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Un viaje de cuatro años para escapar del gobierno de Trump

Abc.es 
En mi último artículo me acordé de Peter Thiel, el clarividente asesor y uno de los principales donantes de Trump . No mencioné una de sus ideas más brillantes: crear en aguas internacionales unas grandes plataformas marinas a modo de islas flotantes paradisiacas donde escapar de los impuestos y de cualquier forma de control por parte de los Estados y los gobiernos, un proyecto que abandonó cuando conoció a Donald Trump y se dio cuenta de que él mismo, Peter Thiel, podía convertirse en Estado. Ahora nos ha llegado de los siempre geniales Estados Unidos, una idea igual de brillante: la empresa Villa Vie Residendes va a organizar un crucero de cuatro años a bordo del Odyssey para escapar del gobierno de Trump . Los afortunados viajeros visitarán 140 países y atracarán en 425 puertos. Todo ello por la módica cantidad de 255.999 dólares el camarote doble. No es mucho si durante 1.480 días te escapas de las mentiras y la verborrea de los políticos, del tráfico, el Black Friday, la telebasura y la jeta de Donald Trump, ¡y en un lugar donde Amazon no puede llegar! La IA que ha programado el itinerario se ha inspirado en los célebres Viajes de Gulliver: Primera parada: puerto de Gaza, en el barrio de Rimal . Es la entrada a un inmenso cementerio. Llegada al amanecer, aunque aquí el rojo de los amaneceres está teñido de negro. Los continuos bombardeos de Israel ha obligado a los palestinos, que así se llaman los nativos que siempre han vivido en estas tierras, a enterrar a sus muertos donde antes sembraban patatas. En un breve paseo entre ruinas de apenas 10 minutos (incluido en el programa) los viajeros podrán oír los sollozos de las madres que han visto morir a sus hijos, los lamentos de los padres que han perdido sus casas y sus trabajos, los gritos de los niños pidiendo comida o preguntando cuándo van a volver a ir al colegio, o los suspiros de los enamorados porque ya nunca más van a poder disfrutar de los atardeceres románticos. Segunda parada: cualquier puerto europeo . En estas vetustas tierras los viajeros se topan con hombres diminutos, envejecidos y encorvados que están siempre discutiendo y peleándose entre ellos. En el pasado fueron grandes inventores, andaban erguidos y tenían una talla mesurada y normal. Inventaron la filosofía y la democracia, el Quijote y el Requiem de Mozart, Las meninas y las tragedias de Shakespeare, la teoría de la relatividad y la penicilina, pero también el fascismo y los campos de exterminio. Tercera parada: puerto de Acra, capital de Ghana , con visita incluida al vertedero de basura electrónica más grande del mundo, en el barrio de Agbogbloshie. Aquí los viajeros podrán conocer el destino final de sus ordenadores y dispositivos móviles. Cuarta parada: puerto de Shanghai . En el país de los gigantes todo es gigante, empezando por los 40 millones de contenedores que abarrotan este puerto. Las zancadas de estos gigantes de ojos rasgados son tan grandes que pueden llegar a todos los rincones del planeta con ellas. Pero lo que más les divierte es ir pisando con sus pesados pies a los engreídos liliputienses occidentales. Cuarta parada: Sebastopol, base de la armada rusa en el Mar Negro . El país de los rusos es una versión enorme de la isla voladora de Laputa, sólo que desde ella no arrojan piedras sino misiles a los pueblos vecinos y, hasta no hace mucho, hermanos, como el pueblo ucraniano. También tiene mucho la nación rusa del país de los hoyhihmos. En este país gobierna una élite de caballos habladores, los cuales compiten en ver quién da las coces más grandes. Estos caballos obedecen las órdenes del supremo jumento, el cual ha decidido liquidar a cualquier otro cuadrúpedo que le haga sombra o le dispute el poder, y no tiene escrúpulo alguno en humillar y mantener en la semiesclavitud a sus propios hijos y vasallos, los yahoos, que no son salvajes como los que se encontró Gulliver en sus viajes sino bastante dóciles. Y así los afortunados viajeros del Odissey siguen su rumbo al rededor del mundo, hasta llegar al último puerto, en enero de 2029, justo en el momento en que Trump está haciendo las maletas para largarse de la Casa Blanca. Todavía en sus retinas sigue viva la fuerte impresión que han tenido cuando, al atracar en el último puerto, han visto otra enorme isla flotante sobre la bahía de San Francisco. Como en una gran nave espacial, allí habitan, gestionan sus negocios multimillonarios y diseñan con la ayuda de la Inteligencia artificial el futuro de la humanidad los apóstoles de la telerrealidad y las nuevas tecnologías, todos los gurús de Silicon Valley que llevan a sus hijos a colegios donde están prohibidos los móviles, las táblet y los ordenadores. Pero los cruceristas se llevan a su casa algunos recuerdos imborrables. El cortejo de las ballenas jorobadas en aguas australianas, la aurora boreal en la Laponia finlandesa, una noche cuajada de estrellas frente a las costas de Madagascar o los arrecifes de las Islas Raja Ampat en Indonesia. Porque todavía queda algo de belleza en el mundo que ni los negacionistas climáticos pueden negar.

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