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Constitución: ¿límite al poder o instrumento de poder?, por Diego Pomareda

La Constitución es por definición límite al poder y el mástil al cual nos atamos para no caer en los excesos propios de la naturaleza humana. Sabiendo que no somos ángeles como decía Madison y que los cantos de las sirenas nos acechan cada día, necesitamos un marco de actuación para evitar la propia autodestrucción. Sin embargo, ¿este principio lo viene respetando la actual mayoría parlamentaria?

A finales del siglo XVIII, Madison advertía que tanto el poder desmedido del presidente como el del Parlamento pueden ser igualmente tiránicos. Esta forma de constitucionalismo abusivo se ha vuelto una práctica sistemática en la actual composición parlamentaria. Siguiendo la analogía de Ulises y las sirenas, esta mayoría parlamentaria no solo se ha desatado del mástil de la Constitución, sino que lo ha desmontado y lo utiliza como un arma para proteger sus propios intereses.

Si aún había dudas de esto último, la mayoría parlamentaria se encarga de disiparlas a través de la nueva arremetida contra la democracia. Ha puesto en agenda la eliminación de la Junta Nacional de Justicia (JNJ) con la finalidad de derivar sus competencias de elección del Jefe de la ONPE y del Reniec al Parlamento; y también se aprobó, en primera votación, la reforma que busca una influencia política en la elección y permanencia del presidente del Jurado Nacional de Elecciones (JNE). 

Que el Parlamento elija a quien se encarga de administrar el padrón de electores (Reniec) y al titular del órgano competente de organizar el proceso electoral (ONPE) busca, en esencia, quebrantar la imparcialidad en las elecciones. Este mismo propósito se persigue al pretender cambiar la forma de elección del presidente del JNE, la reducción de su periodo y la prohibición de su reelección, lo cual permite que el titular de esta institución jurisdiccional pueda ser elegido por los tres votos de representantes de decanos y colegios profesionales y ya no por la sala plena de la Corte Suprema.

Según el último democracy index, si el Perú es un sistema híbrido y no puramente autoritario, es principalmente debido a las garantías de pluralismo y transparencia en las elecciones que aún subsisten. Sin embargo, esta vorágine parlamentaria va por el sistema electoral en su conjunto (Reniec, JNE y ONPE) porque es la variable en la ecuación que les falta para perpetuarse en el poder. Esto solo es posible cuando la Constitución deja de ser un límite al poder y se transforma en un instrumento para consolidarlo.

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