François Leleux, la joie de vivre
La joie de vivre ( alegría de vivir ), no es solamente el título de una novela de Émile Zola o un lienzo de Pablo Picasso homenajeando a Matisse, es una expresión francesa que se remonta al siglo XVII y viene a ser como una forma de entender la vida, que por lo que transmite en su lenguaje no verbal y en el musical parecería ser el lema del gran oboísta y director de orquesta, Francoise Leleux (Croix 1971). Sucedió tras una Séptima sinfonía de Anton Bruckner interpretada por dos veces, primero en la Catedral de Valencia y después de la dana en la sala Iturbi, por su amigo y director titular de la Orquesta de Valencia Alexander Lieberich. Unas lecturas desde la espiritualidad y el recogimiento que nos situaban, en el caso de la segunda, frente a la reciente tragedia. Quizás necesitábamos, como complemento, un programa y un músico que nos motivara desde la alegría, si es que en estos tiempos se puede hablar en estos términos, para seguir adelante. Cosas del azar, tanto el programa como el músico protagonista estaban previstos meses atrás, y nadie mejor que el oboísta y director del norte de Francia François Leleux para este regalo prenavideño que necesitamos, junto con una Orquesta de Valencia que se sintió concernida la tarea, protagonizando ambos una tarde verdaderamente memorable. Leleux, sin partitura, pero demostrando que la tenía en la cabeza hasta en su más nimio detalle, propuso un Mozart chispeante , contrastado en las dinámicas, fresco y divertido. Los músicos de la orquesta de Valencia arrastrados por el carisma del francés se mostraron precisos, virtuosos, a la par que flexibles a cada indicación, en una deliciosa lectura de gran variedad dinámica y ligereza en el fraseo. Excelente lectura. Un «humor» muy distinto preside la Introducción de impronta haendeliana de la obra de Hummel que siguió a la sinfonía mozartiana. El «Tema» mucho menos grave y de cierto aire intranscendente y las Variaciones que siguen se adentran en un lenguaje mucho más virtuoso donde Leleux, dirigiendo con el oboe, desplegó todo el infinito repertorio expresivo y, por qué no, pirotécnico que contienen estos pentagramas con un fraseo, una afinación y un ataque al agudo de una afinación inaudita, siempre desde la naturalidad, sin impostaciones. Como propina ofreció una emocionante lectura del Aria de la Suite número tres de Bach, sustituyendo la partitura del violín por la del instrumento de viento madera. Tras el receso viajaríamos al repertorio francés con el arreglo orquestal de André Caplet del Claro de Luna de la Suite Bergamasque de Debussy. Una música tan bella, compuesta para piano, nunca puede sonar mal en un arreglo orquestal, pero el piano expresa mucho mejor el encanto y la transparencia de esta magistral composición. Tras ello, una obra muy infrecuente y que, de hecho, estrenaba la Orquesta de Valencia , como es la Rapsodia para corno inglés en la que Leleux demostró que es un consumado intérprete del hermano mayor del oboe y referencial en esta obra. Leleux generoso, ofreció una nueva propina, en este caso el celebérrimo Largo, segundo movimiento, de la Sinfonía del Nuevo Mundo de Dvorak en la que, como se sabe, el corno tiene un papel solista revelador con un solo verdaderamente inefable, que logró conmovernos a todos. A estas alturas del programa el nivel estaba muy alto y junto con el excelente Mozart inicial la Rapsodia Española de Ravel fue el cierre perfecto. Ya con batuta en mano Leleux volvió a desplegar sus grandes facultades como director de orquesta con una muy francesa por impresionista y transparente lectura de la españolísima partitura raveliana. Se alejó Leleux de los grandes volúmenes orquestales y la espectacularidad decantándose por cierto intimismo en una versión sensual y exquisita. Aunque pueda sonar paradójico, este acercamiento a la obra desde una mirada más propia de la música de nuestro país vecino es la que mejor entiende los colores con que esta música expresa la esencia de «lo español», más que con una lectura de espectacularidades opacas. Los fantasmales misterios del anochecer tomaron siniestra forma, el fraseo y el juego con los crescendos siempre controlados en la Malagueña, la libertad en el rubato en la sinuosa Habanera. La Feria fue una explosión de colores sin en ningún caso descontrolar los volúmenes ni siquiera en los compases finales, tan tentadores. U na lectura para el recuerdo con los todos primeros atriles de la formación excelentes en su cometido. Éxito de uno y de otros en una sala llena en más de sus tres cuartas partes. ----------------------------------------------------------------------- Viernes 29 de noviembre de 2024 Palau de la Música de Valencia Obras de Mozart, Hummel, Debussy y Ravel François Leleux oboe y corno inglés Orquesta de Valencia François Leleux, director musical, oboe y corno inglés