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Nuestra necesidad de lo sagrado

Los seres humanos del siglo XXI ¿necesitamos la experiencia de lo sagrado? En un mundo donde para creer exigimos evidencias, donde la inteligencia artificial da pasos firmes y agigantados para emular la vida y estamos conscientes de la realidad cómo un territorio de la ficción, ¿tiene utilidad la experiencia de lo sagrado?, ¿todavía hay quien la vive con profundidad? Un estudio realizado por Pew Research Centrer, en 2020, señaló que solo el 15.6 por ciento de la población mundial no profesa una religión y el 84.4 por ciento sí. Las cuatro religiones con mayores practicantes son: catolicismo, islamismo, hinduismo y budismo. No obstante, tener una experiencia de lo sagrado, lo santo o ser místico, no es algo únicamente religioso. También son vivencias laicas.Cada vez nos resulta más claro cómo la subjetividad, cuando se aborda con rigor, brinda conocimientos, ¡nada sustituye a la experiencia! Lo imborrable en la memoria está ligado a lo emocional, lo emotivo nos marca. Hoy se nos ofrece una explosión de opciones para practicar la espiritualidad. Aunque no podamos definir a cabalidad qué es lo espiritual, sí hay formas de distinguir, de crear criterio, para separar qué nos enriquece y cuándo estamos ante la charlatanería. En la era donde la ciencia es un filtro para casi toda forma de conocer, el pensamiento mágico es robusto. Incluso, quien no practica alguna forma de religiosidad, tiene ritos.La Navidad, el final de año, es un tiempo de rituales. En este hemisferio del mundo, ambas festividades marcan un cierre de ciclo. Aun cuando no profesemos ninguna fe religiosa, o bien tengamos creencias ajenas a la cristiandad, es difícil abstraernos de la convivencia social, ideas y emociones propias de ambas fechas.El rechazo a la religiosidad y la disolución de lo sagradoDerechos humanosSé que Dios mora en mícomo en su mejor casa.Soy su paisaje,su retorta alquímicay los dos ojos de su alegría.Pero esta letra es mía.Adélia PradoEl primer homínido se calcula apareció hace tres o cuatro millones de años; la evidencia de ritos, con base en la creencia de una vida de ultratumba, data de entre cincuenta mil y cien mil años y, al parecer, las creencias en dioses surgieron hace cerca de catorce mil años. En consideración a lo anterior, el pensamiento moderno, donde la racionalidad es crucial, es muy reciente. Solo llevamos cerca de seis siglos de dar a la razón un papel protagónico para acercarnos al saber. La desacralización de nuestros actos y del conocimiento es todavía más reciente, abarca poco más de dos siglos.Emile Durkheim, en su obra clásicaLas formas elementales de la vida religiosa, realizó un análisis para explicar la religión más allá de la fe, la diferenció de la magia y aportó elementos para considerar su función social. Para Durkheim: “Una religión es un sistema solidario de creencias y prácticas relativas a las cosas sagradas, es decir, separadas, prohibidas, creencias y prácticas que unen en una misma comunidad moral, llamada Iglesia, a todos los que se adhieren a ellas”. Con la publicación de su libro en 1912, introdujo una idea novedosa: lo común a toda religiosidad es lo sagrado. Sin importar si la práctica es deísta, teísta o no teísta. No obstante, no explicó en qué consiste lo sagrado.Concebir a la religión como una forma de control y convertir a las ciencias en el modo más certero de entender al mundo, confinaron a la experiencia de lo sagrado a un espacio oscuro. Salman Rushdie, en un discurso, sintetizó así su malignidad: “…lo sagrado es simplemente una de las ideas más conservadoras en cualquier cultura, ya que busca convertir las otras ideas: la incertidumbre, el progreso, el cambio, en crímenes.Lo numinoso“… fuera de la mente, no existe nada que sea sagrado o profanoo impuro en sentido absoluto, si no solo en relación con ella”.Baruch SpinozaRudolf Otto, teólogo, publicó en 1917, un libro icónico para comprender qué es lo sagrado: Lo santo. Lo racional y lo irracional en la idea de Dios. La filósofa María Zambrano afirmó que sus ideas acerca de lo sagrado y lo divino fueron inspiradas por el libro de Otto, lo leyó con pasión en su adolescencia. Rudolf Otto aportó un término esclarecedor: lo numinoso. Para este pensador lo sagrado tiene una dimensión ética, moral y racional, ligada a la práctica religiosa. No obstante, lo sagrado es también experiencia pura, se puede desligar de la religiosidad, es meramente vivencial, irracional, palpable por los sentidos.Otto, para distinguir la experiencia de lo sagrado del