Neige Sinno: “En los casos de agresión sexual, hay una red de responsabilidades que nadie quiere asumir”
Neige Sinno encontró en la escritura la compensación “al sufrimiento, la vergüenza y el lado oscuro” de hablar sobre la violación que sufrió por su padrastro durante varios años en su infancia. Y en México y el español halló la voz en primera persona que necesitaba para contarlo después en francés en Triste tigre. La ensayista, narradora y traductora nació en los Altos Alpes, en Vars, el 22 de mayo de 1977, pero desde hace más de una década reside en Michoacán, en la población donde vivió hasta hace poco su compatriota, el Nobel de Literatura 2008, Jean-Marie Le Clézio, al que nunca vio ahí, pero sí en Niza, aunque no se atrevió a hablarle a pesar de haber hecho un posgrado sobre la obra del autor de Desierto.Estudió en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y ganó el premio Lya Kostakowsky 2010 con su ensayo Lectores entre líneas: Roberto Bolaño, Ricardo Piglia y Sergio Pitol, que un año después publicó Aldus. Habla un español perfecto y elegante, pero dice en entrevista que buscó que la traducción de Triste tigre (Anagrama, 2024) tuviera rasgos de alguien cuya lengua nativa no es ésta.Triste tigre, después de que varias editoriales francesas la rechazaran sin siquiera entenderlo, hasta que Éditions P.O.L aceptó publicarlo, se convirtió en un fenómeno literario que ganó una cascada de premios como el Goncourt de Lycéens, el Fémina y el Le Monde, en Francia, y el Strega en Italia.La aparición del libro en español coincidió con la muerte en mayo pasado de la escritora canadiense Alice Munro y la revelación que hizo su hija, Andrea Skinner, de que la premio Nobel de Literatura 2013 supo siempre que su segundo marido había abusado sexualmente de ella cuando era niña, y calló.“Fue un golpe, un shock”, cuenta en la charla Neige Sinno sobre ese caso de violación similar al suyo.Sinno presentará Triste tigre el domingo 1 de diciembre en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL), con Sylvia Georgina Estrada y Julián Herbert, aunque su autora ya lo llevó al Hay Festival de Querétaro y a la Feria del Libro y la Rosa de la UNAM. Antes, el miércoles 27 de noviembre, la ensayista y narradora conversó sobre su obra con Fabienne Bradu en la Casa de Francia-IFAL de Ciudad de México.¿Qué es Triste tigre? En géneros literarios ¿cómo concibe su libro? Hay varias formas para mí de pensar el género de este libro. Es parte también del juego que hago con el lector, mientras voy escribiéndolo, mientras el lector va leyéndolo, nos preguntamos qué es, qué tipo de libro es. ¿Será un ensayo? ¿Será un relato autobiográfico? ¿Será no ficción? El libro se intenta definir mientras vamos leyendo. El libro se publicó primero en Francia y allá mis editores me dijeron desde un principio: “Para nosotros eso no entra en la categoría de ensayo”. Los géneros también se definen de forma distinta según el contexto. En español sí podría entrar en la categoría de ensayo, porque es mucho más abierta. En Francia, lo que se considera ensayo, son textos mucho más académicos, con más referencias. Triste tigre entra en una categoría impura, no entra en ninguna definida. Eso explica que tardara tanto en encontrar quién lo publicara. Para mí, el interés de escribir el libro estaba en descubrir una forma que no conozco bien, porque he escrito mucha ficción. Sorprende que la crítica en Francia llame “novela autobiográfica” a Triste tigre y que Anagrama lo publique en su colección de novela. Al leer el libro, lo relacioné con sus ensayos literarios de Lectores entre líneas. Roberto Bolaño, Ricardo Piglia y Sergio Pitol.A mí me sorprendió también muchísimo. Periodistas y críticos literarios que habían leído el libro me decían: “En su novela...” Y eso me desubicaba mucho, porque yo pensaba: “¿Cómo pueden decir eso si lo han leído? Pero, ¿qué concepto de novela tienen?”