Cristales rotos otra vez
Hoy, como ayer, el odio se alimenta de la ignorancia, la manipulación política y mediática, y el miedo. Hoy, como hace 86 años, las comunidades judías son atacadas no solo en razón de su religión o su cultura, sino por ser parte de un grupo históricamente marcado como el “chivo expiatorio”.
Desafortunadamente, el antisemitismo no quedó enterrado tras la caída del régimen nazi ni con el fin de la Segunda Guerra Mundial.
Si bien durante muchos años desde entonces se vivieron tiempos más tranquilos para las comunidades judías del mundo y la creación del Estado moderno de Israel se constituyó en una nueva esperanza para el pueblo judío, su renacimiento ha estado plagado de conflictos existenciales que lo amenazan hasta hoy, provenientes de todos los vecinos de la región opuestos a su fundación.
Como consecuencia, las sucesivas guerras defensivas que tuvo que librar Israel durante más de 30 años contra ellos se transformaron en continuos ataques de organizaciones terroristas contra Israel.
En los últimos 40 años, estos ataques han sido apoyados por países como Irán, que aspiran explícitamente a la destrucción de Israel y el exterminio del pueblo judío, manifestados en foros internacionales y documentos constitutivos de tales organizaciones terroristas. ¿Acaso el preludio de otro genocidio?
El antisemitismo mutó entonces en antisionismo, una fachada conveniente para oponerse a Israel, el “judío entre las naciones". En realidad, no solo se protesta contra las políticas, acciones o ideologías del Estado o gobiernos de Israel, sino que se pregona su eliminación, atacando instituciones y comunidades judías en casi todo el planeta. ¿No son acaso signos de un nuevo genocidio contra el pueblo judío?
Así llegamos al 7 de octubre del 2023, cuando el mundo fue testigo del acto de barbarie más grande contra el pueblo judío desde la Shoá: la masacre perpetrada por Hamás en territorio soberano de Israel, cuyo saldo trágico fue más de 1.200 muertos, más de 5.000 heridos, miles de desplazados de sus hogares y 251 secuestrados, de los cuales aún quedan 101 cautivos en Gaza.
A lo largo de los siglos, los discursos de odio —ya no solamente contra los judíos— se reciclan, reconfiguran y adaptan a los tiempos y circunstancias, pero siempre con el mismo objetivo: dividir, separar y exterminar.
Los estereotipos judeófobos siguen siendo los mismos: los judíos son los avaros, los manipuladores, los enemigos de todos. Las acusaciones continúan: son responsables de los problemas económicos, sociales y políticos, son los causantes de la guerra. Y, al final, como siempre, esos discursos llevan a la violencia.
No podemos permitir que este ciclo de odio continúe. Cada vez que callamos ante el antisemitismo, cada vez que toleramos la desinformación, cada vez que no condenamos las manifestaciones de odio, estamos permitiendo que el veneno del antisemitismo siga proliferando.
Debemos recordar que el odio nunca tiene justificación. No podemos mirar hacia otro lado, como muchos hicieron en la década de los treinta, cuando la persecución de judíos se volvió sistemática y cotidiana.
Como sociedad, debemos comprometernos a erradicar todas las formas de odio, a abogar por la convivencia y el respeto entre todos los pueblos y naciones. La memoria histórica es nuestra aliada más poderosa para evitar que los horrores del pasado se repitan.
El pueblo judío la sostiene y, por ello, nuestro empeño en recordar para no olvidar. Debemos enseñar la historia del antisemitismo, exponer sus mentiras y no permitir ni un solo brote de odio hacia ninguna comunidad.
La lucha contra el antisemitismo es por la humanidad misma. No es solo una cuestión de los judíos, porque lo que empieza con los judíos no termina con ellos; es una cuestión de todos nosotros, de la dignidad de la totalidad de los pueblos.
Joseph A. Gabriel es presidente de Bnai Brith Costa Rica.