ámbito de las religiones, le llamó: lo numinoso. Para él lo numinoso es parte esencial de la condición humana, no se puede abarcar en un concepto porque es irracional. Podemos hablar de ello por inferencias y asociaciones pero es incomprensible para quien no lo ha experimentado. Hablar de lo numinoso, a quien no lo ha vivido, equivale a querer transmitir cómo se siente un orgasmo o estar enamorado. Lo numinoso, la experiencia de lo sagrado, es algo tremendo, intimidante, pero no amenazador, es contemplar el misterio y sentir fascinación por él, sentirnos atraídos y parte de algo extraordinario sin concederle un carácter sobrenatural, es sabernos parte de la unidad de manera profunda, reconocernos criaturas finitas capaces de contemplar la eternidad.El escritor Mia Couto, al recibir el premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2024, expresó de un modo magistral lo sagrado como una experiencia laica, contó esto:“Tenía nueve años cuando mi padre me llevó a visitar un parque natural que está situado en el centro de Mozambique (…) Ese parque es atravesado por una falla tectónica que desgarra el continente africano de arriba abajo. Fue en aquella cicatriz viva que vi nacer el mundo. Era de mañana y la luz se desprendía del vasto río que, atravesando la inmensa sabana, circulaba también dentro de mí. En aquel momento yo era una semilla invisible, una diminuta gota en aquel universo en flagrante nacimiento. Esa ausencia de tamaño no me dio miedo. Fue lo opuesto: yo era parte de algo que no tenía fin. Recuerdo que mi padre puso su mano sobre mi hombro y me preguntó: ‘¿Te gusta?’. Yo quería responder. Pero no tenía palabras. Me faltaba un idioma. Entonces, él murmuró: ‘Hijo mío, esta es tu iglesia’.Nuestra vida cotidiana está dedicada a la subsistencia. La mayor parte del tiempo en que estamos vivos lo ocupamos para satisfacer necesidades, implica hábitos, hechos repetitivos, mecanicidad, estamos lejos del asombro. Sometidos a trabajar para sobrevivir, nuestra existencia se vuelve pobre en vivencias. Las emociones las desencadenan las compras, el sexo, el maltrato, las dolencias o, en el mejor de los casos, las alegrías, los placeres, los viajes y las fiestas. Todo es fugaz, arrebatos momentáneos, incluso hay quien cree que la felicidad son solo instantes. Cuando la mente se centra en la supervivencia, en resolver problemas, en llegar a un nuevo día, el estrés se apodera de nuestra existencia. Sin momentos para la introspección, el diálogo interno, el autoconocimiento o la contemplación, la paz parece inalcanzable. Quizá hay quien muere sin haber realizado un acto contemplativo. La razón poética“Lo que puede el sentimientoNo lo ha podido el saberNi el más claro procederNi el más ancho pensamientoTodo lo cambia el momentoCual mago condescendienteNos aleja dulcementeDe rencores y violenciasSolo el amor con su cienciaNos vuelve tan inocentes”Violeta ParraMaría Zambrano, gran lectora de Rudolf Otto, construyó un análisis de lo sagrado y lo divino para comprenderse a sí misma. Su trabajo filosófico nos permite dilucidar la importancia de la experiencia de lo sagrado, para darle sentido a la vida. Vivir en el exilio, padecer la inestabilidad a causa de la guerra, sufrir la incertidumbre y el rechazo, fueron algunas de sus improntas para hacer una crítica a la razón moderna. Nos advierte Zambrano: “El pensamiento, por lo visto, tiende a hacerse sangre. Por eso pensar es cosa tan grave…”. La razón concentrada solo en resolver problemas y satisfacer necesidades materiales, nos deshumaniza, está desarraigada de la vida, ignora los sentimientos. El pensamiento moderno nos llevó a olvidar: la vida creó al pensamiento y no al revés.Para Zambrano es necesario recuperar la capacidad de pensar desde lo vivido, desde qué padecemos, para tener palabras honestas y explicar qué llevamos dentro, para eso sirve la razón poética. La razón poética nos permite sentirnos, descifrar qué gritan nuestras entrañas. La razón instrumental, explicativa, se olvida del sentimiento, nos lleva a perder de vista el ser profundo. La vida es irracional, no es instinto, es expresión. La razón poética es la única capaz de salvar al hombre de sus contradicciones porque une razón y sentimiento. Ese vínculo, para Zambrano, es el alma, no habita en un lugar determinado, emana de las entrañas.Lo sagrado en la vida práctica“Hay en cada hombre algo que es sagrado. No es su personani tampoco es la persona humana. Es él, este hombre, simplemente”.Simone WeilSimone Weil nos enseñó, desde su práctica cotidiana, cómo la atención nos conecta con lo sagrado. Para