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25% de miedo y amenazas

Al parecer el número 25 es el de la suerte de Donald Trump. Con él le gusta apostar, amenazar y amedrentar. Si le agrega el valor del tanto por ciento, entonces su excitación aumenta, independientemente de la falta de raciocinio y pruebas que justifiquen sus objetivos.

Donald Trump hizo un cambio de velocidad respecto a su estrategia política y comercial con América del Norte, a menos de un mes de que asuma el gobierno de los Estados Unidos. El sablazo se reflejó en fijar una tarifa arancelaria del 25% en todos los productos que cruzan su frontera con Canadá y México.

Este pronunciamiento en redes, como es la costumbre del magnate de Nueva York, preocupó sobremanera al gobierno de México, a pesar de que reiteradamente la presidenta Claudia Sheinbaum ha tratado y trata de mandar mensajes dirigidos al otro lado de la frontera para advertir que amenazar con estas medidas o buscar detonar el T-MEC no tienen justificación, ni son convenientes.

Pero a Donald Trump no le interesan los argumentos emanados desde Palacio Nacional; en cambio, el lunes dejó ver su juego político respecto a sus vecinos del norte y sur, y deja patente que escuchar no es lo suyo, sino hacerse escuchar a través de la imposición.

Con ello se abre la etapa más difícil en cuanto a nuestras relaciones bilaterales con Estados Unidos, cuando el reelecto presidente ya no tiene nada que perder y todo que ganar en la construcción de su segundo y último mandato. Después de estos cuatro años, habrán terminado sus aspiraciones políticas.

A partir de un desdibujado e inoperante, Joe Biden, Donald Trump desafió y generó una enorme incertidumbre al culpar a México y Canadá de que a través de sus fronteras se detonan el crimen y el consumo de drogas en “niveles nunca antes vistos” en su país. Apunta a que México no está haciendo nada para detener las caravanas de migrantes, y que, por ello, su primer orden ejecutiva que firmará, el próximo 20 de enero, será aumentar en 25% los aranceles.

Argumenta, sin ningún sustento, que con la obtención de ese incremento tarifario, podrá mermar la entrada de drogas, y en particular disminuirá el consumo de fentanilo. Pero lo más patético es que argumenta que la entrada ilegal de “aliens” detendría la invasión a los Estados Unidos. De no usar “su poder”, pagarán un “precio muy alto”.

Ayer en la mañanera, Claudia Sheinbaum decidió usar la estrategia de los argumentos y no de la confrontación. Hace bien en no subirse al ring con una persona que se mueve por impulsos irracionales y se crece ante la trifulca banquetera.

La presidenta de México argumentó con bases y mente fría, aunque dudo que Donald Trump vaya a atender y entender esas razones, que “no es con amenazas ni con aranceles” y alertó que con un arancel, vendrán otros en reciprocidad hasta dañar a las empresas. Mientras tanto, el peso mexicano y varias bolsas del mundo se movían en terreno negativo.

Sheinbaum explicó a Trump que no está al tanto de que se haya dado una reducción del 75% en “los encuentros” en la frontera entre México y los Estados Unidos, durante el último año. Le dejó en claro que el problema en el consumo del fentanilo es un asunto de salud pública interna, además de subrayar que el 70% de las armas que entran a México y usan los narcotraficantes provienen desde territorio estadounidense.

También Justin Trudeau, primer ministro de Canadá, respondió con inquietud, aunque con cautela, al dar a conocer que sostuvo una llamada telefónica con Donald Trump, asegurando que trabajarán en los “desafíos” que se den entre ambas naciones. Por otro lado, el primer ministro de Quebec, Francois Legault y de la Columbia Británica, David Eby, mostraron su preocupación y ánimo de responder con firmeza.

Por supuesto, China también ya comenzó a analizar la posibilidad de un aumento arancelario a sus productos, pero ellos ya se adelantaron y desde hace tiempo se han posicionado en nuevos mercados. No obstante, esto podría generar una guerra arancelaria y comercial a nivel global que llevaría al mundo a un nuevo y difícil escenario, donde la globalización podría dar paso al proteccionismo y a nuevas crisis estructurales.

A Donald Trump no le gusta que le digan qué hacer, por ello es relevante que la estrategia que debe estar ya en marcha por el gabinete de la presidenta Sheinbaum sepa imponerse sin caer en los juegos narrativos del próximo mandatario estadounidense. Por fortuna, se sabe que la manera de gobernar de Trump es, en reiteradas ocasiones, a partir de discursos incendiarios cuyo propósito es tener a su base electoral encantada con sus bravatas. Es tiempo de la buena diplomacia.

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