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Mario Chang: “Para Puccini, los cantantes son parte de la orquesta”

El tenor Mario Chang (Guatemala, 1986) creció escuchando y cantando en karaokes a Luis Miguel, Armando Manzanero o Vicente Fernández hasta que su padre le incitó a meterse a un concurso en la Universidad Estatal de Guatemala, que al final lo guío a su compatriota, el barítono Luis Felipe Girón May, y a la primera ópera que cantó, en el coro, Aída, en un campo militar, con 500 soldados de extras.Se considera un fanático de la ópera que aprendió a cantar y busca hacerle justicia a Giacomo Puccini y a La bohème en dos funciones que cantará en el Palacio de Bellas Artes, donde Girón May hizo carrera.Desde su inicio, su trayectoria internacional ha ido para arriba: entró al Programa Lindemann para el Desarrollo de Jóvenes Cantantes de la Metropolitan Opera House de Nueva York, en cuyo escenario debutó en 2013 en un rol pequeño, el Cuarto Escudero del Parsifal de Richard Wagner, y en una década ha cantado ya El elíxir de amor, Der Rosenkavalier, Lucia di Lamermoor y Florencia en el Amazonas.Ganó el primer lugar en las categorías de zarzuela, ópera y premio del público en el concurso Operalia 2014 celebrado en Los Ángeles. Luego del triunfo en la competencia de Plácido Domingo, pasó cuatro años en la Ópera de Fráncfort. Después regresó a la MetOpera para interpretar a Arcadio en el estreno histórico ahí de la Florencia en el Amazonas del mexicano Daniel Catán, cuya última función pudo verse en transmisión en vivo en México, en el Auditorio Nacional, el sábado 9 de diciembre de 2023.Como parte del elenco de esta ópera cantada en español de Catán, con libreto de Marcela Fuentes-Berain, Mario Chang está nominado al Grammy 2025 en la categoría Mejor Grabación de Ópera, junto con las sopranos Aylin Pérez y Gabriella Reyes, la mezzo Nancy Fabiola Herrera, los barítonos Mattia Olivieri y Michael Chioldi, y el bajo Greer Grimsley, con la orquesta de la MetOpera.De ancestros chinos, su debut en Asia fue en Hong Kong en 2022, con La traviata, en su rol insignia.Aunque se dice que su sello ha sido el bel canto y encarnar al Alfredo Germont de La traviata, de Giuseppe Verdi, Chang subraya en entrevista que ha cantado el Rodolfo de La bohème en más de 40 representaciones en varios países, con orquestas como la Filarmónica de Los Ángeles, bajo la dirección de Gustavo Dudamel. Y, de hecho, La bohème fue la primera ópera de Puccini que él protagonizó.El 5 de diciembre, bajo el marco conmemorativo del centenario luctuoso del compositor italiano (murió el 29 de noviembre de 1924), Chang cumplió uno de sus sueños: debutar en Palacio de Bellas Artes con La bohème, que cantó en muchas ocasiones en ese escenario su maestro Girón May, fallecido el 14 de agosto de 2013.El artista guatemalteco se toma su carrera sin prisas para ampliar su repertorio si no está preparado, con la conciencia de que ha habido cantantes que se han adelantado a cantar óperas muy pesadas desde el inicio de sus trayectorias y han tenido que dejar de cantar o bajarle el ritmo por los problemas que les ha ocasionado cantar personajes que no les quedan, para los que son todavía muy jóvenes o inmaduros.Entrevistado pocos días antes de su debut en Bellas Artes, Chang dijo: “Cada vez que me ofrecen un rol que no estoy seguro de en dónde encaja, si en la parte lírica o más spinto, más dramática, he sido muy cuidadoso a la hora de escoger. Tosca es mi ópera favorita, pero no la canté sino hasta el año pasado y pues ya llevo más de 10 años cantando; sí la quise cantar desde el día uno, porque me encanta, pero he ido con mucho cuidado de escoger El elíxir de amor, La traviata, Rigoletto antes de Tosca porque es una ópera que exige mucho. Y uno tiene que tener una técnica muy madura y, psicológicamente, estar maduro para poder hacer el drama sin meterle el drama a la garganta, que tiene que sonar como una máquina, debe poder producir todas las notas de principio a fin”.Reconoce tropiezos, como cuando le pidieron en 2017-18 hacer Werther en Fráncfort y no estaba listo. Cuenta que trabajó el rol a conciencia, pero aceptó que no podía cantarlo entonces. Lo hizo hasta 2021.