Ocho kilómetros de cuevas bajo uno de los pueblos más bonitos de España
Brihuega ha ganado notoriedad en los últimos años por sus campos de lavanda , tan 'instagrameables' en verano, en la época de la cosecha. Miles de personas llenan sus calles esos días. Y aún ahora muchos visitantes curiosean en varias tiendas abiertas todo el año donde venden aceites, perfumes, geles o licores elaborados a partir de esa planta. Sin embargo, Brihuega es más que lavanda. Una razón menos conocida -oculta, literalmente- para visitar el pueblo es el subsuelo, en el que se conserva un laberinto de entre siete y ocho kilómetros de galerías y túneles. Son las llamadas 'cuevas árabes', construidas en los siglos X y XI, en las que se mantiene una temperatura todo el año de entre 12 y 13 grados. Fueron utilizadas en épocas de asedio como una vía de escape más allá de las murallas o, sencillamente, como un refugio. En estos pueblos abunda la toba , una roca caliza muy porosa y fácil de excavar. En Brihuega solo se pueden visitar unos quinientos metros del conjunto de túneles, pero la experiencia merece la pena. La entrada (3 euros) está en la Plaza del Coso , y esas galerías nos trasladan a otro mundo lleno de enormes tinajas (construidas en el interior: hubiera sido imposible trasladarlas por los pasadizos) y de recuerdos de muchas épocas y de muchas guerras. Ya no hay viñas ni guerras, pero el encanto permanece en cada recodo. La plaza del Coso tiene este nombre al menos desde el siglo XVI, quizá derivado del vocablo árabe 'zoco'. En esta plaza ha estado siempre el mercado, y antiguamente también la llamada Cárcel de Carlos III , situada en el mismo lugar donde ahora abre sus puertas la Oficina de Turismo. Al lado están las Fuentes del Coso , que mandó construir también el mismo monarca en agradecimiento por el comportamiento de los vecinos en la Guerra de Sucesión. En frente están el Ayuntamiento y la entrada a las Cuevas Árabes, «utilizadas desde tiempos inmemoriales para conservar excepcionalmente aceite, vino, aguardiente y todo tipo de alimentos», según reza un panel informativo en la entrada. Más allá de las cuevas, los turistas descubren estos días -con más comodidad que en verano- el casco histórico, el castillo de la Piedra Bermeja o la iglesia de San Felipe (del siglo XIII). Incluso da tiempo para ir a Cívica , a 11 km de Brihuega, junto a la CM-2011, tan popular en las redes sociales, comparada a menudo con Capadocia. En la aldea vivieron los romanos, y seguramente algunos eremitas ocuparon en el siglo XV las cuevas horadadas en una pared también de toba que llama la atención desde el coche. La era moderna del caserío comenzó en 1939, cuando fue comprada por un grupo pequeño de familias. En los años 50-60, don Aurelio, el sacerdote, empezó a excavar en la roca, quizá con una idea religiosa de las cuevas, tal vez como una forma de regresar a la época en que fue un eremitorio… Hasta que se cruzó en su camino Eduarda, su ama de llaves, con la que mantuvo una larga relación. La vida mundana le llevó a construir dos bares roca que estuvieron abiertos mucho tiempo, y que ahora pueden visitarse. Hace cuatro años, Jaime, un vecino de Barriopedro, una aldea cercana de veinte vecinos, compró la zona en la que trabajó Aurelio, y trata de recuperarla poco a poco. Por dos euros enseña a los turistas las cuevas acondicionadas y les cuenta la fascinante historia del caserío y de la pared vertical agujereada desde tiempos inmemoriales.