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Las revelaciones del Archivo Secreto del Vaticano sobre verdadera relación entre Pío XII y Hitler

Abc.es 
Cuando Pío XII murió de un inesperado infarto en 1958, todos sus documentos privados y confidenciales fueron sellados y depositados en el Archivo Secreto Vaticano . Allí permanecieron durante más de sesenta años, en los que multitud de preguntas sobre su dudoso comportamiento durante la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto quedaron sin respuesta. Con el paso del tiempo, las incógnitas aumentaron, generando un tenso y amplio debate entre los investigadores, que convirtió a Pío XII en uno de los papas más controvertidos de la historia de Roma. En 2020, estos archivos fueron, al fin, desclasificados por voluntad del Papa Francisco. Casi 16 millones de documentos en los que cuarenta funcionarios del Archivo Secreto estuvieron trabajando durante 17 años, con el objetivo de ordenar y clasificar su valioso contenido. Con esta información desconocida hasta entonces se ha podido contextualizar y esclarecer mejor el verdadero papel de Pío XII en el conflicto más devastador acaecido hasta ahora, su verdadera relación con Hitler y Mussolini y, entre otras cuestiones, la razón por la que nunca denunció el exterminio de millones de judíos. Tras el anunció del Papa Francisco, más de 200 investigadores de todo el mundo se inscribieron rápidamente para consultar la montaña de documentos referentes a Pío XII. Uno de los primeros en acceder fue el historiador estadounidense David I. Kertzer , ganador del premio Pulitzer en 2015 por un ensayo que analizaba, precisamente, las relaciones entre este Pontífice y Benito Mussolini. «La polémica sobre su conducta lleva más de medio siglo en pie. Durante este tiempo se ejerció mucha presión sobre el Vaticano para que permitiera la consulta de estos archivos, por lo que la autorización fue muy emocionante para mí, como lo fue estar allí el primer día, el 2 de marzo de 2020», reconoce a ABC. Durante los últimos cuatro años, este catedrático de la Universidad de Brown ha revisado y analizado las nuevas y cruciales fuentes. Por ejemplo, las notas escritas por setenta embajadores de la Santa Sede, los ojos del Pontífice en el extranjero; los mensajes que se intercambió con el presidente de Estados Unidos, Franklin Delano Roosevelt; la transcripción de las entrevistas que mantuvo con algunos dirigentes nazis para lograr un acercamiento entre sus posturas; su correspondencia personal y, entre otros, las llamadas de socorro de organizaciones judías en los países invadidos por Hitler. Además acudió a otros archivos de Italia, Alemania, Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos, todo con el fin de elaborar el que para muchos es uno de los relatos más exhaustivos y completos, publicados hasta hoy, de las relaciones del Vaticano con los régimenes nazi y fascista: 'El Papa en guerra' (Ático de los Libros, 2024). «En el libro, por ejemplo –apunta Kertzer–, revelo por primera vez un secreto que el Vaticano ha ocultado durante ocho décadas. Cuando el cardenal Eugenio Pacelli fue elegido Papa, Hitler vio la oportunidad de poner fin a las críticas que recibía de su predecesor, Pío XI. A través de los documentos desclasificados no solo descubrí que, para lograrlo, el 'Führer' eligió a un aristócrata nazi, Philipp von Hessen, casado con la hija del Rey de Italia, para que entablara negociaciones secretas con el Pontífice, sino también las transcripciones exactas de las conversaciones que mantuvieron en alemán y que Pío XIII conservó». En uno de sus libros anteriores, 'Los papas contra los judíos' (Plaza & Janés, 2002), el premio Pulitzer señaló que el antisemitismo católico había contribuido a la legitimación del Holocausto. Ahora, a la luz de esta nueva información, reconoce que es «injusto y engañoso referirse a Pío XII como el Papa de Hitler», tal y como ha ocurrido en las últimas décadas: «Lo cierto es que no sentía ningún afecto por el dictador nazi, puesto que le consideraba un hombre deseoso de limitar la influencia de la Iglesia católica y, además, defensor de una ideología pagana. Sin embargo, se sentía intimidado por él y nunca quiso enfadarlo. Estos nuevos archivos permiten comprender mucho mejor por qué actuó como lo hizo, sobre todo, en los primeros años de la guerra, cuando había razones para pensar que Europa caería bajo el control de Hitler». De todas forma, como uno de los representantes más ilustres de la línea crítica contra Pío XII, Kertzer tampoco cree que el Papa pueda ser declarado inocente, puesto que jamás condenó las matanzas de judíos mientras se estaban produciendo. De estas estuvo al tanto «gracias no sólo a los obispos de los territorios ocupados por los alemanes, sino también a un sacerdote romano que servía como capellán católico del Ejército italiano y que viajaba regularmente en un tren-hospital al frente oriental». Todos ellos le enviaban informes con frecuencia, los cuales se pueden consultar ahora. El Papa ni siquiera levantó la voz contra la invasión, en 1939, de un país católico como Polonia, cuyos representantes eclesiásticos le pidieron ayuda en numerosas ocasiones sin que él hiciera caso. Durante el conflicto se preocupó únicamente de defender a la Iglesia como institución y, en ese sentido, tuvo éxito. Sin embargo, según el autor, lo que no hizo fue defender los valores cristianos que le hubieran exigido enfrentarse a la opresión y al genocidio perpetrado por el Tercer Reich. Esa actitud quedó perfectamente reflejada en un detalle: antes de fallecer en febrero de 1939, Pío XI denunciaba continuamente a la Alemania nazi, a través del 'L'Osservatore Romano', por perseguir a la Iglesia católica; Pío XII, por su parte, prohibió al diario vaticano publicar artículos críticos contra el Gobierno de Hitler nada más ser elegido Papa. Kertzer cuenta que, al principio de la guerra, el cardenal Angelo Roncalli, delegado apostólico de Estambul y futuro Papa Juan XXIII , fue a reunirse con Pío XII en una ocasión. De repente, el Pontífice le preguntó sobre cómo creía él que le iba a juzgar la gente por su silencio mientras los nazis «continuaban con sus depredaciones». En ese momento, observó que al Pontífice se le llenaban los ojos de lágrimas. Se trata de uno de los pocos testimonios que se conocen acerca de la reacción que le provocaba en la intimidad la información que recibía del exterminio. Aún así, mantuvo su postura neutral y éticamente dudosa hasta el final del conflicto y en los años posteriores hasta su muerte en 1958. «Ese es uno de los fracasos más llamativos de esta historia –subraya el Pulitzer–. La incapacidad de Pío XII para realizar un examen crítico al terminar la guerra. Tampoco quiso examinar el papel de los católicos en el asesinato en masa de los judíos en Europa y, mucho menos, pedir perdón. Llama la atención que, sin embargo, el episcopado católico alemán sí se haya disculpado por haber alentado a los católicos alemanes a servir como soldados leales en el conflicto y porque estos nunca se expresaran críticas por los asesinatos que cometieron. No hay que olvidar que muchos de estos soldados de Hitler se consideraban buenos católicos».

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