. Yo nunca diría que eso es una novela. Desde el principio, el contrato con el lector es que aquí no hay ficción. No significa que no haya un lado creativo y que puedo en algunos momentos decir: “Imaginemos una situación”, y ahí poner algo que no es. Pero mi contrato es no usar información que no es verdadera. Para mí uno de los puntos que define la novela es el lado ficticio.Con ese contexto ¿qué encontró al escribir el libro así?Por primera vez en mi vida, mi trabajo en la academia, esos ensayos literarios, mi tesis de doctorado y, por otro lado, mi actividad como narradora, la búsqueda de novela, cuento, la ficción, como que se fusionaron en Triste tigre. Fue algo que creó un entusiasmo muy grande para mí, que compensaba un poco el lado muy oscuro del tema y el sufrimiento, la vergüenza. Esto se compensa al momento de la escritura para mí, por una gran felicidad de explorar formas que nunca habían fusionado antes en mi escritura.Triste tigre parte de un ensayo crítico sobre Lolita y, a lo largo del libro, explora en ensayos literarios otras obras contemporáneas que abordan los temas de la pederastia o la violación. ¿Cómo se fue involucrando con estas lecturas?Cuando empecé el libro, pensé que podría llevar una investigación y hacer un trabajo de fijarme en todos los textos importantes que han sido escritos sobre estos temas, pero abandoné esa idea porque, si uno se fija, muchas veces parece que los textos que uso no tienen que ver o son sorprendentes, pero son las que me venían a la mente. Mi idea era reflejar un proceso de pensamiento: qué pasa en mí cuando intento pensar esta cosa impensable que es el abuso sexual a niños y niñas, y que es mi propia experiencia que me cuesta pensarla. Como soy una lectora, es una experiencia muy, muy fuerte en mi vida; lo que me viene a la mente son lecturas y a veces cosas que parece que no tienen que ver pero que se relacionan en ese momento para mí, porque cuando uno está obsesionado por un tema, todo se relaciona a ese tema. Y me parecía interesante explorar este lado: cómo pensamos. No he leído mucha teoría feminista, pero tengo ese recurso, que es la literatura clásica, que ha sido mi formación. En el libro menciona que la verdad no está en el lenguaje. ¿Dónde está, entonces?La verdad no está en ninguna parte. Es lo que digo ahí. Como que tengo este afán, este deseo, esta búsqueda, esta visión utópica que quisiera lograr, sin hablar de escribir la verdad, pero lograr saber, lograr entender qué ha pasado. Y yo sé que es imposible, que la verdad, en relación con esto y con cualquier cosa, no está en ninguna parte. Mi única verdad como escritora es intentar buscar el lugar justo para mí, dónde colocarme, desde dónde me ubico, dónde puedo colocar mi voz para intentar hacer ese relato. Es un lugar muy relativo y que no es válido para todos. Sé que hay otras versiones posibles y que no soy la dueña de esta historia. Es una historia que se cruza con muchos puntos de vista y el mío es subjetivo. Como escritora lo mínimo que puedo hacer es reconocer esta dificultad de denunciar cualquier cosa.A lo largo del libro interpela al lector, incluso cuando aclara que no lo está juzgando, que no es parte del jurado que juzga a su padrastro. ¿Por qué? Es irónico porque es el recurso que usa Nabokov con Humbert Humbert en Lolita.Desde el prólogo, uno no sabe en Lolita quién es este lector, porque menciona el juicio, que está en la cárcel y que esto se va a leer dentro de años cuando él esté muerto; y él postula varios tipos de lectores. En algún momento dice: “Señores del jurado, van a pensar que soy un monstruo”. Y, en otros momentos, el lector está de su lado, casi siempre. De hecho, al lector le hace guiños todo el tiempo con su sentido del humor, con bromas.Es curioso postular un lector imaginario, porque además este interlocutor que yo me invento es una ficción. El libro es un monólogo interior, pero necesita postular una conciencia que lo recibe. No es un lector real, es un interlocutor que yo creo que la mayoría del tiempo es mi aliado, y yo soy su aliada, alguien que está de acuerdo con este contrato que postulamos al principio, que lo voy a llevar a explorar algo que uno no quiere explorar, que vamos a ir juntos en este viaje interior.¿Qué es entonces ese lector ante Triste tigre? Hay momentos en que cambia. Cuando digo que el lector no es un jurado es un momento en que me doy cuenta que estoy proyectando una rabia en contra de alguien que podría estar en este lugar, que podría juzgar mi voz, que podría pensar: “Tal vez está mintiendo, tal vez está exagerando, ¿por qué esos recuerdos dicen siete años cuando el artículo del periódico dice nueve?”