ella apostar todo al presente es el mejor modo de garantizar el futuro. Hacer con concentración y desprendimiento cada actividad, permite comprender lo divino. Estar aquí y ahora, en plena consciencia de qué hacemos y cómo, alarga el tiempo, lo hace lento, crea espacio para reflexionar, observar, contemplar, vivir. Desde esa postura se facilita la empatía y la compasión, percibirnos a nosotros mismos crea un vínculo con los demás, de manera natural surge el deseo de procurar justicia, igualdad y distribución de la riqueza.La filosofía de Weil nació de sus acciones no de su imaginación. Para ella pensamiento y acto son una unidad. Se preocupó por el sufrimiento humano, ese fue su impulso para la búsqueda genuina de formas de aliviarlo.Lo sagrado para lograr la pazEn la estación fría, en una localidad acostumbrada al calor más queal frío, a la horizontalidad más que a una montaña,un niño nació en un pesebre para salvar al mundo;el viento soplaba como en los desiertos en invierno, transversalmente.A él todo le parecía enorme: el pecho de su madre, el vahoque salía de las narices del buey, Gaspar, Baltasar, Melchor, los reyesmagos con sus regalos amontonados junto a la puerta entreabierta.Él no era más que un punto, y un punto era la estrella.Joseph BrodskySi vivimos solo para sobrevivir, si la mayor parte del tiempo lo dedicamos a crear insumos para después consumirlos, la tristeza, la depresión, pronto se apodera de nosotros. Mircea Eliade, en su obra, desmenuzó cómo vive el tiempo quién tiene una vivencia de lo sagrado. Los rituales, la contemplación, permiten un alto para evaluar, exacerban las sensaciones, nos quedamos fuera de las palabras, de los conceptos, solo estamos vivos, de esa emoción brota bienestar, beatitud.Se han hecho infinidad de estudios para observar los cerebros de practicantes religiosos, como monjes budistas, para entender su paz, alegría de vivir y resiliencia. Se ha mapeado el cerebro de quien reza o está en estado de meditación, para localizar las zonas que se activan y participan en la experiencia de la felicidad. No obstante, no podemos explicar la paz interior, no hay una fórmula para lograrla, solo podemos vivirla. En la experiencia de la contemplación, en su práctica, en el territorio de lo inefable, se alcanza el silencio mental para vivir lo sublime.Nuestros cerebros se moldean de manera constante, no somos nada acabado ni definido. Cuando nacemos, la cavidad craneal aún no se ha cerrado, nuestro cerebro termina de conformarse entre los veinticinco y treinta años, pero las redes neuronales, mientras estamos vivos, están en constante reorganización. El entorno cultural, lo vivido, aquello con que nutrimos la mente, le dan dimensión a la vida. Roger Bartra en su obra Antropología del cerebro concibe a la cultura como un “exocerebro” por el modo como contribuye a moldear la consciencia.Todas las áreas de nuestro cerebro están involucradas en todo lo que hacemos, no hay una parte específica destinada a cada cosa o actividad. La percepción modela el mundo, y el contacto con la idea que nos formamos de él, crea las redes neuronales. Detenernos para contemplar, permite la resignificación, valorar, sentir.El cerebro está inmerso en una búsqueda constante de patrones, crea conceptos, síntesis, paradigmas, trabaja sin descanso para asegurar nuestra supervivencia con el menor gasto de energía, la mayoría de esos procesos suceden sin que nos demos cuenta. El propósito del cerebro al dotar al entorno de significado, es crear referentes, contar con información útil para decidir y actuar para seguir vivos. La experiencia de lo sagrado da un remanso a esa actividad incesante. Lo irracional, la emoción pura, nos conecta con la paz.Cuando escucho una pieza musical y me permito el arrobamiento, termino de leer un libro y siento la sacudida de comprender, al contemplar una pintura o estar inmersa en la naturaleza, mi finitud no me espanta. Acepto sin rebeldía la futura muerte de mi carne porque hace posible el gozo. Desde mis límites concibo lo inefable. Ahí la contradicción y el desasosiego cesan por un momento. La inmensidad absorbe mi pequeñez, no me anula, me revela lo sagrado. Mi límite se convierte en un punto fijo para contemplar el inquebrantable cambio. El tiempo se disuelve en la sensación de lo eterno. Soy cuerpo hecho consciencia, la vida en sí misma no tiene sentido, el rumbo lo escojo yo, porque soy libre, el miedo me lo confirma. Decido convertir la incertidumbre en el umbral para adentrarme en el misterio de lo sagrado.AQ

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