros que hay entre el río Turia y las casas de la parte oeste de la población. Iba en paralelo y en altura. No parecía demasiado sensato. Un Parque Natural no es el sitio más adecuado para una nueva carretera, ni para crear una barrera de cemento justo detrás del centro de la población y, habiendo otras zonas lejos del río donde poder hacerla, lo aconsejable era buscarle una ubicación distinta. Así que tampoco facilitamos la construcción de aquella nueva infraestructura que, por cierto, había diseñado la Diputación en tiempos de Alfonso Rus, recuerden, el que contaba billetes al ritmo de “mil, dos mil, tres… dos milions de peles”. Tuve que aguantar una campaña del PP que llegó a las amenazas físicas. La Diputación, ya en manos socialistas, no buscó alternativas e hizo cuanto pudo para que se construyera la carretera por el Parque. Incluso, lo más granado de la dirigencia de Compromís, grupo en el que militaba, me reclamó que no entorpeciera. Aguanté como pude. La carretera, finalmente, no se hizo.

El pasado 29 de octubre, Pedralba fue una de las poblaciones más gravemente afectados por la DANA que asoló Valencia. Gracias a que se paró la obra, la inundación no se encontró justo detrás de la calle de la Acequia, la más importante de la localidad, una inmensa pared rematada por una carretera que hubiera hecho de dique de toda el agua caída, más la que les llegó al reventar el barranco de Chiva. Con ese muro la población se habría convertido en una especie de inmensa bañera sin espacio para desaguar. De momento, ha habido cuatro personas muertas en Pedralba. Todavía quedan desaparecidos. Con más obstáculos, más cemento y más impermeabilización, a saber cuál hubiera sido el balance.

Podría contarles más casos similares en los que tuvimos que lidiar con presiones para que no nos negáramos a hacer obras que eran pura depredación y un peligro para mucha gente. Siempre con argumentos similares: no hay para tanto, se buscarán medidas correctoras, pararlo perjudica la economía, construir genera riqueza y razones así. Me acabaron cesando poco más de dos años después de llegar al cargo. El Botànic tuvo poca paciencia, poco aguante. El PP lo celebró y la gran patronal hizo fiesta.

Ahora, después de las inundaciones de la reciente DANA, unas inundaciones que más que eso han sido un tsunami, todo son lamentos y rasgado de vestiduras. Tanto drama, tantos muertos. Cuando se desencadena la tragedia hay desgracias que resultan inevitables, pero igual que si la Generalitat hubiera reaccionado como tocaba el pasado 29 de octubre se podrían haber evitado muchas muertes, si las políticas urbanísticas y de protección del territorio y de las personas pusieran la vida por delante de la economía y a la gente antes que los negocios podríamos prevenir mucho sufrimiento. No hay que decirlo hay que hacerlo. La bolsa o la vida.

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