. Y, cuando me doy cuenta que estoy creando un lector que se vuelve un enemigo, me echo para atrás, y digo: “No, eso no es lo que quiero”. Es una posibilidad, pero no me es útil, ni a mí ni al eventual lector real. ¿Por qué leer un libro en el cual uno está en el lugar del enemigo? Sí puede ser interesante, pero no era mi propósito. Mi intención es construir una relación de diálogo con esta conciencia que yo me imagino que existe, para no sentirme tan sola en la escritura. Tengo que imaginar que otra persona, con su propia experiencia, con su propio dolor, con sus lecturas, va a rellenar los huecos de esa conversación. Me parecía que esa interpelación al lector era una crítica a la sociedad que se desentiende de niñas y niños, a su propia madre que no se daba cuenta de las violaciones que usted sufría.Sí, un poco está ahí esa rabia en contra de esta sociedad que no quiere ver, que no puede ver, y que silencia todo. Pero es más probable que el lector sea mi aliado, que sea alguien que ha sido víctima o que tiene algún interés personal para desear abrir este libro. Sería muy contraproducente para mí postularlo como esta sociedad que no me entiende. Prefiero pensarlo como alguien que tiene el deseo parecido al mío, parecido al de la voz narrativa, que es de intentar comprender como fenómeno social qué es esto.También desmonta posibles preguntas del lector, lo desarma. ¿Por qué quitárselas?Yo misma me hago esas preguntas. Soy también un poco este lector y esta conciencia que lee el texto mientras se va haciendo. Y como mi propósito es pensar, quise hacer visible, no todas las costuras, pero parte de las costuras del libro. Y la energía que hace que avance ese libro son todas estas preguntas. Cada pregunta abre una puerta y otra y otra. Y a veces me adelanto, pero a veces esas preguntas me sirven, porque mi intención, mi trabajo es hacer que una pregunta que uno se podría hacer al principio del libro, cuando entra en el proceso de pensar, se hace otra vez la misma pregunta pero mejor hecha. Tenía esa idea de intentar no dar respuestas, porque no hay muchas respuestas, sino crear un contexto de enunciación de hacer bien una pregunta, de hacerla mejor.La aparición de Triste tigre en México coincidió con la revelación que hizo Alice Skinner, hija Alice Munro, de que su madre sabía de las violaciones perpetradas por su padrastro cuando era niña, pero calló. ¿Cómo recibió esa historia y el actuar de la premio Nobel de Literatura 2013?Fue un golpe. Qué triste. Además, soy una gran admiradora de Alice Munro, mi tesis de doctorado fue sobre el cuento inglés. Siempre es un shock, siempre es muy triste enterarse de esto. ¿Y ahora cómo vamos a leer esta obra sabiendo esto? Son preguntas muy profundas.¿Se sintió identificada, reflejada, en particular sobre el papel de la madre en una violación? Siempre nos reflejamos unas con otras. Por eso también en mi libro me parecía importante poner detalles que no me gustan, cosas humillantes. Como esto de los vecinos, gente que yo quería, que siguió saludando a mi padrastro después de que lo denuncié. Un ejemplo entre mil, porque, a pesar de que cada situación es diferente, cada situación es única y sentimos una soledad muy grande por lo mismo, porque aunque parece que nadie más vive esto, es un patrón. Hay una palabra en francés, que no tiene equivalente en español, que es cuando sabemos que algo existe y hacemos como si no existiera, la negación de una realidad que tenemos ante los ojos.En las obras de Alice Munro ¿no encontraba claves sobre su hija, sobre el dolor que ella misma como madre debió de haber sufrido?Deben de estar. Ahora tendremos que releer la obra con esta nueva información. Hace tiempo que no leo un libro suyo. Pero es lo que me gustaba mucho de sus personajes y de sus historias. Era una percepción muy fina de los momentos de la vida en que uno no sabe qué ser. Esos personajes que llegan a una encrucijada y no saben qué hacer, y el lector no sabe qué van a hacer, cuál va a ser la decisión. Personajes totalmente vulnerables y perdidos. Sería ahora interesante ver de qué manera sí se reflejó la historia con su hija en las obras de Alice Munro.