“Uno tiene que ser muy juicioso. No solo que me ofrecieron esta oportunidad y hay que tomarla porque me lo ofrecieron. Soy más de la idea de que debo estar listo; en primer lugar, para no hacerme daño, y, en segundo, para hacerle justicia al rol, porque si uno es muy joven el público no se la cree.“Siempre le he tenido mucho respeto y admiración a las óperas alemanas. Son muy específicas, muy exactas. Y, para serte honesto, las únicas en las que he cantado, las canté en italiano, porque fueron Der Rosenkavalier y Capriccio (Strauss) en las que mis personajes fueron los de Cantante Italiano”, ironiza.El tenor guatemalteco considera que estar en el escenario, más que producir sonidos y hacer dramas, se trata de un manejo de energías entre el cantante y el público, por lo que el intérprete debe estar cómodo con lo que está cantando, para que el público se meta en la historia igual que el artista.Apasionado de la historia de su país, Chang habla con elocuencia y fruición sobre la democracia en Guatemala, la vida cultural y operística en su ciudad natal y aun de la relación entre militares y ópera.“La historia musical de Guatemala es muy rica. En el Teatro Colón (1852-1923) se presentaron las grandes luminarias de la ópera, cuenta la leyenda que ahí cantó Enrico Caruso. Pero, por desgracia, hubo un terremoto a principios del siglo pasado (1917-18), que dañó el teatro. El presidente dictador Rafael Carrera (de 1844 a 1865) lo rebautizó como Teatro Carrera y, cuando cambió el gobierno, la gente lo que buscaba era quitar la memoria del dictador de lo que fuera. Y, en lugar de restaurar el teatro, lo destruyeron. Se perdió todo, cualquier archivo histórico sobre esa gran historia de la ópera.“Cuentan las leyendas de Guatemala que el presidente había impuesto como ley que un porcentaje de los boletos para la ópera se dieran de forma gratuita a gente que no pudiera comprarlos. Y se dice que, cuando uno caminaba por las calles y había una obra en construcción, los albañiles tarareaban “La donna è mobile (Rigoletto)”, piezas de zarzuelas, óperas u operetas, lo que pusiera el teatro. Tarareaba la gente ópera, en lugar de las canciones de moda. Guatemala debió tener un pasado bonito, muy rico en cultura musical, pero a raíz de eso dejó de existir”, refiere la figura operística actual de su país natal.Añade que la primera ópera en tiempos modernos que se hizo en Guatemala fue hasta 2006, gracias a una fundación que hizo producciones en lugares poco convencionales porque no había teatros, como las ruinas de una iglesia, la Ermita de la Santa Cruz, en Antigua, o en instalaciones militares. Él mismo y su esposa crearon la compañía Querido Arte de Guatemala en 2016 con la que montaron cuatro óperas hasta 2019 cuando llegó la pandemia: Rigoletto, El elíxir de amor, La bohème y La traviata.De ancestros chinos que migraron a Guatemala en la primera mitad del siglo XX, Chang relata, siempre sonriente, cómo fue su primer contacto con la ópera, en el coro de Aída, de Verdi, en un campo militar.“La primera ópera en la que participé en Guatemala, como parte del coro, fue Aída en el 2006. Se hizo en un lugar que se llama Campo Marte, que es básicamente donde el ejército se entrena para marchar el Día de la Independencia, que es el 15 de septiembre. Ahí construyeron un escenario para una producción enorme. Solo en el coro éramos 200 personas”, dice Mario Chang, entonces de 20 años.