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Carlos A. Carrasco: ¿Realmente podemos diversificar el destino de nuestras exportaciones?

La victoria de Donald J. Trump en las elecciones presidenciales de los Estados Unidos ha generado una sensación de incertidumbre sobre el futuro del comercio entre los dos países. La visión optimista prevaleciente en los dos últimos años, asociada a los flujos esperados de inversiones por nearshoring, ha dado paso a las dudas ante lo que podría ser una tendencia proteccionista de la economía norteamericana.

Un movimiento hacia el proteccionismo en los Estados Unidos podría desinhibir los flujos de inversión hacia la economía mexicana, ralentizando del ritmo de crecimiento, con efectos especialmente negativos en las regiones con mayor dinamismo industrial y más integradas con nuestro vecino del norte, como sería el caso de Nuevo León.

Ante tal escenario, y tomando en cuenta el cambio en la dinámica geopolítica mundial con China como uno de los mayores polos de desarrollo, cabe preguntar si es realmente posible diversificar el destino de las exportaciones mexicanas. La respuesta es ambigua: sí y no.

México es una economía con una concentración particularmente alta del destino de nuestras exportaciones. Más del 75 por ciento de las exportaciones se dirigen a los Estados Unidos.

En cuanto a las importaciones, la concentración también es alta, aunque menor, con más del 55 por ciento de las importaciones provenientes de los Estados Unidos, seguidas por las compras a China. Estas últimas se han incrementado de forma sustancial desde los años 2000 hasta superar el 15 por ciento de participación.

Para responder si es posible diversificar el destino de las exportaciones es importante tener en mente algunas preguntas: ¿en qué se especializa el sector exportador de la economía mexicana?, ¿cuáles podrían ser los destinos?, ¿qué tipos de bienes se producen en los potenciales nuevos mercados?

Vamos por pasos. La economía mexicana se ha transformado en los últimos 40 años hasta volverse un potente exportador de bienes manufacturados de intensidad tecnológica media y alta, en la que destaca el dinamismo de la industria automotriz. Entre los grupos de bienes que exportamos, se encuentran maquinaria, transporte, productos minerales y metales procesados, productos químicos e instrumentos, entre otros.

Identificar potenciales destinos de exportación no es una tarea sencilla. Hay diversos factores a tomar en cuenta, como los costos de transportación, la especialización económica de los posibles socios y la cercanía cultural que facilite o dificulte la introducción de los bienes mexicanos.

Si tomamos en cuenta los factores antes mencionados, creo que la mirada de la diversificación se debe centrar en los países latinoamericanos. Si bien los costos de transporte superan sustancialmente a los que tenemos con Estados Unidos -nuestro socio natural por la cercanía geográfica-, un esfuerzo por incrementar la infraestructura de transporte y la profundización de los procesos de integración con los países latinoamericanos podría disminuir los costos del comercio.

Un punto que favorecería la diversificación hacia América Latina es la especialización económica de México y de las economías latinoamericanas. Con excepción de México y de algunos países de Centroamérica, América Latina no se caracteriza por tener al sector industrial como motor de desarrollo. Las economías latinoamericanas tienen una presencia importante del sector primario (agricultura, ganadería, minería), lo que abre la posibilidad a la entrada de productos mexicanos manufacturados no como la competencia de sus industrias, sino como un complemento.

Finalmente, otro punto a favor de la diversificación hacia América Latina tiene que ver con la cercanía cultural y el idioma en común. Cuando existe una proximidad histórica tan grande como la que hay entre los países latinoamericanos, es posible trabajar en conjunto para intensificar las relaciones comerciales.

El camino a la diversificación no es fácil, de ser así, nuestra cartera de socios comerciales sería más variada. No obstante, las circunstancias obligan a buscar alternativas ante una posible relación más hostil con nuestro principal socio comercial.

¿Por qué respondí “sí y no” a la pregunta sobre las posibilidades de diversificación? Aunque creo que con un esfuerzo podríamos incrementar los flujos comerciales con los países latinoamericanos, el comercio con los Estados Unidos es natural y profundo.

La cercanía geográfica y cultural hace imposible pensar que los Estados Unidos dejen de ser nuestro principal socio comercial. Estamos obligados a entendernos independientemente de las condiciones políticas.

El autor es profesor-investigador en la Escuela de Negocios de la Universidad de Monterrey (UDEM) y miembro del Sistema Nacional de Investigadores nivel II. Se especializa en el estudio del cambio estructural y el desempeño económico en economías abiertas.

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