¿Es similar el papel que jugó Alice Munro al que jugó su propia madre en el caso de usted?El papel de la madre en estas historias, y de los adultos alrededor del niño y de la niña, es interesante, porque solemos estudiar estos casos como una historia entre una víctima y un agresor. Y en realidad sí es. Pero los testigos, los que ven y no dicen nada, los que no ven… todo es una constelación de roles, de lugares en las familias y los entornos, que se repiten siempre. Si realmente queremos pensar estos fenómenos, tenemos que analizarlos como un conjunto. Encontrar un culpable es importante, el culpable es el agresor, es de las pocas cosas que tengo muy claras, pero también es interesante ver cómo la sociedad entera está organizada para que la pequeña víctima sea el chivo expiatorio, sea el sacrificado, porque si se revelan esas violencias, se derrumba la familia, todo. Hay toda una red de responsabilidades que nadie quiere asumir. ¿Eso mitiga la responsabilidad de una madre?Lo digo en mi libro: la sociedad se va en contra de la madre que no vio, la madre que no protegió. Y yo también soy la sociedad, también tengo esa tendencia a pensar en “y la madre, ¿qué hizo?” Lo cierto, es que mi madre no vio, como tampoco vio mi padre, tampoco mis profesores, nadie alrededor me ayudó. Y es el caso de muchos niños y niñas: que nadie quiere ver, no sólo la madre. Entiendo que somos sociedades en las cuales la madre tiene todo el peso de llevar adelante a los hijos; entonces, es algo sistemático culpar a la madre. Mi madre me contó, que muchas fueron después del juicio a decirle: ‘Pero, ¿cómo no te diste cuenta?’. Y ella respondía a sus amigas: ‘Pues, imagínate. Tienes una pareja y mañana te dicen: ‘‘Tu pareja ha violado a tu hija, a tu hijo, durante años. ¿Qué haces’’’. Es imposible imaginárselo. Yo culpo a mi madre, y creo que tiene que estar en su lugar también de persona que no cumplió su papel. Pero no es sólo ella. Sería demasiado fácil echarle toda la culpa a la madre. Intento desenmarañar toda esa complejidad en el libro, porque todos los casos como el mío son muy complejos.¿Y cómo terminó México siendo su hogar, con tantos casos aquí de pederastas, de violaciones, de violencia hacia la mujer? ¿Y cómo influyó México para que decidiera escribir su historia?Influyó muchísimo. Pero es tan complejo lo que hace que de repente uno escriba un libro y no otro. Pasaron muchas cosas para mí. Una muy obvia es esta conversación que se abrió desde 2017-2018 en la sociedad sobre la violencia en contra de las mujeres, de los feminicidios. Y esta forma muy bella, brutal y triste de que se están formando comités. Estoy en grupos en Pátzcuaro, algunas amigas nos reunimos, organizamos cosas para el 8 de marzo. Hay una conversación social que está incipiente, pero que es muy fuerte, de muchas personas que dicen: “Ya no podemos seguir así”. Escuchar todo eso, ver este movimiento, buscar respuestas a esta situación terrible que estamos viviendo, influyó bastante.¿Cómo se refleja esto en el libro?La idea de conversación está en la forma del libro. Empieza por: “Yo también”. El #MeToo era mi idea de colocarme en esta línea de esta conversación que se está dando. Y luego hay cosas más extrañas. Yo rechacé durante mucho tiempo la idea de escribir en primera persona. No quería, no me interesaba lo autobiográfico, tenía mucho miedo con esta historia, este pasado que tengo, esta historia de abuso. Entonces, lo usé como material, tampoco lo rechacé, lo usé porque es parte de mi materia para escribir, pero lo usé mucho en forma de ficción. Y más de diez años en un taller literario porque quiero escribir en español. Quería tener acceso a esta oportunidad, a darme esta oportunidad de escribir en otro idioma, que no es mi lengua materna, que es un idioma que me costó. ¿Y de qué manera influyó el idioma español en Triste tigre? Porque lo escribió en francés.Yo no soy bilingüe, aprendí español muy adulta. Cuando llegué a México tenía 28 años, creo. Fue toda una transformación interior, todo un proceso de no sólo aprender esta lengua, quería escribir en español. Y, dentro de este proceso, antes de Triste tigre, escribí otro texto que habla de otras cosas, que habla de mí, un texto que salió en primera persona, autobiográfico también, mezcla con ensayos literarios. Esta forma se presentó en español con una carga mucho más ligera. Usar el Yo, la voz narrativa en primera persona, empecé a hacerlo en español y fui aprendiendo a manejarla. ¿Cómo se siente ahora con el español?Gracias a la lengua extranjera pude hacerlo. No es tan fácil, pero es algo que ha sido una felicidad tan grande para mí: poder reinventarme dentro de otro idioma. Y es curioso, porque esta transformación interior, esta puerta que se abrió, también tiene un lado un poco melancólico, porque mi español nunca va a ser tan perfecto como quisiera, mi francés tampoco. Tuve que hacer un duelo de este idioma precioso. Una vez que me permití decir: “Okay, nunca vas a ser una nativa en español, pero aún así tu esfuerzo es válido”, se lo permito también a mi lector. Escribo desde una postura política en relación a la lengua: uno no tiene que ser parte de una élite, ser filósofo para darse el derecho de pensar y para tener las armas para pensar. Todas las tenemos.