¿Y a poco los soldados participaron en la marcha triunfal de Aída?De hecho, sí. Había 500 soldados. Era una ópera enorme, con un escenario gigantesco que construyeron. Fue una función abierta al público, cabían 5 mil personas, lo que no podía suceder en teatros.Usted debutó en la MetOpera con Parsifal. ¿Cómo pasó de Wagner a Puccini, a Catán, al bel canto?Estaba en el programa Lindemann. Y Parsifal fue mi primer contrato con la MetOpera, mi primer acercamiento a un gran escenario profesional de alto nivel. El papel era súper pequeñito, tiene dos frases o tres. Pero, de ahí hacia acá, gracias a Dios, ya me han tocado varias cositas ahí. Mi debut como protagónico fue en 2016 con El elíxir de amor y después vinieron Lucia di Lammermoor (ambas de Donizetti), Falstaff (Verdi). Y el año pasado estrené ahí Florencia en el Amazonas, del maestro Catán.Es el primer artista de su familia. ¿Por qué no optó por la música popular, si la cantaba?El concurso en la universidad cambió tanto, que me tuve que salir. Pero, había grabado un demo, que fue pasando de mano en mano hasta que llegó a las del único maestro de canto de ópera que había en Guatemala en ese entonces, Luis Felipe Girón May. Él cantó mucho aquí en el Palacio de Bellas Artes, hizo muchas Bohème, cantó muchísimo, incontables producciones, la mayor parte de su carrera la hizo aquí en México, de hecho. Entonces, estudié con él y fui aprendiendo con la leyenda de que él había cantado en Bellas Artes, de sus experiencias aquí. Y siempre tuve como una meta a futuro cantar en Bellas Artes. “Ojalá se diera algún día”, me decía. Y, gracias a Dios, aquí estoy.¿Cómo se asume como actor también en el escenario, en especial con las transmisiones en vivo?En alguna época tal vez podría haber sido que los cantantes de ópera solo eran considerados cantantes de ópera, estaban lejos del público y sus actuaciones eran muy diferentes a las de ahora con todo esto moderno de las transmisiones en vivo. Hoy uno tiene que internalizar mucho más para hacer expresiones más creíbles, de lejos la actuación era un poco más exagerada, pero cuando uno tiene la cámara así enfrente, en la cara, es un poquito de trabajo más interno, porque si uno no logra internalizar los textos, esas micro expresiones no se van a ver o parecerán exageradas. Debe uno conectar más con el personaje. Sí, ahora los cantantes tienen que ser actores que cantan más que cantantes que actúan.¿Qué implicó en su carrera cantar a Arcadio en Florencia en el Amazonas y en español?Fue una experiencia muy bonita, muy diferente. Ha sido la primera vez que canto una ópera completa en español, hay muchas zarzuelas, pero, una ópera así, con esta dimensión, fue la primera vez. Repito, fue una experiencia muy bonita porque también se creó una como una comunidad latina dentro de la MetOpera. Ailyn Pérez fue la protagonista, hizo a Florencia, y del elenco principal había cuatro personas que teníamos alguna conexión con el español. Pero, solo Nancy Fabiola Herrera, que es española, y yo, que soy guatemalteco, teníamos al español como lengua materna. Y para mí era riquísimo poder darle otro sentido a las palabras. No es como el italiano, que he estudiado mucho.A la hora de cantar en español se sintió tan rico. Y hay una anécdota muy bonita: la soprano Gabriella Reyes, cuyos padres son nicaragüenses, propuso que juntáramos a todos los latinos que trabajan en el teatro para tomarnos una foto en el escenario. Y mi esposa (María José Morales), que además de soprano es diseñadora gráfica, hizo unas tarjetitas con elementos de la ópera de Daniel Catán, el barquito, las mariposas..., y esas fueron las invitaciones que repartimos a todos los latinos que encontramos para hacernos esa foto. Florencia en el Amazonas fue un éxito. Y, al ser la primera ópera en español en la MetOpera en más de un siglo, me siento muy honrado de haber formado parte de eso.