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La terca retórica

No hay cambios, ni modificaciones sustantivas. El mismo discurso, la repetida diatriba contra los críticos o los que cuestionan, la cantaleta del neoliberalismo.

La nueva presidenta de México reproduce la tónica discursiva de su antecesor. Golpear a los incómodos, desacreditar a los críticos, regresar al pasado como la explicación primaria de todos los males.

En días recientes, con la presentación del plan de rescate a Pemex —el enésimo, todos fallidos— se cometió incluso el exceso de mencionar que ahora sí, “le devolvían Pemex al pueblo de México”. ¿Alguna vez dejó de serlo? En toda su historia, la petrolera del Estado ¿ha dejado de pertenecer, operar o estar controlada por el Estado mexicano y su gobierno en turno? ¿De dónde sale eso de “devolverle al pueblo”?

La retórica es circular y tristemente inútil.

Porque si bien es cierto que la presidenta le habla a su base electoral, son mensajes repetidos para el graderío del estadio; al mismo tiempo pretende —lo ha dicho— conquistar y atraer inversiones y capital mexicano y extranjero. La retórica absurda no ayuda a enviar un mensaje de certidumbre, confianza y credibilidad institucional.

Y la clave no es el discurso. El neoliberalismo destructor del discurso de ayer en el aniversario de la Revolución Mexicana, o el exceso patriotero de “los mexicanos no se doblegan ante nadie” y otras frases de campaña.

La clave son los hechos que acompañan al discurso. Y ahí sí hay problemas.

El anuncio confirmado de que la desaparición de organismos autónomos avanza, aunque por momentos de lentitud legislativa se abrigó la esperanza de un matiz de un cambio en la celeridad en la destrucción institucional.

Esta señal fortalece el discurso y la retórica destructiva del Estado, la desaparición de instituciones auténticamente democráticas y contrapesos al poder omnímodo del Ejecutivo.

Pero Claudia Sheinbaum cree convencida por su antecesor y las nefastas lecciones heredadas en la retórica diaria y martilleante, de que con eso se resuelven los problemas.

Y con mucha pena, presidenta, pero no es así. Por muy terca que sea la reiterada retórica, la realidad lo es más.

Pemex es un hoyo negro en las finanzas públicas. Lo dice todo experto financiero en México, pero también en el mundo. Mientras el gobierno de nuestro país siga tirando 1.6 billones de pesos —cifra total del último sexenio— más los 130 mil millones anunciados para el siguiente 2025, la petrolera seguirá siendo un desastre operativo, administrativo y de producción. La presidenta se niega a entender que el modelo de “la soberanía energética” ha generado perdidas billonarias.

Ella puede decir y repetir que ya es del pueblo, pero de nada le sirve al pueblo, ni mucho menos al país, dilapidar esa enorme cantidad de dinero en una entelequia energética mal operada y que apuesta a la refinación con plantas caras, vetustas y contaminantes.

Lo mismo sucede, señora presidenta, con Estados Unidos.

De nada sirve inflamarse el pecho para decir que “México no se doblega ante nadie” mientras el nuevo equipo de Donald Trump prepara una batería devastadora de medidas en nuestra contra. En materia migratoria, comercial-arancelaria y de combate real a narcotraficantes mexicanos en nuestro territorio.

Bastante más eficiente e inteligente sería preparar equipos especializados por áreas para entablar diálogos auténticos y buscar las mejores condiciones de negociación.

Desperdiciar 15 minutos con Biden para hablar de ‘El Mayo’, es un desatino gigantesco.

¿De qué nos sirve? ¿Qué protegemos o a quién? ¿El territorio? ¿La soberanía? Las formas, dijo la presidenta. Absolutamente inútil, errático, sin propósito ni beneficio.

Regresar a México del G20 para presumir… “Tocamos el tema más sensible”.

No señora. El más sensible son los miles de inmigrantes centroamericanos que en dos caravanas cruzaron ya Chiapas y se enfilan a la frontera norte. Si la Guardia Nacional o el Instituto de Migración no los detienen y llegan a la frontera con EU, nuestro diálogo en la mesa con la nueva administración será en condiciones mucho más desfavorables.

¿Qué va a hacer el gobierno de México cuando el 20 de enero el ya jurado presidente Trump declare terroristas a los narcotraficantes mexicanos?

¿Los va a defender como ha hecho insistentemente su antecesor y usted en el caso de ‘El Mayo’?

La terca retórica insiste en el tono ideológico y nacionalista del discurso, cuando la historia demuestra que no aporta nada, beneficia en absolutamente ningún avance en la relación y, por el contrario, obstaculiza rutas de entendimiento.

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