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Un clásico de Fritz Lang: “Los verdugos también mueren”

Las épocas de verano, en especial en las noches, resultan propicias para volver al cine clásico. De los directores que tengo en un altar, uno de ellos de manera muy especial: Fritz Lang (1890-1976). Fritz Lang es uno de los maestros absolutos en la historia del cine. Desarrolló su trayectoria entre Alemania y Estados Unidos y de sus títulos más conocidos, algunos que deberíamos ver, con mayor razón ahora que contamos con no pocas maneras de hacerlo. Lang es la mente detrás de Los nibelungos (1924), Metropolis (1927), M, el vampiro de Düsseldorf (1931), Furia (1936), Los sobornados (1953) y Mientras Nueva York duerme (1956), películas que podrían servir al interesado como idóneas puertas de entrada a una poética que cuenta, obviamente, con más obras de las consignadas en esta ocasión.

De la producción de este director, una que aprecio mucho y que considero una obra maestra del arte de narrar: Los verdugos también mueren (1943). Este es un proyecto ubicado en la etapa americana de Lang, el cual consigue sacar a la luz tras adecuarse a los criterios comerciales de la cinematografía gringa. Llegar a dirigir esta película (para más señas, comparte derechos de guion con Bertolt Brecht), le significó pagar un derecho de piso, es decir, se vio obligado a “amabilizar” sus películas para el gusto de su nuevo público.

Si Lang deseaba seguir dirigiendo tras huir de Alemania (Joseph Goebbels le propuso hacerse cargo de la UFA, el estudio cinematográfico más importante de Alemania y que en esa época estaba al servicio de la propaganda nazi), no tuvo otra opción que obedecer los lineamientos que le pedían. Sin embargo, esto no significó hipotecar su poética, era solo ceder, retroceder un paso para luego avanzar. Luego de tres películas que cumplieron con las exigencias de los productores, Lang llevó a cabo esta historia que no solo es divertimento, sino también tributo a la resistencia de mujeres y hombres checoslovacos ante la ocupación nazi. La trama aborda el asesinato de Reinhard Heydrich, protector de Bohemia y Moravia, ocurrido en 1942. Lang se halló ante un argumento caliente, ni siquiera tibio, lejano de los lineamientos creativos que sugieren un prudencial paso del tiempo cuando se trata de recrear hechos históricos.

Lang no tenía cerrado el caso Heydrich cuando decide hacer una película sobre este episodio. A su despacho llegaban las noticias de las feroces represalias de Hitler contra la población checa para dar con los responsables del atentado contra el que sería su potencial sucesor. Entonces, Lang deshecha erigir a un solo héroe y opta por la heroicidad colectiva. Para él, todos serían protagonistas de consideración, desde la señora que vendía verduras en el mercado hasta el hijo menor del profesor Novotny, especie de figura tutelar que adoctrina en su casa en materia política a sus discípulos.

Este último no es un personaje estelar, pero sí clave en cuanto el avance de la historia y el desenlace. Bajo su figura, se tejen los dramas y los subdramas, como el conflicto entre su hija Nasha, su prometido y el huidizo Vanek. La delación amenaza con seducir a los personajes, que comparten la sospecha común sobre el asesino del oficial nazi, pero optan por el silencio y la distracción ante las investigaciones de la Gestapo.

Es precisamente en esta no-delación que Lang lleva su proyecto a no pocas cimas visuales. En lugar de concentrar, dispersa la atención del espectador, huye del lastre de la fijación en un solo personaje para enfocarse en la acción grupal. Hay que tener en cuenta la escena cuando cercan en un bar al traidor checo, aquel que no desea perder sus privilegios y que decide ayudar a las fuerzas invasoras.

Por lo expuesto, Los verdugos también mueren es una película con un claro mensaje moral y que revela la valentía de su director. No olvidemos que, al filmarla, la Segunda Guerra Mundial seguía causando estragos y miles de muertes.

Lang lo iba a tener todo si aceptaba la oferta de Goebbels, pero fue coherente con su verdad. En este proyecto le interesó plasmar la solidaridad del pueblo checo, como testimonio de unión en periodos difíciles, solidaridad que tanta falta hace en estos tiempos, gratuitamente, polarizados.

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