¿Cuáles desafíos técnicos enfrentó su voz al cantar en español?Más que dificultades técnicas era la letra. Crecí con música en español todo el tiempo, con las canciones de Manzanero, las de Luis Miguel o Vicente Fernández, mucha música mexicana. Y he cantado de todo; todos los boleros que me encontraba, los cantaba. Entonces, cantar en español no fue un desafío técnico más que una cuestión de memorización. Y me pasaba mucho que cambiaba palabras, metía sinónimos, cositas, como “andar” en lugar de “caminar”, palabras que no estaban en el libreto.¿Qué opina de la música de Catán?Es difícil de cantar. Y es un estilo totalmente único, mucha gente la compara con Puccini por la grandiosidad de la orquestación, pero el estilo de Catán es una idea musical muy bonita, muy compleja. El reto para mí fue, por ejemplo, a la hora de cantar el aria de Arcadio, que es más una textura musical donde uno tiene que estar consciente ciento por ciento de la cuenta musical, estar pendiente exactamente dónde uno entra con tiempos y todo. Las personas que se animan a cantar la música del maestro Catán es porque están muy seguras musicalmente de lo que están haciendo. Y, de verdad, Florencia en el Amazonas es muy linda, mi parte favorita es su aria final con Cristóbal, una belleza.A propósito de grandiosidad, ¿cómo ha sido su relación con La bohème?Fue la primera ópera de Puccini que canté. Ha ido evolucionando poco a poco mi relación con Puccini y con La bohème. Llevo más de 40 representaciones en teatros del mundo. En la Ópera de Fráncfort la hicimos tres de los cuatro años que estuve ahí y eran 10 presentaciones por año como mínimo. La hice en Los Ángeles (con Dudamel) y en Guatemala. Y he descubierto que la orquesta es un personaje más. Puccini tenía muchísimo más que decir, si él hubiese escrito el libreto la ópera habría durado seis horas fácil, pero su genialidad convirtió a la orquesta en un personaje más que cuenta todo lo que los cantantes no pueden decir. Para mí, los cantantes dan el texto y la orquesta, la emoción.Las arias de los protagonistas, los duetos son muy famosos. ¿aumenta el reto eso para usted?Es una responsabilidad bastante grande. Es cuestión de mantenerse en forma vocalmente para poder cantar bien y hacerle justicia a la ópera, al aria. Sí, es una responsabilidad, definitivamente, pero es de lo más bonito que hay porque si la gente las reconoce, va a apreciar si están bien hechas.La crítica ha destacado mucho su Alfredo. Entre él y Rodolfo ¿cuál es su favorito? ¿Y entre Verdi y Puccini?Te mentiría si te digo que tengo favorito. Ambos son bonitos. Verdi y Puccini son dos compositores totalmente diferentes. Para Puccini, los cantantes son parte de la orquesta y se siente la emoción junto con la orquesta, por eso la orquesta es un personaje más, porque logra entrelazar personajes y orquesta para que todos lleven emoción juntos. Y siento que Verdi escribió la orquestación como para tener un refuerzo de base y el cantante va sobre eso. La forma de cantar es diferente, al igual que los personajes, aunque Alfredo y Rodolfo vocalmente son igual de exigentes. He cantando más La bohème que La traviata, pero le tengo mucho cariño a ésta, de hecho la acabo de cantar el año pasado en Irlanda.Y usted, ¿con quién se identifica más: con Alfredo o con Rodolfo?Más con Rodolfo, por lo músico, por lo artista, por la vida bohemia. Mis inicios en la ópera fueron muy bonitos, no vengo de familia con muchos recursos y, cuando empecé a estudiar en Nueva York, me acababa de casar y nos fuimos mi esposa y yo. Y pasan momentos, sí, a veces duros económicamente, a veces hay trabajo, otras no. Y, entonces, hay que