¿Y sobre la traducción? Las traducciones de Anagrama son curiosas para nosotros en América Latina, las criticábamos mucho porque usaban el español de España, con su argot y modismos, no uno neutro, asequible acá. Y me sorprende que Triste tigre no tenga ese problema. Fue una lucha desde un principio con ellos. Yo quería que se respetara mi variante del español. Pero, incluso en francés. Escribí una carta para los traductores —porque tengo la dicha de que se va a traducir a muchos idiomas—, para decirles que para mí, como escritora y como lectora, me gustaría que se respetara una forma que tiene una vulnerabilidad, que no es perfecta, que incluso en francés está siempre al límite de ser un poco incorrecta. Y, para respetar un poco esta postura, en español quería que se respetara la variante, que es el español de México, y también una fragilidad, una peculiaridad, que es un español hablado por alguien que no es nativo, porque me parece que es la singularidad de mi trabajo. Aceptaron esto, leyeron la carta y mandaron un texto a una correctora, que hizo correcciones, pero lo intentó castellanizar. Estuvimos, yo con el editor, un mes trabajando para negociar una versión en la cual yo estuviera cómoda, que fue corregir la corrección, digamos, para regresar a una variante del español que yo hablo. Me parecía muy raro que se tradujera mi libro a un español que no hablo.El lenguaje de Triste tigre es muy preciso, incluso en las fuertes descripciones que hace de cuando era violada por su padre.Intento ser precisa. Intento contar una historia que no puedo contar. Adentro de mí que hay un lugar, un agujero negro, un abismo. Lo que yo viví y lo que viven otras personas es algo que no puedo traducir en palabras, hago lo mejor que puedo. Y el propósito del libro y la aventura interior es intentar acercarnos a este abismo, pero yo sé que no lo voy a lograr.Explica por qué decidió denunciar a su padrastro y por qué escribió el libro. ¿Y por qué tener todavía a ese monstruo en su cabeza a través del libro? ¿Escribir es una suerte de exorcismo?No creo. Yo me sitúo en una perspectiva un poco al revés. No creo que este libro me sirva de exorcismo. Más bien, el hecho de que yo pueda escribir este libro dice algo sobre el camino recorrido. El camino no es el libro. El libro es posible porque antes he recorrido un camino que me da la posibilidad de hacer eso. Pero, sí, el hecho de que sigo con esta historia —tengo 47 años— es terrible. A Christine Angot, una escritora francesa que también sufrió abuso sexual y ha escrito mucho sobre el tema (sus obras también las ha traducido Anagrama), un periodista le preguntó: “¿Otro libro sobre esto?”. Y ella le contestó: “Es que nunca voy a terminar con esto”. Porque la naturaleza de este trauma a muchas personas nos persigue toda la vida; a veces los olvidamos un poco y de repente regresa. Es un poco lo que me ha pasado a mí. Pasé varios años escribiendo otras cosas, pensando en otras cosas y, de repente, llega el 2018 y voy con unas amigas al Encuentro de Mujeres (zapatistas) en Chiapas y todo giró sobre la violencia contra las mujeres y abuso. Y otra vez a meterme en el tema. ¿Cómo volver a aceptarlo?Pues, ni modo, es parte también de lo que yo acepto en este libro: que no está resuelto. No logré abrir otro capítulo en el cual él, mi padrastro, no está. Y por eso la tristeza, el lado melancólico de mi libro es también esto: observar que tantos años después sigo con esto, que el proyecto que él tenía de que yo cargara con esto toda mi vida se cumplió. La única cosa que puedo hacer es incluir esto en otra narrativa, que es mía y ya no es de él, ya no es lo que él contaría, es otra versión. Pero sí, es terrible llevar toda su vida, o las pesadillas que tengo de toda la vida con él. Y con el libro tuve más. Obviamente es un proceso muy doloroso y que crea mucha rabia, porque yo sé que esto pasa en mi caso, pero pasa en cientos de miles de casos, cientos de miles de gentes que van a ir toda la vida cargando con pesadillas que les impusieron. Un niño es tan inocente.AQ