aferrarse uno al sueño de ser cantante, de ser artista, de lograr posicionarse en el mundo artístico. Eso me hace relacionarme un poquito más con La bohème que con La traviata. Y la verdad ha sido un camino muy bonito, precioso, no me quejo.Y usted como Rodolfo ¿también tiene “el alma millonaria”?Ja, ja, ja. Sí, yo quisiera. La verdad es que sí: tengo el alma millonaria de sueños, tengo muchos sueños que cumplir, muchas metas que alcanzar. Eso es lo que me mantiene acá, además del gusto y la apreciación por la música, por el contexto histórico, me fascina estudiar historia, siempre que hago una ópera me gusta investigar el contexto de la ópera y del lugar dónde se creó, dónde se desenvuelve, por qué se hizo la ópera de la forma en que se hizo.Mimí y Violetta terminan igual, mueren de la misma enfermedad. ¿Qué son ellas para usted?Para mí, Mimí tuvo la mala suerte de encontrarse con los bohemios. Su destino estaba puesto desde el principio de La bohème, ya se sabía cómo iba a terminar porque desde el principio se ve mal y los bohemios no pudieron nunca hacer que ella se recuperara, pero creo que es lo que ellos necesitaban para poner los pies en la tierra, los bohemios venían realmente de familias acomodadas, no necesitaban pasar penas. Mimí y Musetta están en la misma situación, pero Musetta logra sobrevivir, salir adelante, encuentra una persona que la quiere y la mantiene bien. Mimí encuentra a Rodolfo, que está en la misma situación pasando penas y todo. Y, por el lado de La traviata, yo comparo más a Violetta Valéry con Musetta, porque ella está en esa posición, es una persona sin recursos y se convierte en dama de compañía, básicamente y hay una persona, un mecenas, que la mantiene.Con tantas producciones en su carrera, ¿qué le parece cantar La bohème en Bellas Artes?Interesante, es una propuesta bastante moderna. Eso hace que recaiga en los cantantes la parte de contar la historia, pues es un escenario dinámico que cambia en cada acto. Hay elementos físicos que definitivamente no pueden quedar fuera, porque son muy específicos, otros que no están en la puesta en escena pero dejan el reto de mostrar dónde estamos, que el público se entere con nuestra actuación de dónde estamos. Es un reto bastante bonito. La dirección de la maestra Ruby Tagle me ha parecido muy bonita e interesante, diferente de las que estoy acostumbrado, ciento por ciento tradicionales.Las arias, el dueto más reconocido de La bohème está en el primer acto. ¿Cómo un cantante mantiene el interés del público hasta el final?Contando la historia. El reto aquí es hacer que el público se involucre con la actuación desde la primera nota, si uno logra hacer eso, el público no se desconecta. Obviamente, las dos arias y el dueto del primer acto es la parte que más se reconoce, pero a partir de ahí es seguir contando la historia y mantener al público conectado con la orquesta, con los cantantes, con el escenario en sí. Si logramos eso en la primera parte del primer acto, toda la ópera transcurre de forma orgánica, digamos.Le toca debutar con La bohème en el 90 aniversario del Palacio de Bellas Artes y el centenario luctuoso de Puccini. A usted que le interesa la historia, ¿cómo se siente en esa atmósfera histórica?La verdad es que es muy lindo ser parte de esto, de este aniversario tan importante para el país, de tener este teatro tan bonito y tan importante históricamente. Maria Callas y Luciano Pavarotti cantaron aquí. Yo crecí escuchando las grabaciones aquí de estas leyendas. Es un honor para mí estar en este momento histórico de la vida operística de México. Y es también una gran responsabilidad, porque hay que hacerle justicia al maestro Puccini y hacerle justicia a La bohème. Estoy muy, muy contento.AQ

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